Reproducimos el artículo de opinión de….
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José González Jaramillo
Al ex presidente Bush hijo, los asesores políticos le aconsejaban no hablar de temas en los que era neófito y que siempre le tentaba tocar para no sentir disipada la autoestima frente a sus auditorios. Es evidente que al presidente Martinelli el tema ambiental, por su condición, le resulta ajeno y, a lo más, le significará (como lo manifestó en público) un problema de grupos de agitadores financiados.
Para no dejar dudas, sería inteligente que algún periodista le pregunte qué es desarrollo depredador para él, si cree que es sostenible el conjunto de proyectos hidroeléctricos que están fragmentado las principales cuencas hidrográficas del país y, por si fuera poco, sembrando veneno con las concesiones mineras en la base de las escorrentías de estas cuencas. En pocas palabras, acabando con el agua del pequeño istmo. Me parece verlo respondiendo, con esos ojos desorbitados, una respuesta desesperada, de la misma manera cuando dijo que había petróleo explotable en Darién.
La realidad abofetea las ocurrencias del Presidente. El derrame en el golfo de México, hecho histórico sin precedentes, llevó al Gobierno de EU –pese a la presión empresarial– a declarar una moratoria sobre nuevas perforaciones marítimas en aguas profundas. Los impactantes hechos del derrame de BP son un claro mensaje a los gobiernos y empresarios del mundo de que el problema ambiental no es un tema de “negocios verdes”, ni de demagogia populista, sino de estrategias de sobrevivencia que deben diseñarse en los marcos de la democracia más profunda, pese a que el peso empresarial quiera desnivelar el estado de derecho.
Recientemente, debatiendo con importantes estudiosos catalanes decía que la especie humana anda en la tierra hace 200 mil años, a lo largo de los cuales ha tenido que elaborar formas de conocimiento y apropiación intelectual de la naturaleza, que incluso alguna parte de esta logra grabarse genéticamente, permitiéndole adaptarse a un medio cambiante. El conocimiento jurídico y político en la gestión ambiental del desarrollo es parte de ello y debiera hoy traducirse en una institucionalidad que consagre los derechos difusos, que son “los derechos de la madre tierra”.
Lamentablemente las preocupaciones de los diputados, del Presidente y del resto de la clase política local es muy ajena a los problemas reales del prójimo: su sobrevivencia como especie en este planeta con condiciones vitales en crisis. Si bien los gobiernos anteriores, en cuanto a la gestión ambiental, manejaban dobles discursos y una hipocresía magistral, en el gobierno “del cambio” esto ha cambiado, dejando a un lado aquellas máscaras para hablar directamente como un buen socio del desarrollo depredador. Su propuesta de eliminar la evaluación ambiental en proyectos que el Gobierno crea de “interés social” es ejemplo de ello; como lo es para Roberto Henríquez, ministro de Comercio, quien ha dicho que no es cierto que la minería produzca daños irreversibles.
En un evidente principio de conflicto de interés que ha hecho trizas las pocas conquistas de la desnutrida democracia panameña, y peor aún, “los derechos de la madre tierra”, hoy el Presidente ofrece a mercaderes, a diestra y siniestra, los recursos vitales que hacen posible la vida en el istmo, lo triste es que cree hacer el bien.
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Este artículo se publico el 6 de junio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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