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La opinión de…
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Eduardo Espino –
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Hoy en día, una de las variables más importantes en el análisis y comprensión de las dinámicas de desarrollo de un país o nación es el llamado “capital social” o “capital humano”.
Así es porque ante el avance del modelo democrático y su evolución diversa en los diferentes países que lo han adoptado en las últimas décadas, el enfoque es sobre el factor primerísimo de toda sociedad humana: sus ciudadanos y sus maneras de organizarse para enfrentar los retos de la convivencia diaria. Es ese el punto medular en el cual se destacan las agrupaciones cívicas, las instituciones y su dinámicaparticular.
Nuestra época reclama el organizarnos para ser útiles a la sociedad; seres productivos pero también seres con una proyección ética hacia los demás con el fin de obtener logros individuales y grupales de bienestar.
El altruismo y la solidaridad no nacen de decretos gubernamentales ni de la coacción política; es una reacción psicológica natural en el ser humano. La empatía permite interpretar las emociones ajenas y conducirse hacia objetivos comunes que a la larga son individuales. La sociedad sin ciudadanos organizados para la acción y el trabajo en grupo, es una sociedad con baja calidad de capital social por ausencia de liderazgos positivos.
La inteligencia de una persona no es solo tener altos índices de raciocinio lógico–científico; es también la capacidad de autoconducirse mediante el conocimiento de sí mismo y con un sentido de solidaridad. La inteligencia emocional es el control de las emociones y la capacidad de lograr metas por medio de la cooperación y el esfuerzo personal. Da aptitud para la vida a pesar de no tener Ph D o doctorados.
Las fuerzas del mercado están dando nueva forma a la vida laboral y le atribuyen un valor a la inteligencia emocional para el éxito en el trabajo y la productividad. Por eso la educación emocional es tan importante como la educación en humanidades y ciencias. De nada sirve tener diplomas si no se puede llevar a cabo con liderazgo y la actitud correcta, trabajo en equipo para satisfacer necesidades y obtener logros de cualquier naturaleza.
La riqueza de una nación no depende solo de concreto y acero; ni tanto de la cantidad de lumbreras científicas, sino del emprendimiento de individuos y agrupaciones que llevan buenas relaciones entre sí; es decir, que conviven en un clima de tolerancia y respeto a las reglas básicas acordadas en conjunto.
Tenemos dos mentes: una que piensa y otra que siente; si una falla no hay una conducta funcional, útil o productiva. Muchos sabios no llegan a nada porque no pueden controlar sus sentimientos de arrogancia y no pueden ser lideres para llegar a algún objetivo a pesar de contar con un ambiente adecuado.
Las emociones son esenciales para el pensamiento, y el pensamiento lo es para las emociones; las pasiones aplastan la mente racional. Las personas que no ponen orden en su vida emocional quedan sumergidas en batallas interiores que le afectan en su concentración para eltrabajo y el razonar con claridad.
La inteligencia emocional en cada ciudadano es un componente de vital importancia para el progreso material, espiritual y cultural de una nación. El sistema educativo formal no la toma en cuenta; por ello los resultados no serán del todo satisfactorios.
La armonía y la sabiduría organizativa de una sociedad se logra con el continuo interaccionar dentro de pactos voluntarios y reglas emanadas del debate sano. Se fundan instituciones que permiten aprovechar la máxima ventaja de las habilidades creativas de sus miembros y por lo tanto perfecciona el estilo de vida en democracia.
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<> Este artículo se publicó el 2 de enero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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