Un vecino como pocos

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La opinión de la Periodista….

Zulay Espinosa V.

En estos tiempos en que se vive con tanta inseguridad, la gente ha dejado de confiar hasta en aquellos que viven a su alrededor. Cuántas personas viven con altos muros que los separan de sus vecinos. Sin embargo, hay personas privilegiadas que cuentan con un vecino que al paso de los años se convierte en parte de su familia.

 

Sé que mucha gente tiene una convivencia difícil con vecinos que no son considerados en ninguna manera, pero también estoy convencida de que mucha gente (quizás más en el campo que en la ciudad) cuentan con vecinos que se han convertido en amigos.

Así era nuestro vecino, un hombre que a pesar de múltiples obstáculos y dificultades enseñó a sus hijos la importancia de ser hombres y mujeres de bien. Era muy trabajador, especial en el arte culinario, le gustaba tocar la guitarra casi a diario y ejecutaba nuestros bailes típicos como buen santeño que era. A diario llevaba puesto su sombrero pintado.

Quedó viudo y no se volvió a casar. Se quedó con su pequeño hijo, hoy un hombre y, hasta un poco antes de su partida, vivió con él y sus nietos como cumpliendo una promesa -probablemente hecha a su esposa- de cuidar a su último hijo.

Sus últimos años fueron difíciles, pero entregó todas las fuerzas que le quedaban para dar a su último vástago la protección que él no tuvo. Muchos pensarán que no lo hizo de la forma correcta, no podemos juzgarlo, pero lo cierto es que lo hizo con el corazón porque el sacrificio fue inmenso. Si hay algo que nos enseña es que por un hijo se lucha con todo en contra y se está dispuesto a dar hasta la vida.

Hacía un año y meses que no le veíamos porque sus hijas mayores se lo llevaron para que descansara, pues ya estaba muy mayor y hace pocos días supimos de su deceso.

Su nombre no fue necesario para nosotros, desde niños siempre le llamamos: el vecino. Con esa palabra bastaba para decir todo lo que representaba.

Ojalá sigan habiendo más personas como el señor Gustavo Antonio Cedeño Escudero, nuestro vecino inigualable que un tiempo antes de su partida disfrutaba de ir los domingos a la iglesia como quien se pone de acuerdo con el Señor para preparar un viaje especial a un lugar desde donde nos esperará y nos recibirá nuevamente justo al lado… como siempre, nuestro vecino.

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<> Este artículo se publicó el 17  de octubre de 2010  en el diario El Panamá América, a quienes damos,  lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.