La opinión de la Socióloga….
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Carmen Quintero Russo –
En la sociedad moderna gústenos o no debemos transportarnos por medios motorizados para ir a cualquier parte, pero sobre todo para cumplir con nuestras obligaciones de trabajo.
En el caso de la ciudad de Panamá, la ausencia de racionalidad en el transporte urbano ha convertido este viaje cotidiano, en una pesadilla agobiante. En esto a algunos les va peor que a otros. A los usuarios de buses les va particularmente mal, ya que además de los consabidos “tranques” tienen que soportar toda clase de impertinencias, malos tratos y maleanterías que inclusive ponen su vida en peligro.
¿Qué significa para ellos estas horas perdidas en el laberinto del tráfico cotidiano; esta espera que limita su acción en el marco de la cotidianeidad? ¿En qué medida este “encerramiento” es una experiencia agobiante y contradice nuestra visión del tiempo asociado al movimiento?
Los “tranques” a los que nos enfrentamos diariamente en nuestro obligado ir y venir, implican la disminución del ritmo de movimiento como consecuencia de un factor externo. Esto tiene implicaciones en nuestras percepciones de la realidad, ya que nuestra cultura hace especial énfasis “en el transcurrir del tiempo”.
En esta situación la gente, en el plano temporal se angustia ante el limitante existencial que le impone la realidad a su necesidad de continuar, de avanzar en el plano subjetivo. Es decir esto contradice una definición sociocultural que entrelaza el tiempo con el movimiento en el plano personal. En este caso, tanto el usuario del “diablo rojo” como los conductores de tanto de buses como autos, son forzados a permanecer encerrados en los vehículos contra su voluntad, sin más nada que hacer que “ver” el transcurrir del tiempo perdido.
Este es un tiempo sin experiencias, donde solo hay que esperar, lo que genera hastío, incertidumbre y desasosiego. Esto se agrava al tener que compartir el limitado espacio con una multitud de caracteres algunos discordantes que generan hostilidad y desagrado. No existe entre ellos consenso en compartir la “desgracia” a través de la solidaridad, sino más bien surge un individualismo exacerbado en donde cada quién “busca lo suyo” sin piedad.
Algunos escapan del tedio a través del sueño o el paroxismo de la música estridente que a veces los acompañan, otros manifiestan su frustración con hostilidad y falta de consideración hacia los más débiles y otros ven la oportunidad de llevarse algo de lo ajeno en el aquel apretujamiento.
Esta es una vivencia desagradable compartida por muchos en un mismo momento. Su día activo se reduce al igual que su tiempo de descanso: se sale en la madrugada para el trabajo y se regresa en la noche. Su vida transcurre en el ir y venir dentro en un maloliente transporte sometido a la lógica de las regatas o a los “tranques”.
En todo caso, se pierde el control de la vida por la presión de eventos externos, del disfrute social del momento ante la pausa que impone ese encapsulamiento tanto en el tiempo como en el espacio.
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Artículo publicado el 25 de agosto de 2010 en el diario El Panamá América Digital, a quienes damos, lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
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