El pecado de ser joven

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La opinión del Profesor…

Sebastián Vásquez Bonilla 

Entiendo que toda actividad o iniciativa humana, por el sólo hecho de ser humana, es imperfecta, por lo que su aplicación podría no favorecer o perjudicar a alguien. Es por ello que nuestros medios de comunicación están saturados de objeciones a todo tipo de acciones con connotaciones sociales, vengan éstas o no del gobierno. Por esa razón en una ocasión critiqué a los que de todo se quejan, olvidándose de las buenas intenciones que posiblemente tengan aquellos que al menos han tomado la iniciativa de hacer algo.

 

Traigo a colación lo anterior porque deseo manifestar mi queja por el uso del llamado “pele police”, pero no porque estoy en desacuerdo con su utilización, sino porque considero que su uso es excesivo y discriminatorio, en particular hacia los jóvenes.

Entiendo la instalación de un retén policivo en un área donde ha ocurrido un acto delictivo. Lo que no puedo aceptar es que se ubiquen con carácter permanente en puntos estratégicos, mucho menos cuando los operativos se realizan en horas de mucho tránsito vehicular. Me pregunto a quienes capturan si los maleantes saben que están allí. La policía debe canalizar los pocos recursos que cuenta en acciones más productivas.

Sobre el famoso “pele police”, tengo entendido que en otras latitudes la policía busca los delincuentes distribuyendo sus fotos entre cada uno de los miembros de la institución. En Panamá se le pide identificación a cualquier ciudadano para saber si es delincuente.  ¡No puede ser!   Nos encontramos doblemente asediados, por los delincuentes y por la policía, donde los jóvenes pagan la peor parte.

He sido testigo de cuán exhaustiva es la requisa de un automóvil cuando éste es ocupado por jóvenes.   Durante varios días también fui testigo del hostigamiento al que fueron objeto los jóvenes que caminaban por la Gran Terminal,   aun cerca de las 10 de la mañana, cuando posiblemente se dirigían a sus trabajos en dicho lugar. Fue evidente la expresión de frustración en algunos de ellos, porque hasta yo me preguntaba ¿por qué no se van a molestar donde están los maleantes?   Uno de esos jóvenes no se tomó la molestia de guardar su cédula en la cartera y la mantuvo casi a la vista de su bolsillo delantero, listo para mostrarla.

He podido observar que la actitud de los policías depende de la forma en que se visten los jóvenes, particularmente si llevan pantalones cortos o gorra, y mientras más negrito es el “pelao” peor es el asunto; lo cual es una clara violación a sus derechos humanos y constitucionales.     Expreso mi crítica porque tengo la percepción de que no hay buenas intenciones con estas acciones, sino que lo que se busca es protagonismo, donde la policía sólo quiere hacer ver a la mayor cantidad posible de personas que está trabajando.    Como a mí no me prestan atención, tendré que aceptar con resignación si alguien me dice que yo “ya no despierto ni sospechas”.

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<>Artículo publicado el 24  de enero de 2011   en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Antídoto político para un envenenamiento

La opinión de…

 

Sebastián Vásquez Bonilla

Me llama la atención que en el caso del envenenamiento masivo en la Caja de Seguro Social (CSS) las víctimas aún no han sido resarcidas satisfactoriamente.   Es un caso en el que no hay duda de quiénes fueron los afectados ni de quién es el culpable, el Estado; lo que me permite cuestionar el trabajo de los abogados en favor de las víctimas.

Estamos hablando de un envenenamiento ocasionado en una entidad pública, perpetrado por funcionarios públicos a asociados que pagaron por un servicio. No entiendo cómo el Estado rehúsa darle una pronta atención a este caso, donde tratan a las víctimas como si hubieran adquirido la enfermedad (o la muerte) por conducir borracho, por una riña callejera, por una sobredosis de droga o por un acto sexual. Señores de la CSS, esa gente fue a sus instalaciones en busca de un medicamento para mejorar su salud y en su lugar ustedes les dieron un veneno. ¿Eso no les causa ningún pesar?

Entiendo que el Estado quiera buscar atenuantes por el error cometido o ponerle nombre y apellido a los responsables pero, ¡por favor!, ¡ya basta!, devuélvanle algo de lo que inocentemente se le arrebató a esa gente. El Estado debe primero cumplir con las víctimas que ha ocasionado y luego tratar de recuperar su dinero de los responsables directos, sean estos ejecutivos, farmacéuticos, vendedores, españoles o chinos.

No me sorprendería que detrás de todo esto estén involucrados políticos de oposición tratando de “pescar en río revuelto”, lo que me hace pensar que a los gobiernos de turno les preocupa que al compensar a los afectados alguien de oposición gane créditos. Me imagino que también hay oportunistas “juega vivos” que quieren hacerse las víctimas de un jarabe que nunca tomaron, a quienes el gobierno no quiere darles dinero. Sobre esto puedo decir que cualquier experto en estadística podrá demostrar que la cantidad de asegurados que no se enteraron de que fueron envenenados por esos “jarabes” o que, simplemente, no quisieron presentar su denuncia es superior a los infiltrados como víctimas; así que ¡por favor! paguen a esas personas lo que se merecen.

Pienso que este caso aún no se ha resuelto, porque está en manos de políticos, por tal, “la solución” será política y nunca será justa ni de contenido social. No se puede decir que no hay dinero, porque hemos visto cómo han salido los millones para personas que poco cotizaron para la CSS e, incluso, para personas que nunca pagaron impuesto.

Avergüenza decirlo, pero el problema está en que los envenenados son pocos.   Los afectados no representan tantos votos como los jubilados y los no jubilados mayores de 70 años. A los gobiernos de turno les duele dar tanto dinero a unas cuantas personas, aunque se lo merezcan. Ellos prefieren dárselo a otros que no se lo merecen, después que generen muchos votos. ¡Qué asco!

Lo anterior me recuerda una ocasión en que la Universidad de Panamá logró que el gobierno le diera una partida extraordinaria para desarrollar las áreas científicas. El apoyo se dio pero condicionado a que el mismo se invirtiera en los cursos básicos, dejando las necesidades de los cursos avanzados y de las investigaciones en segundo plano. Dado el hecho de que el apoyo se ofreció previo a las elecciones presidenciales de ese entonces, no me quedó duda de que los gobernantes de esa época preferían comprar miles tubos de ensayo para cientos de estudiantes de primer año, que seguramente no terminarían la carrera, que comprar un aparato para una docena de estudiantes graduandos o investigadores. Así es como ellos se manejan.

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<> Este artículo se publicó el 11  de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Los mayores deben dar el ejemplo

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La opinión del Profesor del Departamento de Química y Física de la Universidad de Panamá….

Sebastián Vásquez Bonilla 

Que dicha la de ser independiente, ni tener ambiciones políticas, porque ello me permite expresar mis ideas con toda libertad. En esta ocasión manifiesto mi repudio a la forma desmedida y con matices antojadizos y caprichosos, propios de su avanzada edad, con la que un grupo de adultos mayores anuncia y cierra las calles cada vez que le da la gana.

Lo hacen sin medida porque saben que ningún gobierno, por razones políticas, se atreverá a hacer cumplir la ley y porque saben que los agentes del orden público temen que en una acción represiva alguien no aguante lo que se buscó y termine en el hospital sin siquiera ser tocado. Recurrir a la compasión pública para hacer lo que les dan las ganas es un acto tan cobarde como el que han hecho algunos militares en guerra, al utilizar escuelas como escudos de puntos estratégicos; porque saben que sus enemigos no los bombardearán.

Todo ello ocurre cerca de dos centros educativos, para los cuales no ha habido paciencia para reprimir cualquier cierre de calles. Curioso… ¿Verdad? ¿Qué ejemplo le estamos dando a esos jóvenes? Definitivamente, con constancia veo que en mi pueblo la “ley del embudo” se aplica en todos los niveles.

¿Serán justas sus aspiraciones? No estoy seguro. De lo que sí estoy seguro es que ellos violentan mis derechos por recibir la pensión por la que han pagado, bajo reglas vigentes que en su momento aceptaron, y no me parece justo que ahora digan que nosotros tenemos que pagar por lo que ellos, cuando jóvenes, no hicieron. Salvo contadas excepciones, cualquier anciano que en estos momentos no tiene con qué vivir es porque no cumplió con su parte ni como padre ni como ciudadano cuando estaba en su edad productiva. Me pregunto ¿cuánto y cómo habrán desperdiciado sus vidas? y ahora pretenden que las nuevas generaciones paguen por ello.

Mis padres criaron a sus hijos a punta del calor de la estufa de una fonda. Mi padre las trabajó tomando sólo libre los Viernes Santos y los Años Nuevos. Mi madre, desde luego, durante ese tiempo no tuvo ningún día libre. Ellos tienen una jubilación como la de aquellos que culpan a otros de todos sus males, pero mis padres no dependen de esa jubilación porque administraron bien sus vidas y educaron a sus hijos. ¿Por qué otros no hicieron lo mismo?

Estoy consciente de que vivimos en una sociedad injusta, pero también debo reconocer que éste es un país de oportunidades para salir adelante y el que no lo logró es porque no quiso. Prueba de ello es la cantidad de extranjeros que viene a Panamá en busca del “sueño americano”, sueño que pareciera otros nunca buscaron. Es por ello que les exijo a esos engreídos que no se aprovechen de su edad y permitan a los que no queremos terminar como ellos a que podamos transitar libremente.

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<>Artículo publicado el 13  de noviembre  de 2010  en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/vasquez-b-sebastian/

Más sobre el aceite de cocina usado

La opinión de….

Sebastián Vásquez Bonilla

Una de las razones que me motiva a continuar escribiendo artículos de opinión es el hecho de que luego de mis publicaciones, a corto o mediano plazo, observo alguna evidencia que me dice que alguien ha tomado en cuenta mis opiniones. Desde luego, en la mayoría de los casos solo he puesto un granito de arena en un clamor popular.

El ejemplo más elocuente lo encontré al leer una noticia recientemente publicada en La Prensa, en donde se anuncia que el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (Mida) producirá biodiésel a partir de aceite de palma y aceite de cocina usado. La noticia sale dos meses después de la publicación de mi artículo “El aceite de cocina usado no es pienso”, en el que denuncio el uso de este aceite como alimento de ganado, cuando hay la alternativa de convertirlo en biodiésel. Felicito al Mida por esta iniciativa porque reduce nuestra dependencia del petróleo y, sobre todo, porque es en beneficio de nuestra salud.

Estimo oportuno dar algunos consejos sobre cómo reducir en casa la formación de las toxinas identificadas en aquel artículo (compuestos aromáticos policíclicos, dioxinas, PCB, etc.).   De nada vale que nos preocupemos por no consumir carne animal con alto contenido de esas toxinas si en casa no tomamos las medidas necesarias para reducir su formación al cocinar. Podríamos comenzar con no reusar tanto el aceite, así como no cocinar demasiado nuestros alimentos.   Sé lo riquísimo que es una tortilla bien frita, pero no debemos comerla todos los días.   Sé lo sabroso que es un crujiente “concolón” o pan bien tostado, pero tampoco debemos comerlos todos los días. Recordemos que el problema está en llevar el alimento a ese color dorado que tanto nos gusta, peor aún si lo quemamos parcialmente. Es allí donde se producen las toxinas antes mencionadas.

Luego de aquel artículo también fui informado de que algunos empresarios utilizan aceite de cocina usado como combustible de caldera.   Esta es una práctica prohibida en otros países, debido a que la formación de las toxinas antes indicadas es aún mayor en las zonas más frías (menos calientes) de una caldera, como lo son los intercambiadores de calor.   En esos países solo se permite el uso del aceite vegetal usado como combustible en hornos de plantas de cemento y en incineradores en los que se alcancen temperaturas suficientemente altas como para evitar la formación de dioxinas, y aun en tales casos, los procesos de combustión deben contar con sistemas para controlar las emisiones del ácido clorhídrico (ácido muriático) que se produce a esas elevadas temperaturas. Recordemos que el aceite de cocina usado contiene mucha sal (cloruro de sodio), donde el cloro se convierte en dioxinas en las zonas más frías, y en ácido clorhídrico, en las zonas más calientes de una caldera.

Espero que las autoridades panameñas tomen las acciones correspondientes para prohibir esta mala práctica que está contaminando aquellas comunidades que se encuentran alrededor de empresas con ese tipo de calderas.   Espero que no hagan caso al pretexto de que el bunker está muy caro y que el aceite de cocina es una alternativa para ofrecer productos más baratos a la población.

Esa es una excusa similar a la de los pesticidas, donde se utilizan razones económicas para justificar el uso de insumos baratos, aunque terminen intoxicándonos.

<> Este artículo se publicó el 16  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/vasquez-b-sebastian/

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Temor a lo correcto

La opinión del Docente….

Sebastián Vásquez Bonilla

Cuando al principio de año muchos autos circulaban sin placas por razones ya conocidas, indagué a un amigo al respecto, quien me manifestó que algunos estaban aprovechando la oportunidad para que, en caso de un accidente, poder darse a la fuga sin ser identificado.   No obstante, estaba convencido de que la mayoría de aquellos que decidieron no portar su placa no tenían la intención de cometer un delito, sino que querían tener la opción de no ser identificados en caso de un problema.

Lo anterior lo asocio a cuánto incomoda a muchas personas el no tener otras opciones que hacer lo correcto en cualquiera actividad. En una ocasión le pregunté a un amigo del porqué no había sido director de su departamento, a lo cual me respondió que él no quería tener enemistades por hacer lo correcto, que algunos de sus colegas tampoco querían que viniera con reglas posiblemente no agradables y que a sus superiores tampoco les agradaría la idea porque él no se prestaría para chanchullos políticos.

En otra ocasión un superior me manifestó que me había considerado para ser miembro de la comisión de disciplina, a lo cual le indiqué que de ser nombrado en ella pondría en el banquillo al que haya que poner.   Nunca más me habló del tema.

En otra situación una directora de escuela le manifiesta a mi jefe su desacuerdo con que este servidor les diera clases a sus estudiantes.   Al darme cuenta de que lo que más le preocupa a ella eran mis exámenes, le manifesté que los confeccionaría en coordinación con los profesores que habían dictado el curso anteriormente.   “Te invito a supervisar mis clases” le sugerí, pero todo fue en vano. La situación me pareció muy extraña, hasta que un colega me comunicó que esa era una carrera con pocos estudiantes y “no muy aventajados” y que a ella le preocupaba que si el número de estudiante se redujera aun más, la carrera se cerrara.

Una de mis mayores desilusiones como educador es el tener la percepción de que algunos de mis estudiantes preferirían tener un profesor que se doblegue ante presiones, ceda ante influencias o se venda por dinero o sexo; aunque no tengan la intención de hacer uso de esas “alternativas”. Pareciera que incomoda el saber que la única forma de pasar un curso es estudiando.

También he tenido la percepción de que a otros les preocupa el hecho de que escribo artículos de opinión, al punto que de que me he sentido discriminado por quienes temen que me entere de algunas cosas.   Puedo imaginarme que se siente como si un periodista estuviese merodeando por sus andares.   Me resulta irónico que muchos de aquellos que recriminan a otros por hacer lo incorrecto, sean los mismos que le temen a los que se conducen por lo correcto.

<> Artículo publicado el 23  de septiembre de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos,    lo mismo que al autor,   todo el crédito que les corresponde.

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El aceite de cocina usado no es pienso

No leyó mal, estimado lector, algunos alimentan su ganado con estiércol de pollo.   Más espeluznante me resultó ver un noticiero televisivo, en el que se presentaba unas vacas “pastando” en un vertedero.   Sorprendente verdad? Leámos completamente el artículo de opinión de…

Sebastián Vásquez Bonilla

En cada uno de mis proyectos sobre reciclaje, me he encontrado con todo tipo de prácticas inadecuadas e ilegales.   En una ocasión investigaba sobre el uso de cierto material para granjas avícolas y, al visitar una de ellas, me encontré con la sorpresa de que lo que se conoce como gallinaza (desechos de pollo con afrecho de arroz) se mezcla con melaza para alimento de ganado.   No leyó mal, estimado lector, algunos alimentan su ganado con estiércol de pollo. Más espeluznante me resultó ver un noticiero televisivo, en el que se presentaba unas vacas “pastando” en un vertedero.

Recientemente, en otro proyecto, al buscar aceite de cocina usado para convertirlo en biodiésel, me encontré con que gran parte de dichos aceites también son mezclados con melaza para alimento de ganado.  En este estudio tuve la oportunidad de ver las condiciones insalubres de algunos de esos aceites, particularmente los provenientes de pequeños restaurantes.

Pude observar que, en algunos casos, los aceites son adulterados con todo tipo de material orgánico e, incluso, con agua para aumentar su volumen.   En ocasiones, los aceites estaban tan contaminados que decidía no utilizarlos para hacer biodiésel. Aquellos productores que piensan que utilizan aceite de cocina usado en buenas condiciones, deben leer lo siguiente.

Cuando un material vegetal o animal es sometido a altas temperaturas, la pirólisis del mismo forma una serie de compuestos, entre los cuales se encuentran los hidrocarburos aromáticos policíclicos.   Si el material contiene cloro, también se forman dioxinas y policloruros de bifenilo (PCB). Una situación similar ocurre en el proceso de cocción de un alimento, en mayor o menor grado, dependiendo de las temperaturas utilizadas.

La formación de dioxinas y PCB es más pronunciada en la cocción, por las altas concentraciones de cloro en los alimentos (proveniente de la sal, cloruro de sodio).

En adición a los productos de pirólisis antes mencionados, las grasas o aceites pueden degradarse a monómeros cíclicos de ácidos grasos libres, oligómeros y polímeros de los triglicéridos; así como óxidos de esteroles, entre otros.   Algunos de estos compuestos son tan tóxicos que se monitorean a niveles de picogramos. En adición a ello, los ácidos grasos naturales (de estructura cis) pueden convertirse en ácidos grasos trans, de demostrada ingerencia en la formación de colesterol.

El problema de los compuestos antes mencionados está en que en su gran mayoría son liposolubles y no biodegradables, por lo que se acumulan en los tejidos grasos de los animales que los consumen y en nosotros al consumir dichos animales.

Es por ello que la práctica de alimentar animales de consumo humano con aceites usados en procesos de cocción está prohibida en muchos países, y ya es hora de que Panamá adopte tales medidas.

Otra de las razones por las cuales en muchos países se prohíbe el uso de aceite vegetal usado como alimento de ganado es la sospecha de que el llamado “mal de las vacas locas” ha sido debido a que la vaca, por ser un animal esencialmente vegetariano, es fisiológicamente alterada al consumir productos cárnicos; muy particularmente, si contienen residuos de vacas (efecto canibalismo).

Afortunadamente, tengo conocimiento de que muchas de las grandes empresas dedicadas a la producción de carnes de consumo humano no utilizan aceite vegetal usado como alimento de sus animales, posiblemente por las restricciones internacionales; pero, ¿qué hay de las otras?

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Este artículo se publicó el 4 de agosto de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Los golazos del mundial

La opinión del profesor…

Sebastián Vásquez Bonilla

Mi evaluación del primer año de gestión del gobierno es positiva, pero así mismo manifiesto que nunca ha sido, ni será, el cambio que tanto se promovió.   Este gobierno no puede atribuirse “un cambio”, cuando ha seguido la misma práctica de aprovechar la distracción del pueblo para aprobar leyes, no necesariamente porque sean malas, sino por temerle a la reacción popular. La oposición le “ha robado el mandado” al gobierno al llamar las recientes reformas legislativas “ley 9 en 1”, porque con sólo fustigar una de ellas, todas quedan manchadas.

La reforma a la ley ambiental ha sido el peor error de la actual administración, cosa que no me sorprende, porque ellos piensan que “la ANAM sólo sirve para obstaculizar el progreso”.   Se le da al gobierno atribuciones para hacer obras, no otorgable a la empresa privada, como si los gobernantes, por el sólo hecho de hacer una obra social, no tuviesen malas intenciones.   Imaginémonos un representante que en campaña tiene la libertad de construir una cancha deportiva donde le de la gana. A él sólo le preocupará ponerla donde obtenga más votos, sin importarle los efectos ambientales.

Se priva a la empresa privada a hacer lo mismo, supongo por la preocupación de que el empresario sólo piense en sus intereses. ¿Cómo se entiende esto si tenemos un presidente empresario?

El gobierno admite que le faltó divulgación a sus leyes, lo cual se debió a que se sentían seguro de que estaban metiendo un golazo. Me tomaré la libertad de sustentar una de esas reformas. Me pareció acertada que se eliminara la suspensión temporal de un agente de la policía, quien en el ejercicio de sus funciones, hiere mortalmente a un delincuente. ¿Cómo es posible que a un funcionario se le suspenda por hacer su trabajo?   El educador que no esté de acuerdo con esa reforma debería aceptar que se le suspenda cada vez que tiene un estudiante fracasado.

La ley debería extenderse a cualquier ciudadano. Si disparo a un “mal nacido” que se introduce a mi casa para hacerle daño a mi familia quedo preso temporalmente, hasta que se demuestre que actué en defensa propia. O sea, sería culpable hasta que demuestre lo contrario. ¡No puede ser!

Se ha hablado tanto de los golazos del gobierno, pero lo que más me entristece es que en realidad el pueblo se ha metido sus propios penaltis, al abandonarse ante un mundial; atribuyéndoles a unos oportunistas la misión de defendernos. Separo a los ambientalistas del ese grupo de oportunistas, pero les aconsejo que no hagan tratos con el diablo por el sólo hecho de compartir intereses. He sido ambientalista de palabra y de hecho, pero no tengo la intención de manifestar mi oposición a una acción de este gobierno en compañía del Suntracs y del PRD.

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Este artículo se publicó el  7  de julio de 2010 en el diario  El Panamá América,  a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

¿Ganaste?¿Sabes qué?, perdiste

La opinión de….

Sebastián Vásquez Bonilla

“La mujer bonita es como el camarón, elegante al caminar, de carne muy preciada, pero tiene la cabeza llena de humo”. “No hay mal que por bien no venga”. “Dios le da barba al que no tiene quijada”. Estas expresiones, y otras que el lector recordará, tienen un denominador común: cuando se gana algo, algo más se pierde.

La primera frase se evidencia en aquellos certámenes de belleza, donde algunas concursantes han demostrado que no son más que una cara bonita; la segunda se aprecia cuando aprendemos de una mala experiencia y la tercera la usamos al observar cómo una persona con alguna discapacidad logra superarse. Adicionalmente, todos sabemos lo caro que ha pagado Estados Unidos por ser la Nación más poderosa del mundo.

¿Será que nunca ganamos o perdemos? En verdad ese no es el mensaje. Pierde aquella mujer hermosa que “pone todos los huevos en una canasta”, al pensar que tiene el mundo a sus pies por tener una cara bonita. Gana aquel que ante la adversidad se hace más fuerte.

La situación se agrava cuando lo que se gana es excesivo y repentino, como lo que usualmente le ocurre a aquellas personas que de pronto se han vuelto millonarias o famosas. De todos son bien conocidos los múltiples casos en que personas “agraciadas” con una u otra dicha terminan con la vida destruida, por no saber manejarla. Me reservo algunos nombres.

Imagínese que usted de pronto se gana 100 millones de balboas.   Sus problemas comienzan de inmediato al tener que decidir si invierte el dinero o simplemente lo coloca en un banco. Si lo invierte tendría que buscar a alguien de confianza y que sepa cómo cuidar su inversión. ¿Lo tiene? Si opta por depositarlo en un banco pensaría en un banco que esté libre de esa quiebra que ocurre a diario. ¿Sabe cuál?

Además, tendría que hacer de su casa una fortaleza, contratar guardaespaldas para sus hijos y en última instancia podría decidir dejar todo el ambiente donde creció para mudarse a otro lugar o país.

Lo irónico es que si usted decide regalar el dinero por las consecuencias que éste le acarrearía, medio mundo lo llamaría estúpido. “De todas maneras la carabela es ñata”, ¿verdad?

Cuando era estudiante admiraba a aquellos compañeros de clases que eran sobresalientes, pero en realidad me alegro de no ser un genio en química, porque seguramente algo muy valioso habría perdido por ello. Me agradan las manifestaciones a favor de algunos lectores sobre mis artículos, pero no me gustaría ser un escritor famoso.

Mi personalidad tampoco me permitirá ingresar a la política, por lo que también estoy vedado al poder, lo cual no me preocupa, porque ya alguien dijo, posiblemente por experiencia personal, que “el poder embrutece”.

Algunos me criticarán por temerle a la fama, la riqueza y el poder y lo entiendo, pero me siento muy bien como estoy y no quisiera perderlo.

Pareciera, entonces, que la ley de acción y reacción en todo momento se aplica, con una aparente búsqueda de un equilibrio, pero en realidad no lo es del todo así; porque si así fuera el mundo no evolucionaría.

Esa evolución sólo será positiva si somos capaces de evaluar las consecuencias de lo que supuestamente se gana y de aprovechar la experiencia de lo perdido.

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Este artículo se publico el 19 de junio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Inteligencias y habilidades

La opinión del Docente Universitario…..

Sebastián Vásquez Bonilla

Mucho se ha hablado de las inteligencias múltiples, de las cuales tengo algunas dudas, porque soy de la opinión de que sólo hay una inteligencia, en mayor o menor grado, de acuerdo al desarrollo y conjugación de aquellas que considero simples habilidades.

Se me hace difícil aceptar que un adulto pueda tener “inteligencia” numérica y que en todas las demás no supere a un niño de 4 años. El mejor ejemplo es aquel autista que puede realizar cálculos mentales extraordinariamente rápidos, pero no es capaz de hacer un simple mandado en la tienda más cercana a su casa.   Se me hace igualmente difícil considerar que una persona sea muy inteligente, por tener bien desarrolladas 6 de las supuestas inteligencias, pero carece de toda habilidad lógica-matemática.

Personalmente separo a las habilidades manuales del resto de las habilidades psicomotoras, por el hecho de que las manos es la parte del cuerpo humano que más conexión tiene con el cerebro y porque muchos animales podrán hacer sorprendentes acrobacias, pero ninguno podrá hacer lo que hace un artesano.   De todas las llamadas inteligencias múltiples, la única que podría considerar como tal es la inteli gencia intrapersonal, porque es la que le permite al individuo reconocer sus debilidades y así tomar acciones para mejorarlas o al menos contrarrestarlas reforzando otras habilidades.

Comúnmente se califica a reconocidos científicos y letrados como “genios”, a los cuales admito que sumé a algunos deportistas, porque eran capaces de realizar proezas inimaginables para mí. Con el devenir de los años y la revelación de la vida privada de muchos de ellos descubrí que sólo tenían habilidades innatas.   Desde entonces admiro las habilidades o destrezas de personas extraordinarias, pero me reservo la admiración del individuo hasta que lo conozca personalmente o tenga información de sus acciones fuera de su profesión.

Como educador he podido identificar estudiantes con habilidades lógica-matemáticas, quienes en situaciones muy particulares dicen sentirse “brutos”, a lo cual les insisto que son simples debilidades. Afortunadamente, la experiencia me dice que esas situaciones son excepciones a la regla general, que me dice que un estudiante extraordinario usualmente es muy bueno en casi todas las habilidades. Ello me permite, desde los primeros días de clases, saber si tendré un grupo que me rendirá satisfactoriamente, con sólo ver su grado de autoestima, la forma como hablan, su conducta, etc.

Cuando recibí mi título doctoral quedé sorprendido al observar que el mismo no decía “Doctor en Química” como esperaba, sino “Doctor en Filosofía”. Comprendí que se me había otorgado un grado académico que me decía que era más que un químico, lo que me hizo pensar que tenía que ganármelo. Esa fue una de las razones por las cuales decidí escribir artículos de opinión.

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Este artículo se publicó el  27  de mayo de 2010 en el diario  El Panamá América a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Cambios químicos y políticos

La opinión del Químico…..

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Sebastián Vásquez Bonilla


Recientemente leí con mucha satisfacción un artículo en La Prensa, el que un economista hace uso de la ley de oferta y demanda para demostrar que de nada valdrá la lucha contra el narcotráfico (la oferta), si no se hace lo propio contra la drogadicción (la demanda).

Me satisfizo porque en mi profesión, la química, muchas de sus leyes me han permitido tener una mejor visión del mundo que me rodea e invito a otros profesionales a hacer lo mismo y desde luego compartirlo. Advierto que no será fácil. Veamos un ejemplo.

Para que una reacción química se realice se tiene que aplicar energía para lograr un estado de transición entre los reactivos y productos. Una vez lograda esa transición, la reacción prosigue libremente sin necesidad de energía, por el contrario, libera parte o toda la energía que absorbió. A esa energía aplicada se le llama energía de activación, y de su magnitud dependerá la velocidad con se realice la reacción.

Lo anterior es aplicable a toda transformación de la materia. Cuando Ud. deja un trozo de hierro o cobre a la intemperie, el hierro se oxida más fácilmente porque su energía de activación es mejor. Los alquimistas no pudieron convertir el plomo en oro simplemente porque esa barrera energética es muy alta e implicaba una serie de procesos nucleares, que produciría además una gama de productos secundarios.

En este momento el lector puede sostener la hoja de periódico, sencillamente porque existe una enorme barrera para que el periódico no se convierta en otra cosa. Pero esa barrera no es insuperable, porque con el tiempo el papel sufrirá una transformación y posterior deterioro.   Una mesa no se convierte en silla ante su mirada, al menos que se aplique energía para cortar la madera y se hagan los cambios correspondientes, con la subsecuente formación de subproductos.  Fue por ello que en una ocasión me atreví a decir que era imposible que la glicerina se convirtiera espontáneamente en dietilene glycol, catalizada por el cobre presente en el recipiente, como se trató de decir en aquel caso de la CSS.

Asociemos este principio a nuestra política post-dictadura. Si hemos tenido gobiernos muy similares es porque hay una barrera que impide el cambio en sus formas de gobernar. Para lograr ese cambio se requerirá de mucha energía (si lo queremos pronto) o mucho tiempo. El Gobierno ha admitido lo que no dijo en campaña, que el cambio no es fácil, por lo que se deduce que se ha optado por un cambio lento en lugar de uno violento.

Veamos cómo el Gobierno perdió la oportunidad de lograr un cambio más expedito. Cuando se quema un combustible no es necesario aplicar energía para romper la barrera arriba indicada en cada una de las moléculas del combustible. Basta una chispa para iniciarla, porque la energía liberada por las primeras moléculas será suficiente para activar la combustión de las otras moléculas. Se desarrolla una reacción en cadena.

El actual gobierno tuvo esa chispa con aquel “mazo” al inicio de su gestión, que le pudo permitir continuar con poco esfuerzo todos los cambios deseados, si estos fueran en realidad de carácter social. En su lugar, se dejó vencer por la sed de poder y se desvió al control político. Ello dificultó la aceptación de las recién aprobadas reformas tributarias.

Si el Gobierno ha optado por cambios lentos pero firmes y espontáneos, también debe fijarse en las leyes químicas. Los cambios químicos serán más viables si se favorece la diversidad, la aleatoriedad y la distribución de la energía. Eso no será posible en política con la concentración de poderes.

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Este artículo se publicó el  17  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

¿Transformación curricular?

La opinión del Catedrático….

Sebastián Vásquez Bonilla

Los resultados ya esperados de las pruebas de admisión de la Universidad de Panamá me hacen recordar un curso que dicté para una carrera nueva, cuyo director, luego de las primeras semanas de clases me dice: “Trátelos como a los estudiantes de medicina”, a lo cual respondí: “no creo que la mayoría de ellos aguante esa presión… no veo en ellos ni la aptitud ni la actitud de un estudiante de medicina”. “No importa, queremos iniciar bien esta carrera, sólo queremos estudiantes buenos”, refutó el director orgulloso por su carrera. Lo resultados no se hicieron esperar, con una mayoría fracasada.

Los estudiantes lograron que se les pusiera un examen extraordinario, con el apoyo del director, a quien le preocupaba que la carrera se cerrara por tener pocos estudiantes. Al indagar al profesor que administró dicho examen sobre los resultados respondió: “Sólo pasó uno, y eso porque lo pasé, ya que sacó 70”. “Seguramente dirán que no pasaron el examen porque yo no hice un buen trabajo durante el semestre”, le comenté. “No pueden decir eso porque les puse un examen de secundaria”, puntualizó el profesor.

Esa experiencia la asocio a otros hechos dados en la UP, donde esa institución, consciente de la poca preparación de los estudiantes que recibe, opta por los llamados cursos de capacitación; curso que posteriormente se extendió a un semestre, dada las presiones de los profesores, quienes no veían los frutos de los primeros. Por las mismas razones, el curso de un semestre fue posteriormente eliminado. Ahora hay quienes abogan por un año de preparatoria, a lo cual me opongo porque estoy seguro que los resultados serían los mismos.

Me preocupa observar que la llamada “transformación curricular” que desea implementar el Ministerio de Educación pareciera estar concentrada en el número de bachilleratos que ofrecerán a nivel medio, cuando para mí es evidente que estamos recibiendo estudiantes que no saben interpretar una lectura, no saben abstraer un concepto o idea de una situación y mucho menos aplicarlo. He observado que de nada vale hacer preguntas “extraídas” del texto, porque sólo podrían responder al contenido si lo copio textualmente y dejo un espacio para que lo completen; porque así es como lo hacen en secundaria.

Estoy a la espera de recibir estudiantes más críticos. Estoy cansado de recibir estudiantes que no debieron siquiera haber obtenido el diploma de secundaria. Espero que la actual ministra no siga la política de sus antecesores, quienes inventaron todo tipo acciones paternalistas para asegurarse de que durante su administración no hubiese muchos fracasos. Señora Ministra, entiendo que Ud. se siente muy orgullosa de haber logrado que los estudiantes reciban esa mochila, libros y el bono de 20 dólares; pero puedo asegurarle que eso no cambiará la preparación de los estudiantes. Ocurrirá lo mismo que ocurrió con las muy buenas intenciones de la Universidad para preparar a los estudiantes que recibimos. Lo que necesitamos son estudiantes con capacidad de análisis, y eso se puede lograr hasta en la escuela más remota del país.

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Publicado el 6 de marzo de 2010  en el Diario El Panamá América a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

¡Cómo cambian los tiempos!

La opinión de…..

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Sebastián Vásquez Bonilla

En primer lugar, aclaro que las ideas aquí presentadas son vivencias muy personales que sólo responden a una generación de una clase social muy particular, que podría no concordar con la del lector. Tengo 57 años y mi vida social la inicié al ingresar a la escuela pública, donde gané muchas amistades que ubicaría en lo que se denomina clase trabajadora.   Recuerdo que al visitar a un amiguito era usual encontrar en casa a su madre como ama de casa de poca escolaridad, como lo ha sido mi madre; y al caer la tarde, se presentaba el padre con claros signos de cansancio, debido a un trabajo evidentemente físico; como también lo hizo mi padre.

Mis amigos y yo hemos crecido y con mucho esfuerzo nos hemos educado para ser profesionales, por lo que no necesariamente llegamos a casa tan agotados. En adición a ello, nos hemos casado con mujeres profesionales, y por tal no están en casa tanto tiempo como lo hicieron nuestras madres, y en un gran porcentaje (posiblemente la mayoría) no están ellas o el padre debido a un divorcio.   Ello me hace meditar si los matrimonios de antes eran más estables, o si el problema está en la clase socioeconómica.

Observo a las nuevas generaciones muy cautelosas sobre el matrimonio, posiblemente por la mala experiencia que les hemos dado, al punto de que se han hecho muy comunes las “uniones”, supuestamente para “experimentar” antes del matrimonio. Como científico no puedo criticar el ensayo y error, pero prefiero las viejas costumbres, cuando bastaba el amor para entregarse a la aventura, cuando se depositaba parte de uno en otra persona sin ninguna garantía, cuando se pensaba que mientras más se arriesga, más se puede ganar. Nuestros jóvenes adultos esperan ganar mucho arriesgando poco.

En mi generación lo normal era que los hermanos se mantuviesen en casa hasta el matrimonio, cuando se iban a vivir a un apartamento alquilado y compraban un carro de segunda para ir al trabajo. Veo ahora en la generación que me sigue la tendencia a independizarse antes de casarse, a no casarse si no se tiene la casa y el primer carro tiene que ser “de paquete”.

“¿Cómo es posible que mi hija haya pospuesto la boda seis meses por un problema en la entrega de la casa?”, me decía un amigo extrañado. “Nosotros nos hubiéramos ido a vivir a un apartamento”, continúa diciendo. “Estas nuevas generaciones no son tan románticas como nosotros lo fuimos sobre el matrimonio”, finalizó. “Lo que pasa es que ellos tiene menos restricciones y por eso no están tan apurados”, le respondí con picardía.

También recuerdo que al visitar un amiguito lo que sobraban eran hermanos para armar un equipo para jugar. En eso también estamos cambiando. Mi generación no ha tenido tantos hijos y me pregunto cuántos nietos me darán mis hijos.

Me pregunto cuál será la visión de vida de las futuras generaciones. ¿Realizarán uniones, no con la intención de experimentar para un eventual matrimonio, sino para simplemente tener un compañero, como ocurre en otras latitudes? ¿Contratarán madres subrogadas para que les den el o los hijos que quieren, y no tener que casarse?  ¿Irán a un banco de esperma selecto para tener hijos bonitos e inteligentes?  Los “maridos de alquiler”, ¿lo serán en todos los sentidos?

Me siento muy orgulloso de pertenecer a un grupo de panameños que aprovechó el trabajo duro de sus padres para educarse y garantizarle a los viejitos una vida digna, así como para darle una educación privada y vida cómoda los hijos, pero pienso que en algo hemos fallado.

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Artículo publicado  el 19  de febrero de 2010  en el Diario La Prensa, a quien damos, lo mismo  que al autor, todo el crédito que les corresponde.