¿Seguridad o localización?

La opinión de….

Pedro Ernesto Vargas

Dice la noticia reciente que, en Santa Clara, California, uno de esos días para Yasir Afifi (que no sabemos si fue un buen día o un mal día) sirvió para que descubriera junto a su mecánico, un alambre viejo que colgaba de la parte inferior de su carro.   Ese día, a principios de este mes de octubre, llevó su auto al mecánico para un cambio de aceite.

Este hallazgo tan casual no despertaría la curiosidad de este vendedor de computadoras, si no fuera porque en el otro extremo del inocente alambre había conectado un extraño aparato magnético, de difícil identificación. Bastó que lo fotografiara y lo pusiera en internet, para que le tocaran la puerta de su casa, sus dueños, el Buró Federal de Investigaciones, conocido mejor por esas letras, FBI, que lo distinguen de la Cheka, de la KGB, de la Gestapo, de la Stasi, del Deni, Dima, etc., etc., no por sus métodos sino por su nacionalidad.

Las policías secretas nacen de la necesidad del secretismo requerido para lograr información (la sublimación de la sapería) y no darla a los ciudadanos, con motivos o sin ellos, para la seguridad del Estado o para la omnipresencia del gobernante; para torcer voluntades o, mejor dicho, extorsionar; para doblegar al oponente o reprimirlo, cuando el susto no es suficiente; o, como dicen todos, cuando tienen el sartén por el mango para la protección contra ataques externos e internos, o como dicen cuando están del otro lado del sartén, como instrumento de represión.

Lo cierto es que en un Estado sin independencia de los poderes judicial, legislativo y ejecutivo, o cuando se declara en guerra santa contra imaginarios o reales enemigos, la policía secreta o la investigativa no solo es autoridad, sino que está por encima de la ley y solo sirve a quien está detrás del poder. Y esto es detestable mientras exista de esa forma.

Volviendo a aquel individuo quien, además de tener un nombre árabe, es un estudiante de 20 años de edad, el encuentro con los dueños del alambre le permitió conocer que se trataba de un instrumento de localización global, o GPS (otra vez, tres letras).   O sea, que el FBI conocía todos los desplazamientos del estudiante y probablemente le alertaría a los padres que no o que sí atendía sus clases en la universidad.   Hasta allí, una costosísima tecnología para una escolaridad gratuita, ya que Yassir atiende una universidad pública. Le hizo daño su nombre, como a otros le podría molestar, conducir un auto deportivo.

No importa que con estos instrumentos el FBI recoja de la calle a delincuentes peligrosos. También le hace la vida imposible a gente honrada.  Uno de los argumentos utilizados por el FBI es que con uno similar pudieron seguir a Juan Pineda Moreno, convicto por posesión y distribución de marihuana. De esa forma descubrieron lugares de expendio, de compra y venta de dañinas drogas alucinógenas. La policía no necesita invertir en eso, requiere invertir en la formación de policías honrados.

Vuelvo a la noticia gringa porque se me espelucó el cuerpo, en los pocos lugares donde tengo folículos pilosos, al conocer que en un futuro muy cercano, todos los autos en Panamá, tendrán un GPS obligatorio, colocado por las autoridades (La Prensa, 17/10/2010).

Espero que sea una broma. Nadie me puede obligar a ello y si lo escojo, debo tener el mando de conectarlo y desconectarlo.

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<> Este artículo se publicó el 20  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

‘Rofiones’

La opinión del Médico…

Pedro Ernesto Vargas 

El “rofión” no es más que un individuo socialmente inadaptado, que solo sabe comunicarse con la amenaza, aunque sea de “dientes para afuera”. Alguien a quien le han enseñado que la autoridad o el respeto se logran atemorizando, metiendo miedo. Alguien a quien se le inculcó ser sumiso u obedecer a punta de palo, rejo, golpes, insultos verbales, mentadas de madre, aunque la madre sea la propia o la de sus hijos.

Durante la niñez y la adolescencia el “rofión” suele ser un “ronconcito”, el estudiante o compañero de escuela o de barrio que se viste peor que los demás, o más escandalosamente, o más andrajoso. No le gusta observar reglas de convivencia ni de comportamiento ni practicar modelos de conducta aceptables porque a él “se le resbala”, “le importa …”.   La autoridad es él, él pone las reglas del juego.

Muchos, si no todos, son sociópatas o sufren trastornos que bien pueden encuadrar en la bipolaridad, los déficits de atención o, algo más serio, los trastornos de oposición y desafío.

Transitan difíciles caminos para ser aceptados y suelen fracasar en ese intento. Cuando mejor lo hacen, solo lo disimulan, y ante un stress superior, sale el cobre a brillar y doblegar.

El “rofión” escolar denota y denuncia serios problemas de estructura en su entorno familiar. Su actitud y comportamiento deben llamarle la atención a sus maestros y, una vez, buscarle solución u ofrecerle ayuda. El pronóstico social e individual de este estudiante es pobre: la calle, la cárcel o el cementerio. De la misma medicina que da, le van a dar un día, porque sigue creciendo, aunque no madure, en las mismas detestables conductas.

Son las 2:45 de la madrugada. Vengo llegando a mi casa después de una larga jornada de trabajo hospitalario.   No está muy lejos mi casa del hospital, pero pronto debo estar otra vez de pie y cumplir con mis pacientes y obligaciones del día que acaba de comenzar.   Hace unos minutos, aceleré mi auto para cambiarme de un carril de la calle a otro, a pesar de que no hay tráfico a esta hora, y me detuve frente a la luz roja del semáforo, que tenía a escasos 100 metros antes del cambio de carril.   Por el espejo retrovisor veo los colores rojo y azul rotando en el techo de una chota.

“Estás apurado o solo probando el carro”, con tono punzante y sangrón, cual banderillas taurinas.  Dos gendarmes en busca de clientes y problemas. Dos policías nacionales descorteses y prepotentes. Salidos, seguramente, de barracas militares y entrenamientos para matar gente, para meter miedo, para pisotear dignidad y personas.   En el sitio equivocado, en la ronda que no tienen por qué hacer.  Mejor estarían en la frontera colombiana, pero allí ya no pueden ser “rofiones”.

La carnada fue el carro deportivo. Al volante esperaron frustradamente encontrar a un adolescente miedoso, con dinero,   “hijo de papá”. La plata de mis canas les debió alumbrar su equívoco.   Quien quedó más cerca de mí, no moduló palabra.   La sorpresa lo enmudeció.   El otro,  al mando del timón y la acción, espetó su estilo de vaquero sin bandidos.   Además del uniforme, lo envalentonó la distancia entre los dos. Ningún motivo para pegar la chota al lado de mi auto, como si fueran a simonizarlo.

¡Qué distante esa conducta a la del policía cortés y educado, que se hace querer y respetar por los conciudadanos agradecidos! A agentes de orden público sin formación cívica, como estos señores, no se les puede dar instrumentos para cumplir su función, sin esperar que no abusen de ellos.   Un día y muy pronto se van a encontrar a otro “rofión” en la calle y solo les quedará o ir a la cárcel o al cementerio.

<> Este artículo se publicó el 28 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Terapia con células madre

Reproducimos el artículo de opinión del Doctor ….

Pedro Ernesto Vargas

Muchos de los tejidos humanos se renuevan o reemplazan sus células viejas, por la capacidad de sus propias células madres (somáticas) para multiplicarse en esas líneas celulares, como también lo hacen para multiplicarse ellas mismas, es decir, en células no diferenciadas.

De allí el tremendo potencial terapéutico que se les reconoce a estas, aún no probado en cada instancia y el entusiasmo por la terapia con ellas. Los usos terapéuticos de las células madres se pueden agrupar así:

1. Aplicaciones actuales, con células madres hematopoyéticas, en trastornos de la sangre e inmunológicos y ciertos trastornos metabólicos, pero sin éxito aún, en aquellos que afectan el sistema nervioso central.

2. Aplicaciones experimentales, como para esclerosis múltiple y quizás en algunas otras enfermedades desmielinizantes, con atención al hecho de que las células trasplantadas pueden inducir crecimientos tumorales en estos pacientes y de hecho lo han inducido tanto en el cerebelo como en el tallo cerebral y la medula espinal.

3. Aplicaciones potenciales, en donde se califican la enfermedad de Parkinson, los daños de la médula espinal, la degeneración de la retina, la diabetes tipo 1, algunos tumores cerebrales, algunas enfermedades cardiovasculares, otras enfermedades metabólicas muy limitadas, la osteoporosis y otras, pero cuya eficacia y seguridad no han sido probadas.

Solamente el trasplante de células madres hematopoyéticas, ya sea de la médula ósea, de sangre del cordón umbilical o de sangre periférica, entra en esa categoría de aplicaciones establecidas. Sin embargo, es necesario señalar inmediatamente que no para todo antojo o ambición. Toda otra terapia con células madres es experimental y su uso se debe regir bajo estándares severos y estrictos, donde la protección del paciente es prioritaria. Eso no ocurre en los paraísos de células madre, donde se ha desarrollado otra forma de turismo médico, el turismo de células madre, y donde la terapia no es ni experimental ni innovadora.

Los paraísos de células madre son estos países donde se ofrece esta terapia por parte de grandes emporios no nacionales, que se trasladan a sitios donde estas entidades no son acreditadas ni reguladas, para ofrecer tratamientos no probados y nocivos o potencialmente nocivos. Esto es muy distinto de aquellos sitios donde entidades acreditadas y reguladas ofrecen tratamientos probados y eficaces a menos costo. Es temerosa la forma como el turismo de células madre se ha ido popularizando mientras se diezman las esperanzas y se promueven, sin misericordia ni escrúpulos, el miedo y la vulnerabilidad de los enfermos.

Muchos de estos paraísos de células madre ni siquiera proveen evidencias de sus resultados y mucho menos de la seguridad y eficacia de sus tratamientos; otros ni siquiera dan prueba de si inyectaron células madre ni reconocen si el mínimo logro se hizo por vía de otras formas probadas de manejo, como, por ejemplo, la terapia física de rehabilitación.

Peor aún, los gobiernos de estos países donde los paraísos se asientan, hacen poco o nada por proteger a los pacientes, a pesar de que esos tratamientos no han sido probados, los ponen a riesgo y siguen siendo costosísimos. Si algo puede compararse con los paraísos fiscales son estos paraísos de células madre, donde se huye de las leyes y se rehúye la responsabilidad con un afán utilitarista de hacer dinero.

En otras palabras, las consideraciones bioéticas de la terapia de células madre son insoslayables porque en cada situación hay que tener evidencia probada de su eficacia y absoluta certeza de que no es nociva. Hoy, desafortunadamente, hay claras señales de que muchas de las personas que buscan una respuesta terapéutica a sus terribles males son engañadas al ofrecérseles “la bala mágica”, que, contrariamente, los podría poner en riesgo tres, cuatro, cinco.

Las autoridades nacionales han revelado un interés en regular el turismo médico. Es imperativo que se reconozca, primero, la desventaja que tenemos, por el hecho de estar frente a un debate con profundas raíces políticas, religiosas, culturales, sanitarias, científicas, académicas, profesionales y éticas, que se presenta con urgencia de regulación, urgencia y regulación que suelen aparecer cuando aún no se alcanza consenso. También es válido recordar que, mientras la ética suele presentarse con grandes aspiraciones, o ser maximalista, cual lo recuerda Ronald B. Miller, la política suele ser minimalista y, en esta disyuntiva de las células madre, el minimalismo reviste serios y duraderos riesgos.

Sin las asesoría propias, incluso de instituciones académicas y de investigación mejor desarrollados, allende nuestras fronteras, las grandes empresas transnacionales, interesadas en el negocio más que en la salud, facilitarán para ellas legislaciones y regulaciones laxas que no apuntan a la seguridad de los pacientes y borrarán la diferencia entre lo experimental y lo aplicable, entre lo innovador y la novedad, entre la verdad y la mentira.

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Este artículo se publico el 7 de junio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a l autor,  todo el crédito que les corresponde.

Tres tristes tigres

La opinión del médico…..

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Pedro Ernesto Vargas

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Tres tristes tigres


Hoy, tres aspectos de la medicina local deben llamar a la reflexión y permitir el análisis no solo objetivo sino sincero:

-La decisión de entregar a la Universidad de Panamá las salas hospitalarias de un nosocomio para docencia y administración,

-la proliferación de terapias no probadas de parte del cuerpo médico entrenado

-y la actitud evidente de parte del Ministerio de Salud de velar por la comodidad de los dirigentes gremiales de la salud, a caras expensas de los intereses del paciente.

Sería conveniente que las autoridades de la Universidad de Panamá señalen con qué cuentan para alcanzar lo que otrora fuera el sueño de toda facultad de medicina, tener un hospital universitario. Lo digo con el mejor de los intereses, porque administrar un hospital escuela sin estar preparado es llevar una empresa loable al fracaso.

Me he llenado de escalofríos incómodos al enterarme de que este nosocomio, ya ofrecido, sería subvencionado por el Gobierno Nacional y por la Caja de Seguro Social.

Al mismo tiempo que se señala esto, se cierra un experimento válido pero fracasado de modelo de atención, el hospital de San Miguel Arcángel, cuyos dineros de funcionamiento debían “llegar” de las mismas fuentes y forma, que hoy se esboza para la nueva aventura.

La duplicación de responsabilidades o incumplimientos en el campo de la atención de salud ya ha salido muy costosa para seguir emulándola y estimulándola.

Vale la pena decir dos cosas: el compromiso docente es un compromiso de serias y reales implicaciones éticas.   No se puede ofrecer al estudiante de un oficio o profesión lo que no se le va a dar.   La actividad docente hospitalaria es permanente y requiere de un presupuesto “no recuperable” en bibliotecas, accesos a la información y a expertos, equipos de trabajo, laboratorios y presupuesto para la investigación, además de los otros costos diagnósticos, terapéuticos y de rehabilitación o mantenimiento, propios de su función y propósito.

El otro hecho a tener en cuenta es que hoy día se considera, en otras regiones del mundo con liderazgo en la educación médica, que los centros hospitalarios universitarios no son superiores a los hospitales de la misma comunidad, donde el estudiante se formaría con mejor sentido y conocimiento del ambiente donde ejercerá su profesión.

El segundo aspecto preocupante que prolifera como maligno crecimiento en el cuerpo médico lo constituye la popularización de terapias no probadas, lo que convierte a los seres humanos en ratones de laboratorio, con serias consecuencias.

Allí están las muy mercadeadas terapias para el rejuvenecimiento, desde la catarata de pruebas diagnósticas cuyos resultados no se pueden interpretar con total certeza, hasta el chorro de píldoras e inyecciones para subir niveles en sangre de hormonas y micronutrientes, cuyo equilibrio en el milieu interno, ni siquiera se le puede evaluar uniformemente.   Bloquearle el paso a la vejez, como a la enfermedad, es una aspiración, pero que debe hacerse sin hacer daño y permitiendo la dignidad en el hombre.   En el otro extremo están los trasplantes de células madre “para curar” retardo mental, parálisis cerebral, daño medular y cuanta cosa para la cual, la rica imaginación de Julio Verne se queda corta.

Pareciera que mis colegas médicos se hubieran enemistado con los claustros de estudios donde hicieron carrera, con sus serios y prudentes profesores y con sus calificadas enseñanzas.   Pero hay un aspecto delictivo en todo esto, y es que con la esperanza y la salud de las personas no se experimenta y estas terapias son experimentales, son para el laboratorio.

La tercera y no última situación para reflexionar es esa actitud gremialista de los ministros de Salud, quienes prefieren tener contentos a los gremios que a los pacientes.

A eso que hemos llamado politización de la salud pública desde el estrado del gobernante.

Eso no sería una arista peligrosa de transitar si no fuera porque los intereses de los dirigentes gremiales –también politizados e ideologizados– suelen, muy frecuentemente hoy día, estar alejados de los intereses de los pacientes.   A veces los tocan de casualidad porque en el paso se los encuentran, sin darse cuenta; pero cuando lo que importa son los números de horas de trabajo, el salario por hora de trabajo, las horas de vacaciones o el cumplimiento de una agenda político ideológica para alcanzar no la queja del paciente, el bisturí, el instrumento diagnóstico, o la receta médica, sino el ministerio o la dirección departamental, entonces hay que recordarles con firmeza que su labor es la de acompañar y cuidar al paciente. Antes de que con los gremios, los ministerios de Salud deben trabajar con los institutos de medicina, instituciones académicas y no gremiales, que conocen, estudian, analizan y sugieren o dictan políticas de salud que los ministerios, entonces, rigen para su cumplimiento.

No olvidemos que el médico se debe esencialmente a la relación de confianza que establece con los pacientes y no con los presidentes.

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Publicado el 29 de octubre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.
http://www.prensa.com

‘Ahora le toca al pueblo’

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‘Ahora le toca al pueblo’

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Pedro Ernesto Vargas
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¡Cómo le molesta a algunos, la siembra de esta frase! Les molesta que haya sido generada en la ideología de un empresario que cree en el libre mercado, pero quien, además, cree en la justa distribución de los bienes, de deberes y obligaciones. Quizás les molesta que con ella se desnude la opción de ellos por la miseria, en lugar de por la riqueza. Quizás les molesta que cuando se advierte a cada uno su papel responsable en la sociedad, se le serrucha el piso a la corrupción.

Creo que Ricardo Martinelli, con aquella primera diáfana visita al lugar de las concesiones no tan diáfanas, y con aquel primer golpe de mazo, dijo “ahora le toca al pueblo”, porque ya yo empecé a cumplir. Y sus ministros, como los directores de las instituciones del Estado y todo servidor público, que significa, servidor de la cosa pública, de la cosa de las gentes y los pueblos, entendieron el eco de ese golpe, la fuerza de ese mazo. Espero que sea así.

Particularmente preocupados y molestos con el estilo y el convencimiento del señor Presidente deben estar algunos grupos gremialistas sindicados y por sindicalizarse bajo ignominiosos intereses, porque se les acaba la gasolina para incendiar barrios y gentes, muy vulnerables al rencor y al odio, sentimientos fáciles de incrustarles como estaca diabólica en el corazón, debido a los fracasos, debilidades, vicios y contradicciones de los hombres en las democracias. Para las izquierdas de oscuras albas, los zurdos por forfait, los escaladores de ocasión y para los mentirosos de profesión, solucionar y dar soluciones es perder la oportunidad de mantener el descontento y desasosiego, de “pescar en río revuelto”.

Ha dicho Jorge Castañeda que las izquierdas en Latinoamérica no han desaparecido, a pesar de haberse demolido el Muro de Berlín, de haberse congelado la guerra fría, de haber ganado el comunismo su lugar utópico, sencillamente porque las razones por las cuales surgieron, en este continente: la pobreza, las horribles diferencias sociales y la violencia cotidiana, todavía persisten. No podemos registrar ignorancia de esto. Pero aquellas izquierdas de las que habló Castañeda no son las izquierdas que hoy pululan en busca de bolívares o dólares, para perpetuarse en el poder con constituciones a su medida y sembrar miserias por 20, 30, 40 ó 50 años.

“Ahora le toca al pueblo” es un llamado para que nosotros, las gentes, nos responsabilicemos de nuestro bienestar, de nuestro progreso, de nuestro trabajo, de nuestra dignidad, de nuestra razón de ser. No se trata nada más de exigir, con justeza, atención de salud cálida y de calidad, pronta y eficiente, segura y predecible. Se trata también de que cambiemos nuestros pésimos hábitos de alimentación y sedentarismo, dejemos aquellos otros que son nocivos directos a nuestra salud, como el tabaquismo y el alcohol. Se trata de que nos interese conocer cuánto cuesta la enfermedad, cuánto cuesta conservar la salud y optemos por no hacerlas más costosas.

Honrar y cumplir con lo aprobado o legislado en grisáceas condiciones no es prioritariamente un asunto de seguridad jurídica, es un asunto de justicia plena y respetuoso apego a la ley. En las políticas de servicio y estabilidad laboral se trata de que como individuos y como sociedad participemos activamente en mejorar la calidad del servidor público y no solamente de asegurarle permanencia laboral. Se trata de que nos permitamos, todos y cada uno, respeto y honra, no por decreto ni por iniciativa gubernamental, sino por nuestros propios actos cotidianos.

No es solamente pedir muebles escolares y libros y textos gratis o educación gratuita, todos justos y seguros instrumentos para educar, sino que también participemos de la vigilancia en la formación de nuestros hijos, colaboremos con las autoridades de educación en la exigencia de formación integral de esos maestros y profesores de nuestros hijos, como de los programas educativos. No se trata solamente de pedir mayor vigilancia policial sino de no vulnerar la dignidad del agente policial con burlas o con coimas. No se trata exclusivamente de castigar con penas máximas o mínimas sino de prevenir el delito tratándonos a nosotros mismos con dignidad y respeto. “Ahora le toca al pueblo”, no nos está advirtiendo que abramos las manos que nos las van a llenar de justicia y de libertad, de bienes y riquezas, de libros y vacunas, de viviendas y granjas, de puestos de trabajos y posiciones en el gobierno. No, no es eso. Nos está diciendo a ti y a mí: ahora te toca a ti hacer bien lo que te corresponde hacer. Manos a la obra.

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Publicado el 5 de agosto de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

El que golpea primero, golpea dos veces

El que golpea primero, golpea dos veces

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Pedro Ernesto Vargas
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Después de oír los discursos de los jefes de gobierno reunidos en Nicaragua para condenar el golpe de Estado llevado a cabo por los militares de la república de Honduras y exigir la restauración del depuesto presidente Zelaya, sin siquiera hacer mención de la burda y vulgar injerencia del comandante venezolano Hugo Chávez en los asuntos de ese país y otros del continente, ni condenar los delitos contra la institucionalidad y la burla a la confianza de los electores por parte del señor Zelaya, no puedo garantizarles otro epíteto que el de pusilánimes.

Ahora sí resulta, para este megalómano y peligroso farsante, que la democracia electoral, manipulada o no, es la que define a un sistema como democracia y a un gobernante como demócrata. No importa que tal “demócrata”, elegido gracias a los instrumentos de la democracia, usurpe los derechos ciudadanos, se burle e ignore sus deberes, se antoje de constitucionalista y ultraje la hombría de bien. Mientras haya sido elegido por mayorías, absolutas o relativas, es un demócrata y, ¿qué pasó con la democracia participativa?, ¿dónde abandonaron el compromiso con la justicia y la verdad?, ¿cuándo el bien común se constituyó en un obstáculo para enriquecerse?

Como lo ha señalado puntualmente Hans Kung, el teólogo católico, cuando el interés nacional (el del Estado) está por encima del interés de la nación (de todos los ciudadanos) –la relación donde se define el poder frente a la moral– una determinada clase social, empresarial, económica, ideológica o partidaria es la que decide que sean sus intereses, los que presidan las acciones de gobierno. Y esta proclividad se descubre no solo en las actividades internas del país sino también en las relaciones internacionales, que se cuecen en un caldo ajeno a las querencias de ciudadanos y electores.

Los dictadorzuelos nuevos de la mentirosa izquierda, que aprovechan las indecisiones formalistas de las democracias latinoamericanas, han aprendido que mediante promesas transitorias de bienestar y justicia se puede someter a los pueblos, como el mejor sastre somete el paño a las puntadas de agujas y los cortes de tijera.

El procedimiento debemos conocerlo ya:

(1) se busca la reelección inmediata,

(2) luego, se elije una Asamblea Constituyente,

(3) juristas se encuentran para redactar una nueva carta, que quepa en el bolsillo de la camisa del dictador,

(4) se somete la nueva carta a progresivas modificaciones,

(5) se perpetúa la arbitrariedad, el robo, el crimen,

(6) se estimula la lucha de clases, el asalto y la venganza,

(7) se va quedando el país con los que no pueden salir,

(8) se lleva al paredón a aquellos que no coinciden con el dictador y que no pudieron salir.

Esta es la democracia populista, que delega poder absoluto a quien la defenestra, y que reclaman hoy el golpista Hugo Chávez, el cocalero Evo Morales, el sanguinario Raúl Castro, el papagayo Rafael Correa y el pederasta Daniel Ortega, para quienes la legitimidad es un decreto, la institucionalidad es una prostituta y la gobernabilidad un deshecho. Sin embargo, no puede aspirarse a otra postura de quienes han encontrado la forma de engañar al electorado y a las naciones del mundo reclamando participación mientras arrestan la libertad y respeto a las leyes, que desconocen y reemplazan a su antojo.

El tiempo es bueno para preguntar a estos señores ¿qué sitios ocupan el poder y la ética, en la democracia y en la política? Mientras desarrollan su discurso memorizado y cínico habrá que verlos de cuerpo entero temblando ante el despertar de pueblos hartos de engaños.

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Publicado el 3 de julio de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos todo el crédito que le corresponde.