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La opinión de…
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Laura Pedreschi Janson –
Aprovechando el Mes de la Patria, cumplo con la responsabilidad ciudadana de no ser una observadora pasiva, demandando que este gobierno ponga un poquito de buena intención, respeto y transparencia en la explotación de nuestros recursos hídricos. Es la única manera que podremos cumplir con nuestra demanda energética.
Ha pasado un año desde que me tropecé con el tema de las hidroeléctricas; aprendí tres fáciles lecciones:
1. La rentabilidad de las hidroeléctricas para con la Nación: Estos proyectos debieran representarle al Estado cuantiosas ganancias proporcionales a las ganancias de estas empresas. Mas no es así.
Calculamos que una hidroeléctrica pequeña de cinco megavatios produce anualmente $5,256,000.00. Pueden estar seguros que esa empresa no pagó suficientes impuestos al Estado. Son nuestros recursos hídricos, su materia prima, convertidos en indecentes ganancias en relación a su inversión. Eso no es rentable ni correcto y no nos conviene el negocio de esta manera. Seguramente se podría aplicar algo parecido a lo hecho recientemente en la Zona Libre de Colón. Si cobráramos debidamente, el Gobierno Nacional cubriría con dignidad y holgura nuestras necesidades básicas.
2. Responsabilidad social y ambiental: Los estudios de impacto ambiental constan de dos partes: ambiental y social. La mayoría de esos estudios vigentes aprobados antes de la Ley 30 dan ganas de llorar por lo básico que son y por la forma arbitraria en que se dan. Para todos los efectos, hay cero aporte social y muchos problemas nuevos.
Al preguntar a una dirección regional, si tal y cual empresa había cumplido, o no, con la responsabilidad social, la respuesta fue una clásica “cantinflada”: muchas palabras sin contenido alguno. Y cuidado que la otra autoridad competente le acepta la entrega de energía a la misma empresa, sin haber cumplido ese compromiso con el pueblo. Pueblo que no cuenta siquiera con aceras ni cunetas debajo de los postes de la línea de transmisión.
3. Seguridad igual tierra de nadie: Estas empresas debieran regirse bajo los más altos estándares de seguridad de proyectos en países desarrollados, o sea, sin improvisaciones y con seriedad. Las condiciones de trabajo en los túneles son precarias. De sobra sabemos que el Estado no cuenta con mecanismos de supervisión adecuados para con estos trabajos e instalaciones.
Recientemente una entidad gubernamental no encontró nada malo con la instalación de ciertas líneas de transmisión. Que si es, o no, “legalmente correcta” afecta la seguridad vial. Para acomodar la instalación cortaron un poste de madera existente y pretenden dejar que dos postes con 34 mil 500 voltios encima, y con medidores que cuantifican la energía a ser vendida, queden a 2.20 metros y a 2.50 metros del cordón de la calle. ¡Peligro, peligro! A lo Perdidos en el Espacio, un programa de televisión de antaño.
Conclusión: Las autoridades gubernamentales apoyan a ciegas a las empresas privadas, yendo en contra de nuestros intereses y el pueblo, decepcionado, frustrado o apático, no custodia sus haberes.
Velemos por nuestro suelo, que es el único oro en polvo que Dios nos ha legado. Para mañana será tarde.
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<> Este artículo se publicó el 25 de noviembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos de la autora en: https://panaletras.wordpress.com/category/pedreschi-janson-laura/
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