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La opinión de…
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Francisco Íbero –
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Etienne de la Boetie escribió su Discurso sobre la servidumbre voluntaria hacia 1552, cuando contaba 22 años y estaba a punto de terminar sus estudios de derecho.
El discurso circuló profusamente, pero no fue publicado en vida del autor. La primera edición es de 1574. Fue casi olvidado en el siglo XVII, y muy difundido en el XVIII. En el siglo XIX influyó mucho sobre el anarquismo pacífico. Actualmente es reconocido como un clásico de la filosofía política.
Pese a su formación de abogado, el autor argumenta sobre la base de la ley natural y la historia de la antigüedad griega y romana. Su método tiene cierta semejanza con el de Maquiavelo, pero sus objetivos son opuestos.
El autor expresa el objetivo de su discurso así: “Quiero averiguar cómo es posible que tantos hombres aguanten a veces a un tirano, que no tiene más poder que el que ellos le dan, y que no podría hacerles mal alguno sino en cuanto que ellos prefieran tolerarlo a contradecirlo”.
La Boetie cree que la libertad es natural, que hemos nacido en posesión de nuestra independencia y con inclinación a defenderla. Por ello los tiranos, inicialmente, se imponen por la fuerza o el engaño. Cita como ejemplo del segundo el de la ciudad–Estado de Siracusa. Ante el peligro, los ciudadanos pidieron a Dionisio que dirigiera el ejército. Retornó victorioso, se proclamó rey y luego tirano.
Una vez establecida la tiranía, el autor explica las razones que contribuyen a mantenerla. A continuación las reseño sin ningún orden en particular.
Primera: “Al principio la servidumbre es forzada, pero quienes vienen después hacen voluntariamente lo que los anteriores habían hecho por necesidad”. La Boetie identifica la costumbre como una de las raíces de la servidumbre voluntaria. La naturaleza en el hombre es ser libre y querer serlo, pero la costumbre influye más que la naturaleza. Las personas criadas en la servidumbre llegan a considerarla como algo natural.
Segunda: Esta se deriva de la primera. Bajo los tiranos la gente se vuelve cobarde. Ya Hipócrates lo observó en uno de sus libros. Junto con la libertad se pierde el coraje. Los siervos ya no sienten el ardor de la libertad. Tienen un corazón vil y flojo. Los tiranos lo saben y lo utilizan a su favor.
Tercera: Los tiranos hacen creer a las masas que son sabios, justos y benevolentes, preocupados por el bienestar del pueblo. Para ello suelen contar con la ayuda de muchos intelectuales. Muchos de los reyes antiguos se presentaban como de origen divino. Por ejemplo, los asirios y medos nunca aparecían en público para hacer sospechar al populacho que eran algo más que hombres.
Cuarta: “Los teatros, los juegos, los espectáculos, los gladiadores, las farsas, y otras drogas semejantes eran para los pueblos antiguos el alimento de la servidumbre, el precio de la libertad y los instrumentos de la tiranía”. Los tiranos romanos añadieron la distribución de alimentos y dinero. Nuestro autor comenta que la población no advertía que solo estaba recuperando una parte de lo suyo, que el tirano le había quitado previamente.
Quinta: La última táctica citada por nuestro autor es muy interesante. Se trata de la compra, por parte del tirano, de una multitud de adláteres que se ordenan en una estricta jerarquía. El tirano suele tener un pequeño grupo de cómplices y colaboradores. Estos, a su vez, tienen otros dispuestos a trabajar para ellos. Conforme bajamos en la jerarquía se va ampliando la cantidad de tiranuelos. Como escribe La Boetie: “Son tantos aquellos a quienes la tiranía parece ser provechosa como aquellos a quienes la libertad sería agradable”.
¿Es posible liberarse del tirano? Nuestro autor piensa que sí. Él no aboga por el tiranicidio sino por la resistencia civil pacífica. “El tirano se destruye a sí mismo con tal de que el país no se avenga a servirlo”.
El autor identifica dos factores que pueden contribuir a la caída del tirano. El primero es la existencia de un grupo de personas amantes de la libertad y capaces de comprender lo que está pasando. Este grupo puede instruir, convencer e inspirar a diferentes sectores de la población. El segundo es el de los servidores del tirano. Estos viven en un perpetuo estado de miedo porque nunca saben cuándo su amo se va a cansar de ellos y van a perder sus privilegios y sus vidas. Muchos estarán dispuestos a cambiar de bando apenas comiencen las dificultades.
Habrán observado que no he establecido paralelismo alguno entre el discurso y la realidad de nuestros tiempos. Estoy seguro de que ustedes lo han hecho mentalmente. En cualquier caso, les propongo un ejercicio: Examinar los 21 años de la dictadura militar a la luz de las ideas del discurso.
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Este artículo se publicó el 7 de febrero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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