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La opinión del Estudiante de Sociología…
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Juvenal Eduardo Torres D. –
Muchos de los integrantes de los grupos políticos actuales de nuestra universidad, provienen de una formación política en la secundaria o conocieron algún dirigente en su año inicial de estudios universitarios. Estos los integraron al que actualmente pertenecen, o en algunos casos, al que pertenecieron, les dieron a conocer la bandera, ideología y siglas y les convencieron que desde la universidad se haría la revolución.
En realidad han existido históricamente en la institución, jóvenes con diferentes perspectivas ideológicas y políticas con un ímpetu de participación, opinión e ideas constructivas, con una militancia constante, fundamentada en firmes ideales y compromisos con su organización, procesos sociales e identidad de clase.
Lo curioso del caso es que en la actualidad se pueden contar los grupos políticos estudiantiles que constantemente muestren un rostro renovado, que trabajen por garantizar un relevo con formación intelectual y principios éticos. En cambio las caras que se ven en la palestra de la política estudiantil son los mismos de la última y antepenúltima década que han sido incapaces de llevar sus palabras y discursos más allá de los predios universitarios.
Con una ausencia, en la mayoría de las agrupaciones nacionales incluyendo la Universidad, de criterios que promuevan el constante relevo generacional, darle espacio a nuevos administradores y portadores de nuevas formas de pensar y actuar, necesario e indispensable en toda organización e institución sin importar su tamaño, nivel o contexto histórico, político y cultural, de lo contrario están destinados a la extinción y desfase en todo los planos.
Aunado a esto, una práctica que ha corroido la beligerancia del movimiento estudiantil, es su domesticidad ante El Magnífico, producto de una práctica poco sustentada o justificada éticamente: el nombramiento de dirigentes estudiantiles en la universidad. Esto no solamente ha generado que diferentes grupos estudiantiles se conviertan en borregos y vasallos, sino que pone en duda su verdadero fin, compromiso “ideológico “y su denominado “Proyecto”.
No pongo en duda que en algún momento su discurso, emanaba de los más emotivos sentimientos revolucionarios. Pero como una ley natural, el que no se adapta a su medio perece, y la universidad se ha convertido en un ecosistema, similar al abismo oceánico donde conviven diferentes seres con particulares intereses que se apartan de la Luz porque, esta les molesta y a la vez que revela su grotesca apariencia.
Lastimosamente la realidad de la universidad hoy es otra, y los intereses de quienes la administran también; unos tratan de reelegirse como autoridades, otros piensan como ganar centros de estudiantes para vivir de sus ganancias mientras otros utilizan su poder de representación en los órganos de gobiernos para negociar beneficios propios.
En este escenario difícil, muchos han dejado, de ser comunistas para convertirse en cómodos funcionarios, de luchadores sociales a burócratas universitarios, de grupos históricamente beligerantes: aquellos “que ni se rinden, ni se venden” a estar alquilados por un salario. Tristemente, después de años de militancia y beligerancia, parece ser que la revolución termina cuando vas a buscar el talonario de pago en la colina.
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<>Artículo publicado el 21 de diciembre de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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