La opinión de…..
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Juan Méndez S.
Yo creo que no hace falta mayor sustento para aceptar que no hay mejor forma de enseñar que con el ejemplo. Cada vez que se habla de la ola de delincuencia y violencia que ataca al país se suele cerrar la discusión con la generalización de que la salud de la sociedad empieza por el hogar. Una vez dicho esto, todos marchan cejijuntos a casa y con el sentimiento del deber cumplido.
En efecto, si todos los ciudadanos tuviesen hogares sólidos y las condiciones para crecer en un ambiente seguro, con profesores dedicados y competentes, con amistades sanas y de calidad humana, con acceso a atención médica y alimentación adecuada, y con oportunidades para el desarrollo profesional, es muy probable que todos fuéramos mejores personas. A su vez, hijos bien educados formarían familias ídem y así sucesivamente.
Cada vez que me toca rumiar esta idea acabo desolado y triste, pensando que tendríamos que empezar el país de cero o esperar generación tras generación para notar el cambio. Todo esto asumiendo que podemos, de alguna manera, capacitar a los cabezas de familia –de estas familias sin cabeza– para que cumplan con lo que decidan, quién sabe quiénes; son los parámetros de esa familia ideal.
En este orden de ideas, y con el propósito de salir de la calle sin salida en que me deja el pensamiento anterior, se me ocurre que al poner de patas arriba el razonamiento se vislumbra una salida plausible. Digamos que en vez de empezar a criar mejores ciudadanos de abajo hacia arriba, de lo particular (la familia) a lo general (el país), lo hagamos a la inversa. Que en vez de esperar que los padres y madres de familia se iluminen y empiecen a trazar derroteros de ciudadanos ejemplares a sus hijos, sean los ciudadanos “ejemplares” los que pongan el ejemplo.
Me parece terriblemente evidente que si los muy públicos líderes nacionales, políticos, empresarios, altos funcionarios, religiosos, profesionales, si fueran ellos los que hicieran gala de aquella conducta que se espera de los que hoy día son pandilleros, al menos estos últimos tendrían una mejor idea de qué rumbo seguir.
En contraparte, si aquellos a quienes se persigue ven que notables líderes nacionales usan el poder político para hacerse aún más millonarios de lo que ya son, al igual que sus familiares y allegados, que destacados empresarios y altos funcionarios se especializan en manipular las leyes para ser más millonarios de lo que ya son, si hay religiosos que abusan sexualmente de los pequeños que se les confía para que los enseñen a ser ciudadanos ejemplares, si los profesionales solo aspiran a un carro mejor, si los maestros del hampa entran del extranjero sin visas ni cortapisas, si tantos de los anteriores hacen nada por nadie y sólo los guía la codicia y la avaricia, entonces la llevamos cuesta arriba.
En fin, qué tanto más fácil sería si los ciudadanos “ejemplares” sencillamente predicaran con el buen ejemplo, pero de verdad.
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Este artículo se publicó el 30 de mayo de 2010 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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