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De un tiempo acá definirse como un loco, no es del todo desventajoso. Se ha producido una diferencia entre el concepto clásico de estar loco, que por muchísimo tiempo proporcionó cualquier diccionario de español y el concepto que hoy se divulga y se entiende en este país, donde decir ‘es un loco’, aduce a la persona que está en la papa, en la rosca del poder o que lo presume. ¿Quién no ha oído la expresión ‘el gobierno de los locos’? ¿Acaso todos los del gobierno están locos?
Estar loco y hacerse pasar por loco son cosas distintas; el estar loco indica una situación siquiátrica alterada, cuyo destino irremediable es el aislamiento o el resto de los días en un manicomio. Hacerse pasar por loco, es un engaño, se hacen los locos quienes quieren que les teman, porque en su locura fingida son capaces de realizar cualquiera estupidez, y cuando las hacen no son responsables, por el hecho de que se amparan en la locura, que constituye una forma de exclusión de responsabilidad por los daños causados.
En torno al gobierno habría que determinar a cuál de esas dos categorías pertenece cada loco. Si se trata de locura verdadera se puede encontrar la solución en manos de siquiatras, si implica el show de hacerse pasar por loco, entonces no habrá caca que puedan comerse, aunque sea la que ellos mismos esparcen. Decir que los del gobierno están locos, es un error, pues de antemano se le está excluyendo de la responsabilidad por todos los actos que cada uno de dichos locos, esté cometiendo o cometa, pues estar loco significa que no están conscientes de sus actos, y se les regala una patente de impunidad para lo que sea, pues simplemente están locos.
Para los insolentes, considerarse un loco es aquél que está en la buena con este gobierno, no se trata de locura siquiátrica, sino de una postura que se asume para hacer lo que venga en ganas, bussines, mover las palancas, y si se le descubre, basta decir que se metió la pata y todo resuelto. El hacerse pasar por loco alcanza proporciones de estrategia útil para desviar la atención de las locuras que se hacen con conciencia, es el método eficaz para cometer abusos, enriquecerse más, pisotear el estado de derecho y la libertad de expresión, quedando risueñamente impune.
<> Artículo publicado el 9 de noviembre de 2010 en el diario El Siglo, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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