Obras son amores

La opinión de…

Juan Planells

Hay personas que pasan por la vida haciendo el mal, otros simplemente cumplen con su deber, y un tercer grupo, probablemente el más pequeño, deja una huella por su trabajo a favor de los demás.

Para los primeros, la sociedad guarda desprecio; los segundos pronto son olvidados; pero los últimos permanecen en la mente de todos, recordando los frutos que su obra ha dejado.

Ellos han salido del camino cómodo para enfrentar los desafíos que su inquietud por el bien les plantea. Ofrecen los mejor de sus esfuerzos por lograr transformaciones que nos conduzcan hacia un mundo mejor. En el camino pueden cometer errores, pero nadie será capaz de cuestionar la pureza de sus intenciones.

Así mismo, hay causas más nobles que otras, metas más altas que otras, retos mayores que otros. De entre todas ellas, luchar por brindarle a los jóvenes, especialmente a los más pobres, una oportunidad de desarrollo personal mediante la educación, es seguramente una de las más altruistas, y si para hacerlo se abandonan intereses personales y se someten al escrutinio público, la misión se convierte en apostolado.

La actual ministra de Educación es una de esas personas que han escogido el camino más difícil para alcanzar la meta más alta. Treinta años de parálisis en educación pesan mucho en nuestras aspiraciones de lograr que Panamá alcance un desarrollo con riqueza y justicia social.

En ese trabajo la hemos encontrado durante toda su vida profesional, y del resultado del mismo esperamos contar con un Panamá renovado, sueño compartido por la mayoría de los panameños. Rogamos que muy pronto se recupere, y reciba el apoyo de todos en la continuación de la obra que comenzó.

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<> Este artículo se publicó el 24  de octubre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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Cultura del emprendimiento

La opinión de…

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Juan Planells

El estudio sobre la situación del emprendimiento en Panamá, contenido en el Global Entrepreneurship Monitor del año 2009, preparado por el Instituto de Estudios Superiores en Administración y la Ciudad del Saber, revela que en el momento de la encuesta solamente uno de cada 10 panameños se encontraba iniciando un negocio propio con menos de 42 meses de existencia. Esta cifra coloca a nuestro país muy por debajo de vecinos como Colombia, Perú y Guatemala que muestran una actitud emprendedora entre su población en porcentajes mayores al 20%.

Este bajo índice de emprendimiento tiene graves consecuencias sociales en cualquier país que, como el nuestro, tiene aspiraciones de lograr un desarrollo con justicia y paz; pues solamente a través de la creación de muchas pequeñas empresas puede transformarse nuestra abundante riqueza, en mayores ingresos para más panameños y panameñas.

Las razones por el reducido número de nuevos empresarios en Panamá son varias y pasan, entre otras, por las dificultades que experimenta un emprendedor para convertir su idea en empresa exitosa debido a la gran cantidad de requisitos y costos involucrados en el proceso.

Pero, más allá de estos obstáculos fácilmente salvables, debemos reconocer que falta en nuestro país la cultura empresarial que mueve a descubrir oportunidades, y a enfrentar las dificultades encontradas para aprovecharlas; y en este tema el sistema escolar tiene culpas que aceptar.

Creatividad y constancia son dos cualidades indispensables para ser empresario que, lamentablemente, no han sido desarrolladas por el sistema educativo, diseñado para formar seguidores y no líderes.

Desde que el joven expresa su deseo de ser diferente e innovador, la escuela trata de someterlo a la regla rígida que convierte a los estudiantes en dóciles discípulos del modelo implantado por la maestra. Una normativa uniforme, impuesta a sangre y fuego, apaga todo intento de ser distinto, y castiga al que pretende salirse del patrón establecido para mantener el orden institucional.

Hay que tener presente que el orden es solamente una aspiración humana que nace del desorden que hay dentro de nosotros y alrededor. Pretender que el orden existe es una hipocresía que despierta en el estudiante la rebeldía o el sometimiento fingidor. Aferrarse al dogma e imponerlo a través de la autoridad escolar ha sido una actitud promotora de la violencia o del alienamiento en los jóvenes, cuyas consecuencias hoy sufrimos todos en la sociedad.

Por otra parte, una formación que se ofrece desarrollando miedo al fracaso impide la actitud de asumir riesgos, tan necesaria para enfrentar los reveses inevitables al tratar de llevar adelante un sueño emprendedor.

El boletín escolar califica precisamente aquellas actitudes que promueven una mente inflexible, torpe y temerosa. Se premia al estudiante que se deja moldear por un sistema esencialmente basado en el premio y el castigo, con sus disciplinas y reprimendas, que marchitan al espíritu emprendedor.

Pareciera que el objetivo escolar fuera formar empleados que aceptan y no empresarios que cuestionan, y quizás esta es la razón por la cual un buen número de empresarios exitosos nacen de los rechazados por el sistema escolar. Abundan los ejemplos en la historia.

Si queremos promover una cultura empresarial en Panamá, que multiplique las oportunidades de transformar nuestra abundante riqueza en bienestar para todos, debemos revisar los fundamentos del sistema educativo que aún conserva la misión de formar empleados para las fábricas, surgida en la época colonial bajo la influencia de la revolución industrial inglesa.

La nueva escuela debe fomentar la creatividad y la innovación entre sus estudiantes, apreciar las diferencias de pensamiento que ellos muestran, promover la participación y las iniciativas, impulsar el trabajo en equipo y desarrollar la capacidad de pensar en lugar de aferrarse a una rigidez curricular, castigar al que se sale de la norma, centralizar la autoridad, promover el temor al fracaso, premiar la individualidad y aprender a memorizar.

De ello dependerá que los panameños transformen nuestra inmensa riqueza natural en empresas exitosas que nos traigan bienestar para todos en Panamá.

<> Este artículo se publicó el 30 de septiembre  de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

El cambio en educación

La opinión del Ingeniero…

Juan Planells 

Desde el enfrentamiento entre la sociedad civil panameña y las autoridades gubernamentales, cuando se trató de imponer la reforma educativa de 1979, nunca habíamos estado más cerca de implementar los cambios que requiere el sistema escolar para sintonizarlo con las necesidades sociales del momento.

Esta visión optimista del panorama se fundamenta en variadas razones que incluyen la manifiesta voluntad política del Gobierno Nacional de enfrentar el tema con valentía y determinación, el nombramiento de una Ministra de Educación que fundamenta sus decisiones en valores y no en intereses políticos, y el agotamiento de los padres de familia y educadores, cansados de ver como se pierden las esperanzas de un desarrollo con justicia por la falta de un sistema educativo que forme a los jóvenes panameños de manera integral.

Muchos pueden estar insatisfechos con la velocidad de avance, pero es justo reconocer que hay que vencer una desconfianza generalizada por los frecuentes intentos fallidos durante más de treinta años, y por el ambiente de confrontación entre los actores del sistema, actitud que no hemos podido erradicar completamente. Habrá que seguir intentando, demostrando firmeza de convicciones, construyendo consensos, enfrentando las deficiencias en todas las áreas, promoviendo la participación de todos en el proceso, y aceptando y valorando las diferentes opiniones que surjan en el camino.

Debemos seguir empeñados en mejorar las condiciones de los docentes, tanto económicas como de formación, adecuando la infraestructura escolar y su equipamiento, actualizando contenidos de libros y programas, revisando el plan de estudios y, en general, dando los pasos que nos acerquen al modelo de educación que siempre hemos soñado para nuestros hijos. No perdamos esta oportunidad.

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Este artículo se publicó el  19  de julio de 2010 en el diario  El Panamá América,  a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Un metro de esperanza

La opinión de….

Juan Planells

Miles de panameños, especialmente los de más bajos ingresos, tienen que sufrir diariamente las consecuencias de un transporte público inseguro, ineficiente e incómodo. La situación no solamente incide directamente sobre el nivel de bienestar de la población, sino que reduce la productividad de la economía del país, al provocar la pérdida de largas horas del día de un trabajador esperando el transporte, o siguiendo su lento recorrido entre paradas y accidentes.

El problema, que se agrava día a día por el congestionamiento vehicular, ha sido motivo de innumerables estudios de expertos en la materia, cuyas recomendaciones nunca fueron puestas en práctica. Finalmente, gracias a la voluntad política del Gobierno Nacional, nos encontramos en la antesala de implementar una respuesta que representa una esperanza para todos, a través de un nuevo sistema de transporte público que tiene como eje central el funcionamiento del metro en el corazón de la ciudad capital.

De cumplirse los pronósticos, a principios del año 2014, los panameños podremos transitar los 14 kilómetros correspondientes a la llamada línea uno desde Los Andes hasta Albrook en menos de 25 minutos, recorrido que ahora puede tomarnos en ocasiones hasta dos horas durante los períodos de ida y regreso al trabajo.

Efectivamente, se trata de una alta inversión, y es probable que para no golpear más el bolsillo del panameño las tarifas tenga que ser subvencionadas, pero para resolver esta ecuación de sostenibilidad financiera hay que tener en cuenta el gran retorno social que representa reducir el tiempo promedio de viaje y hacerlo de manera digna, segura y confiable.

La implementación de este cambio no es nada fácil, pero estamos seguros de que combinando un buen proyecto de transporte colectivo como el Metro de Panamá con un excelente director profesional, serio y dedicado como el ingeniero Roberto Roy, contaremos muy pronto con una respuesta efectiva para solucionar uno de los problemas públicos más graves que arrastramos como lastre durante los últimos 30 años, ganando un metro de esperanza en el camino hacia nuestro desarrollo personal y social.

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Este artículo se publico el 24 de junio de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.