Ante la reciente tragedia nacional

La opinión de…

Roberto Motta Alvarado

El pasado martes 7 de diciembre, Panamá experimentó las lluvias más torrenciales acaecidas en los últimos 50 años.

El diluvio puso en peligro la seguridad del Canal de Panamá, los puertos, el acueducto del área metropolitana, la Zona Libre de Colón y la mayor parte de la provincia caribeña, la vía Transístmica y los accesos al Puente Centenario. La ciudad de Portobelo, la hidroeléctrica del Bayano y las áreas circundantes fueron severamente afectadas, tanto en sus poblados como en su producción agropecuaria. También fue gravemente afectada la comarca Kuna Yala y el pueblo de Yaviza, en Darién.

Ante estos serios daños, el Gobierno decretó un estado de emergencia nacional. Reparar y reconstruir todas estas infraestructuras requerirá de la inversión de muchos millones de dólares, en consecuencia, el Gobierno debe reconsiderar su plan de inversiones y priorizar en la reparación y reconstrucción de los sectores vitales afectados. Los periódicos y los noticieros de televisión nos presentan los cuantiosos y graves daños que inciden en todos los renglones de la economía del país, a los que urge darle respuesta inmediata.

Si a todo esto le sumamos el grave problema de la recolección de la basura en el distrito capital, la crisis se hace aun más grave.

El Gobierno Nacional debería cancelar, ante la actual coyuntura, proyectos tales como la construcción de la torre financiera, la compra de los corredores, los gastos publicitarios en los medios, algunos subsidios innecesarios, los cinco hospitales (llave en mano) que se pretenden construir, etc.

Escucho, con preocupación, que el Gobierno contempla la idea de solicitarle a la Asamblea Nacional la autorización de elevar el índice de endeudamiento, por arriba del 2.5% del PIB, que se tiene en la actualidad autorizado. A mi juicio, eso sería un craso error, porque elevaría los índices de endeudamiento a niveles que pudieran poner en el peligro el grado de inversión que el país actualmente goza.

Observo, también con preocupación, que el Gobierno insiste en hacer obras por contratación directa, sin el control previo requerido. Esta acción nos conduce de seguro al despilfarro y la corrupción. Muchas de las obras que se están otorgando, carecen de planificación, coordinación y mano de obra adecuada, por consiguiente, visualizamos que muchas de ellas no se terminarán, y se dejará al próximo gobierno y al país una abultada carga financiera.

Ojalá que estas observaciones hagan recapacitar a nuestro gobierno sobre la necesidad de modificar el maratónico ritmo de inversiones que está planeado.

Hay que tener siempre presente el viejo adagio que dice: “El que mucho abarca poco aprieta”.

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<> Este artículo se publicó el 21 de diciembre  de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La cultura de la dependencia

La opinión de…….

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Roberto Motta


Con gran preocupación observo que durante los últimos gobiernos se ha instituido la equivocada política de subsidios a los más necesitados. El criterio utilizado procura aliviar la carga del creciente costo de la vida. Lo que, deliberadamente, se ignora es que los subsidios, una vez otorgados, difícilmente se pueden quitar ya que la mente de quien lo recibe lo considera como un derecho adquirido.

La errónea tendencia de los subsidios crea una peligrosa cultura de la dependencia que es a todas luces perniciosa, pues genera una cadena de concesiones que afectan al erario público. Para los gobernantes de turno resulta muy cómodo dar sin límites los recursos del Estado con el pretexto de que así se hace una mejor distribución del ingreso, es una acción populista en contra de la visión de un estadista que organiza planes justos con metas realizables, al utilizar eficazmente los bienes de la hacienda pública en busca de un desarrollo social sostenible y funcional. Lo correcto es invertir en la producción agropecuaria e industrial, en una red vial y empresas que generen riquezas para todos los panameños.

Lo que falta es una coordinación efectiva de los distintos ministerios y entidades autónomas que las oriente hacia un gran proyecto nacional con metas precisas y competencias debidamente evaluadas.

A mi juicio cualquier subsidio y ayuda debe incentivar la mejor calidad de vida de la sociedad panameña. Así se debe premiar al estudiante que se distingue, a los padres que hacen un esfuerzo para educar a sus hijos, a los maestros que se superan para ser más competentes. Nunca se obtendrán resultados positivos cuando el subsidio o ayuda se da gratis, sin que medie un compromiso o responsabilidad adquirida. Como dice el proverbio chino, no hay que dar el pescado al que tiene hambre… hay que enseñarlo a pescar…

Toda actividad gubernamental debe estar precedida de un estudio objetivo y minucioso que valore las urgencias de las familias más afectadas, una vez seleccionadas se deben establecer los mecanismos de control para favorecer, únicamente a las personas realmente necesitadas. Es preocupante escuchar que en el programa 100 a los 70 se detectaron numerosas irregularidades que obligaron a suspender la entrega por varios meses, así mismo ha sucedido con el bono escolar de 20 balboas y ni se diga con la Red de Oportunidades y el FIS.

La verdadera función de un gobierno debe ser la de servir en la forma más honrada y efectiva para que los recursos del Estado sean consecuentes con la dinámica social, eliminándose la práctica de despilfarrar y robar los mismos. De esta situación podemos mencionar innumerables casos por todos conocidos. Ya los subsidios pasan de 600 millones, al paso que vamos pasará la anualidad del Canal con creces. Estoy seguro de que los calificadores internacionales que evalúan el grado de inversión de Panamá, de seguro tomarán muy en cuenta los altos niveles de subsidio otorgados por el Gobierno panameño.

El reto que los gobiernos tienen para impulsar integralmente el desarrollo del país es considerar, prioritariamente, la educación como vía para concienciar a los ciudadanos en sus responsabilidades, derechos y deberes, a la par de una honesta administración de la justicia y de respeto a los derechos humanos, solo así se podrá fortalecer la auténtica democracia que todos los panameños anhelamos.

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Artículo publicado el 21 de marzo de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Guillermo Endara Galimany, paladín de la democracia

La opinión del empresario….

Roberto Motta Alvarado

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Guillermo Endara Galimany, paladín de la democracia


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En la historia política panameña, pocas veces se ha conocido un gobernante tan humilde, jovial, sencillo y honesto como lo fue Guillermo Endara. Llegó a la presidencia en los momentos más críticos de la historia republicana.

Los bancos cerrados, los comercios destrozados debido al saqueo, deliberadamente, ocurrido durante la invasión, las finanzas del estado en déficit total, la confianza y la moral de la ciudadanía en el piso, las industrias en caos, las instituciones del estado totalmente paralizadas, la fuerza pública desmoralizada, la inversión pública y privada en cero, la confianza del inversionista nacional y extranjero inexistente, etc. Ante estos tétricos escenarios surge la figura del presidente Guillermo Endara, acompañado por los vice presidentes Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford y de un equipo de competentes y honestos funcionarios que al trabajar en equipo logran sacar al país de la anarquía existente.

Gracias a la personalidad firme, paciente, tolerante y conciliadora del presidente Endara, Panamá se recuperó sin mayores sobresaltos y persecuciones. Guillermo Endara fue siempre tolerante con sus adversarios, reabrió los periódicos y propicio una total y amplia libertad de expresión, pero lo más importante a mi juicio, nos hizo recobrar la confianza en la democracia como la mejor expresión para la convivencia pacífica entre los panameños.

Cuchungo, como cariñosamente le llamábamos sus amigos, siempre hizo gala de un gran sentido de humor, su auténtica sonrisa contagiaba a todos y nos daba la confianza para trabajar con entusiasmo. No en vano le llamaron los medios… pan de dulce.

Desde los primeros días de su gobierno estableció las bases para el restablecimiento y respeto de las instituciones democráticas y promovió con su ejemplo el principio de la separación de los poderes y defendió el derecho de disentir a sus adversarios políticos. A pesar de que fue víctima de la violencia de sus opositores nunca persiguió a nadie y en todo momento favoreció la reconciliación dentro de la ley, de la que fue siempre muy respetuoso.

En materia fiscal, recibió las arcas del estado, con un déficit de 900 millones y cuando termino su período dejó más de 1600 millones en caja. La austeridad fue su lema. Con el apoyo de su contralor Chinchorro Carles, el Gerente del Banco Nacional Luis H. Moreno y su Ministro de Hacienda Mario Galindo, este logro fue posible. Trabajó en equipo, aceptó los consejos de sus colaboradores. Siempre se distinguió por su probidad, humildad, sencillez y buen juicio.

Otro logro significativo, fue propiciar las primeras elecciones verdaderamente limpias e imparciales. El candidato de oposición ganó y él, personalmente, como presidente de todos los panameños le entregó la banda presidencial, situación que nunca más se ha repetido. Este hecho insólito, sentó las pautas que han regido en las cuatro elecciones que le sucedieron y que ayudaron a consolidar la democracia panameña que hoy disfrutamos.

Sin lugar a dudas, Guillermo Endara fue un convencido creyente de la democracia. Siempre pensó en el país antes que pensar en él, tuvo la valentía de sacrificarse por su pueblo sin importarle los riesgos que correría y que de hecho ocurrieron contra su vida. A su deceso todos los demócratas como yo, siempre lo recordaremos. Su legado de honestidad y humildad debe ser emulado por todos los políticos que ocupan los altos cargos públicos.

Cuchungo Endara será recordado como el Paladín de la democracia panameña. Su memoria siempre estará viva en las presentes y futuras generaciones panameñas, amantes de la democracia.

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Publicado el 8 de octubre de 2009 en el diario El Panamá América, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Una responsabilidad nacional

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Una responsabilidad nacional

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Roberto Motta Alvarado
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Como ciudadano y empresario, valoro a la educación como el principal recurso del ser humano para su superación personal, además es la indispensable herramienta para el desarrollo eficaz del país. La educación nos garantiza una ciudadanía más responsable y con mayor protagonismo en la vida democrática.

La educación, para ser efectiva requiere de cambios y transformaciones que respondan a los cambios tecnológicos y morales que inciden en el mundo en que hoy nos ha toca vivir.

Así como en nuestras empresas es esencial actualizarnos para competir con éxito, la acción renovadora es vital en el proceso educativo.

En 1984 tuve el privilegio de participar en la fundación del Consejo del Sector Privado para la Asistencia Educacional, entidad creada con el decidido concurso de gremios empresariales tales como la Apede, la Cámara de Comercio, la Capac, el Sindicato de Industriales, la Cámara Americana de Comercio y el Club Rotario de Panamá, entre otros.

Existía la firme convicción entre los empresarios que participamos en su fundación de considerar la educación como una responsabilidad de todos, y que a nosotros nos correspondía ser protagonistas en el mejoramiento educativo. Recomendamos que la educación debía ser elevada a política de estado, de manera que trascendiese a los gobiernos de turno. Así se inició una campaña de concienciación que nunca tuvo el respaldo de los gobiernos democráticos.

Las políticas educativas del país no han tenido ni consistencia ni claridad y menos la implementación requerida. El presupuesto educativo es millonario, uno de los más altos en América Latina, y los resultados son deprimentes, el rendimiento y logros son trágicos, pues no se corresponden con la inversión.

Es un despilfarro de recursos y todo porque en más de 20 años, la educación se ha politizado con el clientelismo electoral, al extremo de escuchar a diario de los grandes escándalos y corruptelas desde el robo de fondos, licitaciones amañadas, planillas abultadas y, en general, acciones educativas contradictorias e inconsistentes con las realidades y necesidades del país.

A raíz de estas prácticas es imposible que la educación avance en la dirección correcta. Nos corresponde exigir como contribuyentes y ciudadanos responsables un cambio cualitativo, el cual debe iniciarse con una reingeniería administrativa y financiera del Ministerio de Educación. No es tolerable que el Ministerio tenga una planilla administrativa de más de 10 mil personas, cuando Colombia, con más de 40 millones de habitantes, la planilla de 3 mil funcionarios la dejaron en 800.

Es urgente poner la casa en orden con criterios programáticos y funcionales, sobre todo en lo administrativo y financiero, así se facilitará la corrección de entuertos como: el nombramiento de docentes no idóneos, la reforma de los planes de estudios, el deterioro de la infraestructura de los centros educativos, la alimentación de los alumnos y la capacitación y actualización de los docentes, entre otros. Estoy convencido de que con el uso responsable y probo del abultado presupuesto con el cual cuenta el Ministerio, las deficiencias y anomalías se pueden corregir.

Así como en la empresa privada realizamos la supervisión y evaluación de nuestros recursos humanos y materiales que nos garanticen una producción de calidad y logros positivos, así mismo debe hacerse en el sistema educativo. Necesitamos una educación que enseñe a pensar, leer y escribir con un pensamiento lógico, con valores éticos de tolerancia y respeto a todos los que integran nuestra comunidad. Que procure el bienestar y seguridad de los ciudadanos. Que aprecie y desarrolle los recursos naturales sin degradarlos. Abogo por una educación que haga del ser humano el centro de su atención, que mujeres y niños tengan igualdad de oportunidades, que hagamos del aprendizaje una acción de toda la vida. En consecuencia, urge dignificar el trabajo de los docentes, profesionalizar sus responsabilidades, apoyarlos en sus tareas creativas y respaldarlos en la difícil acción de formar hábitos y actitudes en una sociedad donde el hogar y la familia como núcleo vital no existe.

Hay que humanizar y democratizar la educación con contenidos curriculares a tono con una sociedad en crisis.

E empresarios, docentes, alumnos, padres de familia y sociedad en general, tenemos el deber de contribuir a la solución del grave problema educativo que tanto afecta a la presente y a las futuras generaciones de panameños.

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Publicado el 22 de julio de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, al igual que al autor, todo el crédito que les corresponde

La inoperancia de la OEA

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La inoperancia de la OEA

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Roberto Motta Alvarado
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Desde la mañana del pasado domingo 28 de junio, cuando me enteré por la cadena de noticias CNN de la separación del presidente de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, me pregunté ¿Qué había detrás de esta drástica acción? De inmediato me comuniqué con amigos hondureños para conocer sus versiones de lo acontecido.

Me extrañó que CNN, durante todo el domingo, se dedicara a informar una sola cara de la moneda. Para esa cadena lo acontecido era un vulgar golpe de Estado militar. Nunca escuché que entrevistaran a los otros protagonistas o a ciudadanos con credibilidad que pudiesen dar una versión objetiva de los hechos.

También me llamó la atención el protagonismo que CNN le dio a las declaraciones de Hugo Chávez. Él, un golpista, atacó y calificó a los militares hondureños de gorilas al igual que al presidente designado, Micheletti. Sus declaraciones no se limitaron a sus conocidas diatribas contra el nuevo gobierno, sino que afirmó con arrogancia que él los derrocaría. Al escuchar sus palabras recordé el sonado golpe de Estado que Chávez dirigió contra el gobierno elegido de Carlos Andrés Pérez. Me pregunté, ¿qué autoridad moral tiene un individuo que actúa como un gorila para criticar a otros gorilas?

Las noticias de la contraparte se dan a conocer el lunes 29. Ese día nos enteramos de la otra cara de la moneda, ya CNN no hablaba de golpe de Estado, sino que reconocía un relevo de poder.

Ante lo acontecido en Honduras, observé la movilización de los miembros del Alba a Nicaragua, dirigidos por Chávez, así como las declaraciones del controvertido secretario de la OEA, Insulza, que lejos de investigar las causas del hecho con miras a buscar una salida en pro de los mejores intereses de los hondureños, se dedicó a condenar el supuesto golpe de Estado. Lo condenable de todas sus acciones es que Insulza conocía los graves acontecimientos que ocurrían en Honduras durante esa semana.

Ya el Presidente había desconocido una orden de la Corte y una reprimenda del procurador. Ignorando estos hechos, la OEA, a través de su concurso, esperó que el conflicto hiciera crisis. Esta actuación de la OEA no es nueva, en 1989 ante las violaciones de los derechos humanos y atropellos que sufríamos los panameños por la dictadura de Noriega, la OEA tampoco hizo nada para buscar una solución a la crisis institucional de nuestro país. En Venezuela a diario se violan los derechos ciudadanos, allí se persiguen y exilian opositores, se cierran televisoras, se les quitan los poderes a los alcaldes democráticamente electos, se expropian empresas, etc., la OEA no hace nada. En Nicaragua, donde Daniel Ortega se roba las elecciones municipales, y viola constantemente la constitución y las leyes tampoco actúa.

Podemos mencionar otros países donde el autoritarismo de presidentes que fueron elegidos por el pueblo van a contrapelo de la convivencia pacífica y de los derechos y principios democráticos. Para muchos de estos presidentes, el ser electos por el pueblo les da una patente de corso para manipular y violar los más caros principios democráticos. En estos casos, una vez más la OEA pasa agachada. Y ni hablar de Cuba, donde hay una dictadura desde hace más de 50 años y lo trágico es que la OEA desea incorporarla a una entidad que Fidel rechaza.

Ante todo esto, me pregunto ¿Para qué sirve la OEA? A mi buen entender, la OEA debe ser un instrumento que defienda los principios democráticos, tal como lo estipula su Carta Magna. En consecuencia debe adelantarse para resolver los conflictos que puedan dar al traste con estos principios. Tal es el caso, cuando no ve ni escucha el clamor de los alcaldes electos de Venezuela acosados por la prepotencia de Chávez. En el caso de Honduras, ha fracasado la OEA, Washington ha tenido que recurrir al presidente de Costa Rica, Óscar Arias, para que medie en busca de una salida a esta crisis. Tengo fe que el presidente Arias logrará una solución creativa y constructiva en beneficio de los mejores intereses de los hondureños.

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Publicado el  12 de julio de 2009 en el diario La Prensa; a quien, al igual que al autor, les damos todo el crédito que les corresponde.