Del fracaso al éxito escolar

La opinión del Profesor Universitario y Ex Ministro de Educación…

JUAN BOSCO BERNA
jbbernal@cwpanama.net

Con mucha facilidad la comunidad educativa y la sociedad en general se habituó a escuchar y pensar en el fracaso escolar del alumnado de nuestras escuelas básicas y medias del sistema educativo panameño. En razón de esta circunstancia, todos los años al finalizar o al iniciar del periodo lectivo se busca y difunde información sobre la cantidad de estudiantes fracasados y las medidas que asume el Ministerio de Educación para atender o remediar esta situación. El año 2010—2011 no ha sido diferente a los precedentes.

Muchos medios de comunicación se refirieron al tema y difundieron las estadísticas de los alumnos que fueron reprobados en las diferentes asignaturas, generalmente las mismas, cada año: Español, Matemáticas, Ciencias, Inglés. Por su parte, el Ministerio de Educación, se defendió y aclaró como siempre las inexactitudes en estos números y planteó como alternativa los cursos de rehabilitación para suplir esta deficiencia.

En los albores del Siglo XXI, cuando los derechos humanos en la educación, en una buena parte de las sociedades del mundo, han pasado de la retórica a la política de Estado para asegurarlos, hablar de fracaso escolar es un anacronismo. Este término se asocia a un lenguaje despectivo que expresa infortunio, desgracia, derrota, desastre, decepción y hasta suceso funesto. Ninguna de las conductas de estudiantes que dejaron de aprobar determinados contenidos en una o varias asignaturas del plan de estudio, servida bajo los patrones pedagógicos específicos de sus docentes, puede ser asimilada a este terrible término.

Lo que generalmente existe como sinónimo, es el sentimiento de frustración y de impotencia frente a un sistema educativo que, de acuerdo a sus reglas de juego, decide quién y cómo se aprueban los contenidos curriculares. Es así como se siembra en esta niñez y juventud, la negación del sentido real que debe tener la escuela y la educación como el mecanismo más importante para asegurar oportunidades a todas las personas, sin discriminación, para alcanzar una vida digna y el desarrollo pleno de sus capacidades humanas. La escuela no se creó para fracasar, su misión es contribuir a desarrollar integralmente las personas.

El ejemplo de Alfredo puede quizás ilustrarnos. Este joven de procedencia rural cursó sus estudios primarios en una escuelita multigrado con evidentes carencias de horas, docentes, materiales y apoyos en sus aprendizajes por su familia. Después de múltiples esfuerzos, terminó la escuela primaria y por decisión propia decidió inscribirse en el séptimo grado para completar la educación básica —gratuita y obligatoria— y encontrar una salida profesional a sus aspiraciones. Su sueño era romper el círculo vicioso de la pobreza rural que ha atrapado y asfixiado durante muchos años a su familia, amigos y conocidos.

Este joven en el pasado no estudió Inglés y tuvo una débil formación matemática y científica. Logró pasar al octavo grado en la misma escuela con profesores y esquemas pedagógicos diferentes. Sin embargo, aún con su esmero y rigurosa asistencia, no alcanzó la aprobación de cuatro asignaturas fundamentales del programa. Al preguntarle qué piensa hacer, nos dijo con pena: ‘no sé, pues no puedo rehabilitar ni puedo pasar al año siguiente. Tendré que abandonar la escuela, porque siento que no sirvo para estudiar y mis padres me dicen lo mismo’. Está desconsolado y triste.

Este es el panorama que viven cada año miles de estudiantes panameños, de la ciudad y del campo, que carecen de un sistema que les refuerce sistemáticamente sus aprendizajes, y les asegure el éxito escolar y personal al que ellos aspiran y que los conduce irremediablemente a desertar.

Hoy, acometemos de la misma manera, con ligeras modificaciones, la insuficiencia académica del estudiantado como se hacía desde los años sesenta del pasado siglo.

Debemos aprender la lección del sistema utilizado, que no recupera y menos dignifica. La experiencia de los países que más avanzan nos indica que todos los alumnos tienen los mismos derechos a una educación de calidad sin exclusión alguna. Que es durante sus estudios regulares donde se activan los mecanismos de evaluación diagnóstica, que permiten detectar tempranamente las debilidades que presentan los jóvenes en sus estudios. Con esta información, se procede a realizar con profesionales especialistas, las acciones que les refuercen la motivación, los métodos de estudios y los contenidos fundamentales para superar las deficiencias encontradas.

Este es un sistema que puede ser implementado dentro de nuestras escuelas. No se trata de desconocer las diferencias en el rendimiento de los alumnos. De lo que se trata es de garantizar los aprendizajes de los estudiantes más lentos dentro del periodo normal que cursan, sin castigarlos ni marginarlos, con un programa especial (Gabinetes Psicopedagógicos, Equipo SAE y otros) que los recupere y atienda sus necesidades educativas especiales. Preparemos nuestra escuela para una inclusión educativa total, que asegure el cumplimiento de los derechos que le asisten a nuestros estudiantes de aprender y construir un futuro promisorio más digno y esperanzador para todos.

 

Este artículo se publicó el 11 de febrero  de 2011   en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Panamá en competencia educativa con los grandes

La opinión del Docente Universitario y Ex Ministro de Educación….


JUAN BOSCO BERNAL
jbbernal@cwpanama.net

Por primera vez Panamá participa en la evaluación de sus resultados educativos, a la par de las naciones del mundo que mayores progresos registran en los aprendizajes. En efecto, nuestro país decidió integrase a la prueba PISA (Programme for International Student Assessment) en el 2009. Esta prueba es administrada por la OCDE (Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico), cada tres años, desde el 2000 y evalúa las competencias obtenidas en los estudiantes de 15 años en las áreas de matemáticas, ciencias y lenguaje, no solo en contenidos curriculares sino también en desempeño para la vida. PISA permite dar a conocer los países cuyos estudiantes han logrado los mejores promedios y, al mismo tiempo, se convierte en un distribuidor de oportunidades que, cual espejo de varios lados, muestra a los menos favorecidos en los resultados, el tamaño de la ambición y esfuerzo que debe realizar hacia el futuro.

De los 65 países participantes, alcanzaron el mejor desempeño: Shangai – China, Corea, Finlandia, Hong Kong – China, Singapur, Canadá y Nueva Zelanda. Panamá ocupó la posición número 62 con un promedio de 371 puntos de los 600 establecidos como límite máximo en la escala de evaluación. Así, está por encima de Perú, Azerbaiján y de Kirgyzstán. En la prueba marca por debajo de Argentina, Brasil, Colombia, Trinidad y Tobago, México y Chile, únicas naciones de la región incluidas en este importante test.

A diferencia de los países descritos, Panamá compite por primera vez en esta prueba y aunque mostró un lugar muy bajo en la pirámide de resultados, su desempeño es más alentador que el de países como Chile y Colombia cuando iniciaron su experiencia en el PISA. De modo alguno, esta comparación significa autocomplacencia con el sistema educativo panameño que, coincidimos muchos, demanda una reingeniería total. Lo que deseamos resaltar es cómo, gracias al empeño de sus gobiernos y los parámetros que ofreció esta prueba, países hermanos ubicados en los últimos lugares en el pasado, hoy muestran posiciones más favorables.

Por ejemplo, en el área de lectura, Chile, que es el país latinoamericano que mejor desempeño mostró (en esta y otras evaluaciones), se ubica en el lugar 44 entre los 65 participantes, con un promedio 449 puntos, que significan 44 puntos por debajo del promedio de los países de la OCDE, que fue de 493.

Una de las variables que mide la prueba es la condición socioeconómica de las escuelas de los alumnos evaluados. Mientras que en Finlandia (3er lugar) tienen un desempeño entre 3 y 4, pues, en general, son de clase media, las panameñas son clasificadas entre 1 y 2, representada básicamente por escuelas pobres. En el caso de Chile, pese a sus buenos resultados relativos dentro de la región, uno de cada tres estudiantes no alcanza el nivel 2 de desempeño, ubicándolos en condición de no poseer las competencias que demanda su inserción efectiva en el mundo laboral y ciudadano. La condición socioeconómica ayuda a explicar los resultados, pero no representa un obstáculo insalvable para mejorar los aprendizajes, pues países como Brasil y la propia China muestran buenos resultados educativos en poblaciones pobres.

El buen desempeño de los estudiantes no puede improvisarse ni construirse a la ligera. Los sistemas que mejor responden a la evaluación son aquellos que poseen políticas educativas y normas claras, sostenibles y ambiciosas, ampliamente compartidas en esos países, acerca de las habilidades de pensamiento complejo de orden superior que deben lograr en sus alumnos. Es decir, las reglas del juego son explícitas acerca de lo que se requiere para obtener un buen desempeño en los aprendizajes. Aquí la calidad del sistema educativo y de sus escuelas no puede ser superior a la de sus principales actores: estudiantes y docentes. De esta manera, la condición de buenos docentes y estudiantes definen las posibilidades de éxito en los resultados de la formación de su capital humano.

Los consensos nacionales (empresa privada, ministerios de educación, hogares, gobiernos, asociaciones profesionales) acerca de las competencias que deben tener los egresados del sistema educativo, caracterizan un entorno y una cultura que proveen condiciones, incentivos y restricciones (cuando sea indispensable) a los procesos y resultados en los aprendizajes, tanto en la contratación de profesionales como en el reconocimiento social a los estudios realizados.

Una tendencia observada es la de pasar de los sistemas centralizados y burocratizados hacia organizaciones menos verticales, donde la gente participa más directamente en las decisiones pedagógicas y financieras de los centros educativos. Allí la transferencia de poder a las escuelas y a sus directores para determinar lo que se enseña y cómo se enseña y aprende, parece ser un factor que hace la diferencia en estas evaluaciones. Son entornos escolares donde el personal docente aprende a trabajar junto en impulsar las buenas prácticas educativas y realizar investigaciones que permiten verificar los procesos que aplican en sus aulas de clase, como medio de avanzar en el logro de los resultados deseados.

Panamá ha dado un primer paso importante en reconocerse a sí misma como sistema educativo frente a las naciones del planeta con mejor educación. Ahora corresponde tomar las decisiones y trabajar inteligente, responsable e incansablemente para alcanzar los estándares que la historia y la sociedad naciente demandan. Saludamos la entrada al juego de las grandes ligas.

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<> Este artículo se publicó el 17  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Las lecciones de nuestros educadores ilustres

La opinión del Docente Universitario y Ex Ministro de Estado…

JUAN  BOSCO  BERNAL
jbbernal@cwpanama.net

Hace unos pocos días viví una de mis mejores experiencias profesionales, al compartir con más de seiscientas personas del sector educativo, asociadas a COOPEDUC, una jornada de reflexión sobre el legado de nuestros educadores ilustres y sus aportes al desafío que Panamá debe enfrentar en el campo de la educación.

En esa oportunidad recordamos cómo los educadores se constituyeron tempranamente en los constructores de la nación panameña. Este hecho derivó del papel que la educación jugó desde el amanecer de nuestra proclamación republicana, en la difusión de la condición del nuevo Estado y la necesidad de asegurar la integración de todo su territorio.

De este modo, la educación se reconoce como un pilar fundamental de la historia panameña y sector decisivo en el devenir del desarrollo nacional. Oportunamente los próceres alertaron sobre la necesidad de crear escuelas, formar y nombrar maestros. La escuela fue la pionera en los servicios públicos de Estado naciente, y llegó a comunidades remotas, donde otras agencias gubernamentales no soñaron con establecerse.

Así, ser educador, maestra o profesor, se constituyó en una de las primeras profesiones que logró prestigio y reconocimiento social. Era la figura que representaba el saber, sinónimo de la verdad y de la virtud en las comunidades donde laboraba.

Muchos educadores forjaron su profesión y prestigio dentro de difíciles circunstancias en las que vivían y realizaban su misión. Probablemente los nombres que mejor conocemos sean los de Manuel José Hurtado, José Daniel Crespo, Abel Bravo, Octavio Méndez Pereira, Francisco Céspedes, Otilia Arosemena de Tejeira, Sara Sotillo, entre muchos otros, que tuvieron una destacada actuación en su función pedagógica, social y política.

Menos conocidas son las vidas igualmente ejemplares de los miles de educadores, de la ciudad y del campo, cuya vocación, dedicación y superación contribuyó a cambiar el destino de sus estudiantes y de las comunidades, pues les otorgaron poder y un porvenir de oportunidades. Esta pléyade de buenos docentes tiene sus ejecutorias inscritas en los anales silenciosos de la profesión y en nuestros corazones.

De todos estos educadores aprendimos muchas lecciones imperecederas. Fueron personalidades íntegras que formaron con la palabra y predicaron con el ejemplo. Su función primordial fue enseñar a pensar y aprender durante toda la vida, y fueron excelentes orientadores sobre el bien, el trabajo, lo verdadero, lo correcto y la belleza. No solo transmitieron saberes, especialmente se interesaron en formar la personalidad y el carácter de sus discípulos, cuidando con esmero el desarrollo afectivo y moral. Amaron con pasión su profesión y sentían orgullo de ser educadores. Cuánta nostalgia nos causan.

Sin embargo, ante los cambios que viven la sociedad y el mundo, cambió también el sentido de la escuela, la manera de aprender y la función del educador. El conocimiento ocupa un lugar estratégico y la forma de crearlo, adquirirlo, transferirlo y aplicarlo decide la prosperidad o pobreza de las naciones. El aprendizaje se logra en la escuela, pero también fuera de ella, mediante diversos canales y agentes, que sorprenderían a los mejores docentes de aquellas épocas (Internet, TV por cable, radio, entornos virtuales, libros). Se ha pasado de un aprendizaje escolar memorístico y repetitivo, a un aprendizaje dinámico, diverso y significativo p ara toda la vida.

Pero ¿qué pasó en Panamá? La escuela panameña, en general, ha mostrado parálisis (a veces también retroceso) ante el ritmo de estos cambios, contrario a los resultados observados en los países que más avanzan en esta materia. Son evidentes los bajos resultados académicos obtenidos en las pruebas nacionales e internacionales y otros signos en los alumnos, que muestran que algo está ocurriendo en la formación y desempeño de nuestros educadores. Cuando los alumnos no aprenden los contenidos curriculares correspondientes a su edad-grado, una buena parte de esa dificultad es atribuible al acto docente. Evitemos la autocomplacencia y la frustración, pasando a la superación.

Urge intervenir en alguna de las partes del proceso educativo, para transformarlo y adecuarlo a las nuevas demandas sociales. Sin duda, el eslabón más decisivo en esa cadena es el personal docente, por lo que el porvenir de la educación nacional depende, incuestionablemente de lo que se decida y realice a partir de este momento en sus educadores, especialmente en cuanto a: la sólida formación, el riguroso reclutamiento, el apoyo a su gestión y los incentivos profesionales y salariales, para atraer y mantener en el servicio a las personas más talentosas e inspiradas. Atender esta urgencia es responsabilidad primaria del Estado, quien puede así reivindicar el legado de nuestros educadores ilustres y ofrecer un futuro de oportunidades a las nuevas generaciones.

 

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<> Este artículo se publicó 10  de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Competitividad, educación y pobreza

La opinión del Docente Universitario….

 

JUAN BOSCO BERNAL
jbbernal@cwpanama.net

Evangelina a sus escasos 19 años ya es madre de tres hijos que intenta criar con los pocos alimentos que le arranca a un suelo árido y los eventuales ingresos que recibe Pedro, su marido, por trabajos de peón ocasional que realiza en Cerro ‘Pela’o’, en Ñürún, Comarca Ngäbe Buglé.   Ella, sus hijos y su marido viven con menos de dos balboas al día. Ella solo cursó hasta el tercer grado de enseñanza primaria. Nunca conoció la capital del país y desconoce que el mundo es más que su huerto, la comunidad y la iglesia a la que asiste con regularidad. Los términos globalización, competitividad, inversión extranjera, exportaciones y balance macrofiscales, nada significan para ella y poco le ofrecen para cambiar su vida, pues sus padres vivieron ya de manera similar.

La vida de Evangelina es parecida a la que afrontan 385,000 personas en Panamá que, como ella, viven en pobreza extrema, al margen de los indicadores que configuran la nueva economía globalizada, que se mide en términos de un producto interno bruto que sube y baja según decisiones usualmente tomadas fuera del país, por parte de personas que generalmente desconocen de su existencia.

Según la última entrega del índice de competitividad global publicado por el Foro Económico Mundial (2010—2011), Panamá logró subir 6 posiciones, pasando del puesto 59 al 53, para colocarse así como el segundo país en América Latina, solo después de Chile, como la economía más competitiva. Ocupa un lugar privilegiado, por encima de Costa Rica y Uruguay que son naciones que han demostrado solidez en sus políticas de desarrollo.

La buena nota para nuestro país se obtuvo principalmente en 6 de los 12 pilares evaluados, donde el mejoramiento de la infraestructura y la estabilidad macroeconómica, fueron los mejores calificados. En los seis pilares restantes sobresalen con baja nota la rigidez en el empleo, la calidad del sistema educativo y la independencia del sistema judicial.

Cuando estos indicadores globales, que denotan progreso y riqueza, se cruzan con la distribución de los beneficios de esa economía que crece en virtud de diversos factores favorables, encontramos una sociedad profundamente desigual. Según la Encuesta de Niveles de Vida del Ministerio de Economía y Finanzas (ENV-2008), se observa que el 20% de la población, la mejor situada en la pirámide social, percibe el 53% de la riqueza, y que el 20% más pobre, segmento al que pertenecen Evangelina y su familia, recibe apenas el 4% de los beneficios de esa economía.

Aún cuando las cifras de la pobreza tienden hacia una declinación progresiva, la distribución del ingreso ha cambiado muy poco en las últimas dos décadas en el país, lo que lleva a pensar que si no se logran introducir y mantener políticas públicas sociales y educativas efectivas para la vida de la gente, esta brecha lejos de cerrarse en el tiempo, puede mantenerse o agravarse frente a cambios en el panorama económico nacional e internacional.

Los indicadores señalados deben alertarnos sobre el panorama de desarrollo humano del país. Es importante crecer económicamente y ser crecientemente competitivo en el mundo globalizado, con un claro pensamiento puesto en la igualdad de oportunidades que los diversos sectores sociales del país deben lograr para construir un futuro más digno y humano para toda la población.

En ese sentido, apostar a una fuerte institucionalidad y a una educación con equidad y calidad en todos los niveles y modalidades del sistema educativo, se convierte en una tarea fundamental de carácter irrenunciable e inaplazable para construir ese porvenir. La educación debe convertirse junto a otros sectores estratégicos, en la herramienta fundamental para salvar la brecha que separa la miseria de la opulencia, la vida sin horizontes de la vida con esperanza.

Ello es así, pues, la educación dota de autonomía y poder a las personas al proveerles de los conocimientos, habilidades y actitudes favorables que requieren para superar las estructuras de la pobreza y la baja autoestima, y así potenciar las capacidades humanas para trabajar decentemente, participar activamente en la vida ciudadana, vivir en un entorno saludable y aprender a lo largo de su existencia.

Este escenario es compartido por amplios sectores de la población panameña y sus líderes más reconocidos.   Por ello, muchos encuentros, estudios y diálogos realizados sobre el tema han servido para pavimentar ya el camino que conduce hacia esa finalidad, sin improvisaciones ni repetición de diagnósticos conocidos.

Frente al imperativo de la competitividad para reducir la pobreza y la desigualdad social, es importante ahora otorgarle el lugar que se merece la educación. Este mensaje fue destacado en el V Foro Nacional para la Competitividad (FNC) realizado recientemente en el país. Solo de esta manera es posible pensar que los hijos e hija de Evangelina tengan oportunidades a una mejor calidad vida que sus padres y abuelos nunca alcanzaron.

 

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<> Este artículo se publicó el 28 de octubre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del   autor  en: https://panaletras.wordpress.com/category/bernal-juan-bosco/

Salario docente justo y transformación educativa

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La opinión del Educador y Ex Ministro de Educación…

JUAN BOSCO BERNAL

La reivindicación salarial de los docentes vuelve a ocupar un espacio dentro del debate de los dirigentes gremiales magisteriales y autoridades del gobierno. Igualmente, se cierne como una de las preocupaciones capitales de las familias, mayoritariamente de los sectores populares, por los efectos nocivos que pueda tener este desencuentro en la pérdida de clases de sus hijos, alejándoles, una vez más, de las posibilidades de alcanzar una formación integral de calidad.

El tema salarial es consustancial al ejercicio de todas las profesiones, especialmente de la docente, que está en la mira de la sociedad por la delicada misión asignada de formar las generaciones del mañana con los conocimientos, valores y habilidades que la sociedad y el nuevo momento histórico demandan. De allí que, probablemente, ninguna otra profesión tenga un efecto tan directo en el desarrollo personal y el porvenir de la sociedad como la profesión docente. Esta convicción sobre la trascendencia social de la función docente ha sido asumida plenamente por las naciones que más avanzan en la educación y que han dado muestras claras del lugar que ocupa el maestro o profesor dentro de la escala de profesiones y de los salarios de sus países.

Son múltiples los ejemplos en naciones de continentes y culturas diferentes, como Finlandia, Singapur y Chile, que han hecho de la docencia y el magisterio una profesión de elevado prestigio y reconocimiento, igual o superior al de otras de histórica reputación social (Ingeniería, Arquitectura, Medicina), tanto por la sólida formación de sus egresados, como por el nivel salarial y de respeto a esta función en la estructura del Estado y valoración de la comunidad. Por eso, en el momento de plantear y evaluar la situación salarial de los docentes, conviene hacerlo en un contexto más amplio, que permita responder a preguntas tales como: ¿Qué tipo de docente necesita Panamá para asegurar la calidad de los aprendizajes que los alumnos requieren para vivir y trabajar en la nueva sociedad? ¿Cómo formar inicial y continuamente a estos docentes para que cumplan con éxito la misión asignada? ¿Cómo debe remunerarse un profesional que cumple con las exigencias descritas y que muestra un desempeño eficaz de sus funciones y tareas? ¿Cuáles deben ser los incentivos para atraer a los mejores talentos al servicio docente y reconocer el desempeño más innovador?

La respuesta a la primera y a la segunda pregunta, puede construirse mediante una política pública de formación docente (que no existe actualmente) que oriente con claridad las competencias pedagógicas, científicas y culturales, además de los fundamentos éticos, que debe tener el educador, el perfil de ingreso a la formación docente dentro de la universidad, los lineamientos curriculares básicos de esa formación, los requisito para los formadores de formadores, la importancia de la práctica a lo largo de la formación, así como los requisitos de egreso de la formación e ingreso al servicio docente activo. Esta política debe contener lineamientos claros acerca de la formación continua del personal docente en servicio y el que ingrese en el futuro, mediante experiencias de aprendizaje que perfeccionen y actualicen los modelos y estilos de la práctica pedagógica en el centro educativo.

Un ejemplo de criterios de acceso a la formación docente en las universidades lo ofrece Finlandia, que exige a los aspirantes un rendimiento en el bachillerato igual o mayor de 9 (En una escala de 1 a 10) y una evaluación de competencias docentes (Lectura, escritura, empatía, comunicación, artísticas, científicas, matemática). El gobierno de Chile, por su parte, además de acompañar el proceso formativo en las universidades, ha establecido pruebas de ingreso al servicio docente dentro del Ministerio de Educación. La remuneración docente representa siempre el resultado de la ecuación: valor que el Estado asigna a esta profesión en la sociedad, el nivel de formación académica exigido y los resultados del desempeño profesional. Esta remuneración se compone de diversos factores: salario inicial para el tipo de cargo, incrementos salariales por años de servicio, superación y resultados observados, y las bonificaciones por el valor agregado en el cumplimiento de sus funciones normales en términos de su creatividad y dedicación.

De esta manera, un docente debidamente formado, independientemente del ciclo o modalidad escolar en el que se desempeñe, puede alcanzar la más alta remuneración en atención a su desempeño, superación y dedicación. En ese sentido, atraer al sistema a los jóvenes más talentosos e inspirados para formarlos en la profesión docente, mejorar las condiciones laborales en favor del rendimiento académico y la autoestima profesional y personal; incrementar la capacidad de los docentes en servicio dentro del sistema para llevarlos al nivel deseado y retener dentro de la profesión a los educadores más comprometidos y eficaces, se convierte en el más importante de los desafíos de la educación panameña en la búsqueda de la calidad ambicionada. Es por ello que el salario y los incentivos profesionales del personal docente se tornan en elementos de negociación que apuntan al mejoramiento continuo de sus habilidades, el entorno laboral y de los aprendizajes. Así, más allá del ciclo viciado de tensión gremio—gobierno, habría que trabajar en la solución de salario justo y calidad educativa.

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<> Este artículo se publicó el 18  de octubre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

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La EBI: Importancia y desafíos

La opinión del Educador y Ex Ministro de Educación….

JUAN BOSCO BERNAL

La búsqueda de opciones pedagógicas efectivas para la niñez, tiende a ofrecer un lugar preferencial a la Educación Bilingüe Intercultural (EBI) en las políticas educativas, en países como Panamá, caracterizados por su diversidad cultural y lingüística. Ello es así, pues en los tiempos modernos se reconoce el inmenso poder que tiene la educación para transformar la vida de las personas, fortalecer la autoestima y crear bienestar social en la familia y la comunidad. Su valor es indiscutible como herramienta eficaz para avanzar hacia el desarrollo humano y la justicia social, potenciar la empleabilidad, la productividad y el progreso nacional.

El sistema educativo heredado de Panamá posee amplia cobertura con bajos niveles de calidad, pertinencia y equidad. Cerca de un tercio de la población en edad preescolar y seis de cada diez de media está excluida de estos niveles educativos. En las áreas indígenas esta situación es particularmente crítica. Allí cuatro de cada diez personas padece analfabetismo, especialmente las mujeres, y un alto porcentaje de sus alumnos es afectado por la reprobación, el abandono escolar y la exclusión del sistema educativo. La niñez indígena padece los efectos de la existencia de una escuela ‘nacional’ distante de su lengua y su cultura.

Esta disociación etnolingüística explica en gran parte los bajos rendimientos escolares del alumnado indígena. Y es que las escuelas inclusivas y de calidad no están al alcance de los indígenas y la niñez más pobre del país. La educación que recibe la mayor parte de la niñez y juventud de las comarcas indígenas, impide su plena inserción ciudadana y productiva en la sociedad.

En el pasado la escuela única, igual para todos, y la enseñanza del castellano, buscaban contribuir a la uniformidad pedagógica y lingüístico—cultural de la población. Su finalidad apuntaba a la consolidación del Estado Nacional. Hoy el avance del conocimiento, las luchas por la reivindicación de sus derechos y la praxis social, cultural y política de las naciones, conceden a la diversidad étnica y lingüística un valor destacado y representan ventajas comparativas de significativa importancia.

En ese sentido, se tiende a pasar del modelo segregacionista de los pueblos indígenas a su integración efectiva respetando sus capitales culturales propios, de la descalificación de los dialectos étnicos a la valoración de las lenguas e idiomas indígenas con su potencialidades culturales; de un currículo uniforme para toda la niñez, de todo el país, a un currículo único, flexible, con adecuaciones a intereses pedagógicos y culturales específicos y de una política educativa nacional única y homogénea para todos, a una política que reconoce la diversidad en la construcción de la unidad nacional.

El enfoque pedagógico bilingüe intercultural en Panamá es un fenómeno reciente, que se ha promovido gracias a la determinación de la dirigencia comarcal y la intelectualidad de esos pueblos.

Es un esfuerzo destinado a la recuperación del capital cultural e histórico de estos pueblos, para integrarlo armoniosamente dentro de la propuesta pedagógica y curricular, que tenga pertinencia y significado para quienes aprenden y facilite la formación integral de las personas.

El objetivo de esta estrategia, además, es fomentar la equidad, la motivación, la permanencia y el éxito escolar en los estudiantes indígenas. De este modo se reduce el ausentismo, la reprobación y el abandono escolar, se promueve la recuperación de los conocimientos, las técnicas y los valores de cada pueblo. Igualmente, estimula el respeto a la diversidad cultural, la tolerancia y la convivencia intercultural y pacífica entre las personas.

En Panamá la Educación Bilingüe Intercultural ha dado pasos importantes, sin embargo requiere de su consolidación y desarrollo. Se espera que se pueda insertar dentro del proceso pedagógico y curricular formal del sistema educativo nacional, que le permita asegurarle el reconocimiento y los apoyos institucionales requeridos y superar la percepción de modelo pedagógico marginal y hasta clandestino.

Asimismo, requerirá de directores de centros educativos bien formados, sensibles a la diversidad y líderes de su organización, igual que docentes motivados con las competencias técnicas para que asuman la tarea de difundir y aplicar la experiencia con éxito. En este caso, la Universidad Especializada de las Américas (UDELAS), aporta una contribución importante en la formación de docentes bilingües interculturales para los pueblos de Kuna Yala y Gnöbe Buglé.

Este es el sueño y la ruta de concreción, que como bien expresara Nele Kantule ‘Quiero que la cultura de mi Pueblo perdure dentro del marco universal de la cultura de los pueblos del mundo’.(1)

(1) IGUAIBILIKINYA O NELE KANTULE FUE UNO DE LOS GESTORES DE LA REVOLUCIÓN KUNA.

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Este artículo fue publicado el  20 de agosto de 2010  en el diario La Estrella de Panamá,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

A quién beneficia la Educación Superior?

La opinión del Docente Universitario y Ex Ministro de Educación…

JUAN BOSCO BERNAL

La educación es reconocida en el mundo contemporáneo como un derecho de todas las personas. Las más diversas convenciones internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración Mundial de Educación para Todos, así como la Constitución Política de la República, reafirman este principio.

Sin embargo ¿por qué tantos niños, jóvenes y adultos panameños no logran ejercer plenamente este derecho? ¿Cuál es el tamaño de la brecha que separa a las personas con acceso a la educación en todos los niveles de enseñanza de las que están al margen de estos beneficios?

La equidad se asocia en general a la igualdad de oportunidades que deben tener las personas frente a la educación. Alude a la justicia social, la legitimidad, la legalidad y a un trato éticamente aceptable. En ese sentido, la equidad puede ser entendida como la igualdad de oportunidades de acceso, de permanencia exitosa y de resultados eficaces de la educación.

En el pasado la equidad fue considerada un principio inaplicable a la educación superior, por valorarse como un nivel no obligatorio ni gratuito, en los términos formales de la legislación educativa nacional. Hoy, frente al valor creciente que asume el conocimiento como el recursos más importante de la sociedad, a la formación superior de calidad se le atribuye una condición fundamental para el avance de las economías y progreso de los países, dada la relación directa entre alto crecimiento en las matrículas universitarias y los niveles de ingreso per cápita y de desarrollo humano de los países. En este sentido puede apreciarse que la tasa de retorno de la educación superior (150.7%) duplica la de la educación media y quintuplica la de la primaria (2009).

La educación superior es pilar fundamental del progreso económico y la paz, de allí que debe ser accesible a todas las personas a lo largo de sus vidas, como un espacio abierto de oportunidades para la autorrealización personal, la movilidad social y los aprendizajes permanentes en el mundo global. La admisión debe estar basada en el mérito, capacidad, perseverancia y determinación de estudio de las personas.

La igualdad de oportunidades en la educación superior no admite discriminación con base en raza, sexo, idioma, religión o edad, y tampoco por consideraciones económicas, culturales, sociales y de discapacidad física. Una política moderna de equidad debe facilitar activamente el acceso a personas pobres, grupos indígenas, minorías culturales y personas portadoras de discapacidades, de modo que contribuya a romper el círculo perverso de la pobreza y la exclusión social.

La educación superior en Panamá ha crecido considerablemente en los últimos años, lo mismo que los niveles precedentes de enseñanza. Hoy representa un sistema amplio y diverso, que acoge unos 135000 estudiantes, principalmente matriculados en instituciones oficiales (80%), con 5 universidades oficiales, 37 particulares y 9 en lista de espera. Este sistema creció entre 1970 y 2006 aproximadamente en 16 veces.

Como en muchos otros aspectos, en materia de educación Panamá es un país de contrastes. Las mujeres, que en diversos contextos son excluidas del sistema, tienen participación destacada en la matrícula (61%) y en graduados universitarios (67%). Y las personas sin ningún grado de escolaridad aprobado (256155) eran prácticamente igual al número de personas que poseían un título universitario (256146). Una décima parte de la población total posee estudios superiores, con títulos de post grado representan el 8.3% de los universitarios y menos del 1% de la población total.

Alrededor de la mitad de los alumnos que estudian en premedia y media asisten a la universidad. Muchos de los jóvenes que ingresan abandonan tempranamente los estudios superiores (38% y 55%) y, de los que permanecen, una buena parte culminan en períodos superiores a los establecidos en sus estudios (6 a 8 años). Los graduados en relación con los matriculados representan entre un 10% y un 20%. Algunos egresados carecen de las competencias para trabajar, vivir y ejercer plenamente la ciudadanía en una sociedad y un mundo que cambian vertiginosamente.

La educación superior es un privilegio de los grupos urbanos (89.3%) y no pobres del país (96.7%). Dicho de otra manera, los pobres y pobres extremos, que representan un tercio de la población panameña, están representados en la educación superior apenas con alrededor del 3% de la matrícula.

Como fenómeno social la equidad está afectada por el entorno sociocultural de la población y el valor que concede la sociedad y el Estado a la educación superior.   De allí que sea necesario asumir la equidad como política de Estado, definir cuotas de acceso y acciones compensatorias por grupos de población desfavorecidos, y ofrecer servicios educativos a distancia para poblaciones remotas, trabajadores y personas con discapacidad, al mismo tiempo que impulsar sistemas de becas a personas desposeídas con méritos académicos.   Es decir, insertar la educación superior dentro de una cosmovisión social más amplia y menos reduccionista del sentido académico.

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Artículo publicado el 25 de junio de 2010  en el  Diario La Estrella de Panamá , a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Una Alcaldía vacía

La opinión de…..

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JUAN BOSCO BERNAL

Un hecho notorio de los últimos años en materia de gobierno, es el valor que progresivamente asumen los municipios y comunidades locales, en diferentes regiones del mundo, como los espacios humanos de mayor potencialidad para innovar en materia de políticas públicas y experiencias de desarrollo humano sostenible en favor del mejoramiento de la calidad de vida de las personas.

Las lecciones de la experiencia que ofrecen municipalidades urbanas como las de Bogotá en Colombia, Porto Alegre y Curitiba en Brasil, son ejemplos que dignifican el desempeño de las autoridades municipales que actúan con previsión, compromiso, creatividad y transparencia, para hacer de la comunidad que representan un lugar sano y atractivo para vivir.

Cuando las autoridades municipales llegan a ejercer el cargo para beneficiarse a sí mismas, a sus familiares, amigos y copartidarios; cuando los alcaldes, representantes y concejales ejercen su oficio sin conocer ni comprender el alcance de la tarea que asumen, las comunidades y sus habitantes serán el teatro de la improvisación, la desidia, el desorden en la prestación de los servicios básicos y el uso cuestionable de los recursos públicos que administran.

El resultado es la desilusión ante el fracaso de un modelo político-administrativo de gestión municipal y la frustración en quienes se atrevieron a soñar en una comunidad mejor para todos. Al término de esa administración es como volver a empujar la carreta de las aspiraciones sociales, hacia una colina cada vez más empinada y difícil de transitar.

Aún cuando se reconoce que no todas las limitaciones se imponen desde el municipio, pues sistémicamente múltiples factores dependen del apoyo del partido político al cual pertenece o del gobierno central del cual depende, es en la esfera local donde ese encuentra una buena parte de las soluciones.

De allí la necesidad de contar con alcaldes competentes. Con personas que tengan el liderazgo, la imaginación y el carácter para impulsar un proyecto municipal que ponga la atención en la gente, que valore la cultura, fomente la educación de calidad en todas las edades a lo largo de la vida, que reivindique los espacios públicos, respete el medio ambiente, asegure el aseo y la seguridad ciudadana, promueva las oportunidades de empleo, garantice la prestación de los servicios públicos (agua potable, electricidad, Internet para todos) y genere confianza entre los asociados.

Se buscan alcaldes y alcaldesas capaces de promover y concertar con el gobierno central, empresas privadas y organizaciones locales, planes de desarrollo integral con metas medibles y un presupuesto participativo generado mediante la consulta pública, que rinda cuentas a su comunidad dentro de un modelo de gestión más humano, sostenible y democrático.

También de organizar equipos de trabajo apelando a las mejores capacidades de las personas de la comunidad.

Es hora de soñar y trabajar por ciudades en la Región Metropolitana, el interior del país y zonas indígenas, que cuenten con centros culturales vivos (museos, sitios temáticos, casas de la cultura), espacios públicos atractivos (parques, plazas, calzadas, gimnasios, canchas deportivas) para la actividad física, deportiva y recreativa; servicios de transporte público económico, seguro y cómodo, que conecte los puntos de mayor importancia para la población.

Una administración que organice o fomente la instalación de redes de salud primaria, de centros educativos infantiles en las áreas más pobladas que sirvan a la estimulación temprana y aprendizaje integral de la niñez menor de cinco años de edad y faciliten un servicio a las madres que estudian o trabajan.

Impulse casas de atención diurna para adultos mayores y programas compensatorios para las mujeres. Igualmente, acciones permanentes de capacitación técnica para jóvenes y adultos con vista a desarrollar sus destrezas y conocimientos laborales, en correspondencia con los recursos y necesidades socioeconómicas de la comunidad y la Región.

Cuando encontremos hombres y mujeres capaces de enfrentar estos desafíos, el país también se encaminará a liberarse de las ataduras de la pobreza, la exclusión, la injusticia y el atraso, que afectan las condiciones de vida de miles de personas tanto en el campo como en la ciudad. Los puestos vacíos en las alcaldías también serán llenados con la inteligencia y la integridad que reclama el momento histórico nacional.

Una visión renovada de la municipalidad y su contribución al progreso de las comunidades y el país, demanda del Estado panameño una política clara y consistente para incentivar las estrategias y esfuerzos municipales más convergentes con modelos de desarrollo más participativos, eficientes, transparentes y creativos. En ese sentido, el fortalecimiento de las capacidades locales, mediante la formación de sus dirigentes administrativos, políticos y comunitarios, es una tarea inaplazable en nuestro país.

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Este artículo se publicó el 29 de mayo de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Municipalidad y Desarrollo Humano

La opinión del Docente Universitario

JUAN BOSCO BERNAL

El centralismo gubernamental es un fantasma que ha recorrido toda la vida de la nación panameña, impregnándola de cuestionables valores y comportamientos institucionales generadores de un crecimiento hipertrofiado y desequilibrado de la República.

Los tres Panamá, el metropolitano —el interior rural— el indígena, que se reconocen dentro de un mismo país, revelan un modelo de desarrollo humano desequilibrado, contradictorio y excluyente, que presenta un panorama de un país rico habitado por más pobres que los que la vergüenza y la ética pública pueden tolerar.

La tradición administrativa dentro del Estado panameño pone al Ejecutivo, especialmente a sus ministros y presidente, en el centro del poder, subordinando a los restantes órganos del Estado a la voluntad política del gobierno de turno.

Hasta las decisiones más elementales de la vida de la población en materias como la salud, educación, seguridad, aseo, alimentación, para ser legitimadas requieren de la consideración de las autoridades superiores de gobierno.

La municipalidad, instancia local más cercana a las personas, apenas se ocupa de tareas y funciones operativas como la recolección de basura, cementerios, mataderos, mercados públicos, parques y, en contados casos, de instalaciones deportivas y culturales.

La complejidad y tamaño del Estado, así como las demandas y necesidades crecientes de la población dentro de una sociedad y un mundo que experimenta cambios científicos, tecnológicos, económicos, políticos y culturales importantes, fundamentan la urgencia de contar con una nueva arquitectura de gobierno, con una institucionalidad caracterizada por la participación responsable, la funcionalidad operacional, la transparencia, la eficiencia y la legitimidad política y democrática de las organizaciones.

Ese nuevo diseño debe considerar una transferencia de poder y toma de decisiones a las instancias locales, mediante un proceso gradual y controlado de descentralización, que contribuya progresivamente a trasladar, del centro a la periferia, decisiones y competencias, con vista al mejoramiento de la calidad de vida de la población, allí donde ella reside.

La Ley de Descentralización, ya aprobada en el 2009, apunta en esa dirección y requiere de su oportuna y juiciosa implementación.

El cuestionamiento que se hace a la debilidad técnica de los municipios y al manejo irregular de los recursos por algunos de ellos, lejos de ser un impedimento para fortalecer su poder, es precisamente la justificación para acometer oportunamente una estrategia destinada a desarrollar las capacidades locales, mediante la formación de sus cuadros dirigentes y técnicos, a fin de impulsar de modo inteligente planes y proyectos orientados al desarrollo humano de su población.

Postergar esta decisión puede significar actuar en sentido contrario, es decir, consolidar aún más el centralismo metropolitano y el presidencialismo, con los efectos nocivos anotados.

La debilidad institucional de los gobiernos locales es reconocida. Algunos municipios del país han dado un salto significativo en la expansión de la población y en sus ingresos, pero sus modelos de gestión responden más al clientelismo político y al interés personal de sus dirigentes, que a la búsqueda del bien común de sus asociados. De esta manera, los nuevos recursos obtenidos no se reflejan necesariamente en mejores obras y servicios en beneficio de la niñez, la juventud y las personas adultas de esa circunscripción.

El Municipio de Antón, en la provincia de Coclé, es un ejemplo de esta situación. A diferencia de Olá y La Pintada, que son municipios que reciben subsidios del Estado, Antón ha visto incrementado sostenidamente sus ingresos durante los últimos diez años.   En el 2009, la comuna antonera tenía un presupuesto de 1.4 millones de balboas. Es decir, es un municipio millonario. Superaba en sus ingresos a la totalidad de los municipios coclesanos, incluyendo a Penonomé, que casi le dobla en extensión territorial y en población.   Contrario a ese hecho, el distrito tiene una condición social precaria. Su reconocida riqueza agropecuaria, complementada con un incremento vertiginoso en las actividades turísticas en razón de la ampliación de la moderna infraestructura hotelera en el área, no se corresponde con los bajos índices educativos y de desarrollo humano, la falta de espacios públicos, de medidas de control ambiental, de disposición de agua potable y servicios de salud de calidad para su población, que es mayoritariamente joven y rural.

En se sentido, la pregunta es ¿hacia dónde van esos recursos? ¿Qué nuevas obras y programas se han realizado en el distrito con los ingresos crecientes que se reciben? ¿Cómo se elabora el presupuesto y a quién se beneficia con el gasto? ¿Cómo ha crecido la planilla municipal en relación con la cobertura de los programas sociales?

Es por lo tanto urgente pensar en una nueva estrategia de desarrollo local. Probablemente conviene aprender de iniciativas de otros países de la región destinadas a ofrecer incentivos a municipios que presenten sus presupuestos desglosados por objeto del gasto en términos de escuelas, centros de salud, centros de atención a la niñez, a la mujer, adultos mayores. Presupuestos que son elaborados participativamente, difundidos como medio de generar debates públicos con la comunidad acerca del uso que tienen los recursos municipales y las mejores formas de orientar el gasto social.

Una gestión apropiada del desarrollo local ha demostrados ser un valioso instrumento para el manejo transparente de los recursos, la promoción de la participación de la comunidad en asuntos de su interés, y en la construcción de confianza y capital social dentro de la comunidad y la sociedad.

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Este artículo se publicó el 10 de mayo de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La Educación Media: entre la tradición y la esperanza

La opinión de…..

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JUAN BOSCO BERNAL

La educación media se encuentra en el foco de la tensión política nacional. Si bien este nivel educativo ha cumplido históricamente una función mediadora de la enseñanza primaria a la universidad, hoy en Panamá, todo parece indicar que es el centro de la disputa entre un gobierno que pugna por su reforma y unos dirigentes magisteriales que se oponen, sin que esté muy claro exactamente si es al método de la transformación o a su contenido.

Este hecho no es nuevo en el panorama político asociado a las reformas educativas de América Latina, pues en países que avanzan como Brasil, Chile, Uruguay, Argentina y México, la educación media es probablemente el tramo escolar más sometido a debates y en el que más innovaciones se han realizado en las últimas dos décadas.

Esta situación es explicable a partir de las nuevas demandas que se le plantean a los sistemas educativos producto de los cambios que se operan en el conocimiento, las tecnologías y el mundo laboral.   La tradición conectaba directamente la educación secundaria a la universidad o a un oficio en un mercado de trabajo estable que demandaba una baja cuota de conocimiento y de innovación.

Este panorama ha variado en la sociedad del cocimiento. Con la masificación de los estudios superiores, las nuevas competencias que se demandan a las personas para vivir y trabajar, la tardía inserción laboral de los jóvenes, así como la rápida movilidad laboral de los egresados en razón del cambio en la división del trabajo, se generan condiciones que apuntan a la pérdida del carácter selectivo y a una formación vocacional y técnica temprana.

Actualmente se concibe la educación media como una etapa última de la formación general y el comienzo de la específica. De allí que muchos países han optado por un modelo educativo más orientado hacia el desarrollo de las capacidades humanas, a una mejor distribución social del conocimiento y crear condiciones para una cultura del aprendizaje, más autónomo, continuo, relevante y funcional. Se trata de la formación de capacidades transferibles a la comprensión y solución de problemas, nuevas tareas y desafíos.

Según la Constitución y la Ley panameñas, todas las personas tienen derecho a una educación científica, democrática, solidaria y justa, que asegure el desarrollo personal y familiar, así como el fortalecimiento del sentido de Nación.

Sin embargo, ese mandato no se corresponde con la realidad. Menos del 50% de los jóvenes entre 15 y 17 años está escolarizado y la mayor parte de ellos no reciben una educación de calidad.

Igualmente, planes y programas de estudio múltiples que atomizan el conocimiento y apuntan en dirección a una sociedad que ya no existe; insuficiencia de profesores en áreas científicas claves (matemática, química, física, biología); métodos de enseñanza y evaluación inapropiados; insuficiente capacidad física en áreas urbanas y escasa oferta en las rurales, que inciden en la falta de cobertura y el abandono prematuro de sus estudios. Todo ello se une a un personal directivo insuficientemente formado y motivado.

También es deber ciudadano reconocer la mala praxis institucional de la Nación en materia educativa, pues cada vez que se renueva el gobierno o el mandato ministerial, también se descontinúan automáticamente los proyectos, compromisos y acuerdos pactados por la educación panameña.

Por ejemplo, el Pacto Nacional por la Modernización de la Educación Panameña mediante la Estrategia Decenal 1997-2006, propuso la transformación de la Educación Media a partir de 1999. Por su parte, la Concertación Nacional (2007), acordó la renovación curricular, articular la educación Media a la Superior, el diseño curricular por competencias, avanzar hacia el bachillerato internacional y asegurar la pertinencia curricular según zona geográfica. Estos compromisos nacionales quedaron solo en el papel.

De allí que, independientemente de la ruta que siga la transformación curricular, su éxito parece depender de la continuidad y el respaldo que tenga la innovación en las políticas educativas. También será necesario asegurar la buena formación y responsabilidad que asuma el personal docente con su implementación; una gestión eficaz de los centros educativos donde se aplique y una estrategia efectiva de evaluación de los aprendizajes, de los actores y de la propia institución educativa para sustentar la mejora continua de la educación.

Se debe tomar conciencia que el mundo y la sociedad, con sus contradicciones, cambian a gran velocidad y que la renovación educativa es inexorable, no puede esperar.

Es imposible pretender reducir la pobreza y la criminalidad, y aumentar el trabajo decente, si la sociedad y el Estado no asumen la misión de crear, mediante la participación y el diálogo, un sistema educativo con mayor equidad, calidad y pertinencia. Es la tarea de hoy para construir un porvenir mejor para todas las personas. La reforma integral de la educación media es un paso efectivo para avanzar en esa dirección.

Sin buena educación no existe esperanza, ni un futuro sostenible para el país.

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Este artículo se publicó el 9 de abril de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La vuelta a clases

La opinión del Docente Universitario….

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JUAN BOSCO BERNAL

Volver a clases cada año escolar representa el renacer de la esperanza en una nueva generación que, mediante el estudio y la disciplina, renovarán los cimientos que sostienen la majestad de la Patria, porque sin educación no hay Nación, no existe progreso ni razón para pensar en un mañana promisorio para todos.

Volver a clases significa contar con aulas equipadas, con los textos, materiales y las tecnologías modernas disponibles para todos. Pero, más que ello, disponer de un personal docente y directivo motivado y entusiasta que acoge, acompaña y facilita con profesionalismo, entusiasmo y amor los pasos de sus alumnos hacia niveles de aprendizajes crecientemente complejos y significativos, en correspondencia con una sociedad y un mundo cambiante, que ha hecho del conocimiento un factor fundamental del desarrollo.

Es un momento singular en la vida del país, pues representa retomar la reflexión sobre el proyecto de sociedad que deseamos construir, más incluyente, solidario, pacífico y humano, del que la educación representa uno de sus pilares constitutivos. Un proyecto que a su vez debe manifestarse con brillantez en el acto pedagógico que inauguramos cada año, enarbolando el pendón patriótico como muestra del compromiso que se asume con la Nación y su futuro.

Es la suma y el efecto de múltiples factores. Para algunas personas se compendia en la fiebre del consumo y la ostentación material, para la gran mayoría ha de simbolizar un capítulo de la obra crucial de superación honesta y digna de su descendencia como el legado más valioso de su existencia. En ese sentido, volver a clases ha de representar, para gran parte de los hogares y las familias, la consolidación de un deber primario de apoyar y motivar continuamente a sus hijos e hijas para que alcancen mediante la educación las oportunidades a una mejor calidad de vida y participación en los asuntos de interés social y cultural que les afectan y la comunidad demanda.

Es descartar la inaceptable idea de que los hijos se “ depositan ” en la escuela para que el docente los cuide, los salve de la influencia perniciosa del ambiente y que los transforme en buenas personas, mientras las familias y otras instituciones que tienen responsabilidades en esta materia se ocupan de sus propios asuntos. Aún cuando la escuela busca alcanzar algunos de estos últimos propósitos, también se considera que en esa misión no pueda estar sola, pues si la familia, las autoridades y la comunidad se unen a ella, los efectos en la formación de las nuevas generaciones serán de mayor impacto en la sociedad.

Una buena educación dependerá siempre de docentes inspirados y bien formados, de escuelas eficientes y de familias que, independientemente de su posición social y económica, estén comprometidas con los aprendizajes de sus hijos e hijas. Diversos ejemplos se conocen de madres y padres de este país, de la ciudad y del campo, que aún agobiados por el desempleo y la pobreza, apostaron su existencia al futuro de su familia mediante la educación. Implica una oferta curricular y pedagógica moderna, pertinente, relevante, debidamente planificada, a tono con los requerimientos de la sociedad del siglo XXI, que desarrolle las potencialidades y capacidades de sus alumnos para que aprendan por cuenta propia a lo largo de sus vidas, sean capaces de comunicarse, trabajar en armonía con otras personas y desenvolverse con autonomía y originalidad en las iniciativas que emprendan.

Por ello, volver a clases significa tener la capacidad y el valor de superar, mediante el diálogo y la concertación, las controversias entre actores, organizaciones e instituciones, que son claves en los procesos de aprendizaje, pues nadie debe interferir en el legítimo derecho que tiene la niñez y la adolescencia de forjarse un mejor futuro con la educación, como un proceso formativo continuo, ininterrumpido y eficaz. Es ofrecer modelos de vida positivos desde la sociedad a quienes buscan un referente para actuar civilizadamente, ser ciudadanos responsables y contribuir a la paz y al progreso económico y social.

Sin referentes legítimos nuestra juventud no tiene norte. Sin una clase política honesta, personas empresarias que amen su país, trabajadores y profesionales consecuentes; comunicadores sociales responsables, padres y madres de familia íntegros y una dirigencia social abnegada, es improbable que la niñez y la juventud que acude hoy a las aulas, encuentre en su entorno ejemplos dignos a seguir en la formación de su carácter y los sueños, para alcanzar las metas profesionales, humanas y ciudadanas que les corresponde y que la sociedad y el mundo demandan.

Este es parte del sentido y el desafío de volver a clases.


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Artículo publicado el 15 de marzo de 2010 en el Diario la Estrella de Panamá, a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.