Democracia y cosas por el estilo

La opinión del Estudiante de Derecho….

 

JOAO QUIRÓZ GOVEA  

quirozjoao@gmail.com
http://www.mediocerrado.blogspot.com

E RA UN SECRETO. .. a voces, en los edificios mohosos de los poderes del Estado, todos los funcionarios —y también las funcionarias— de la alta jerarquía lo comentaban como si fuera un hecho, como si la decisión que habían tomado el tiranillo con sus adláteres tras la comodidad de las puertas de roble o caoba bien barnizadas de las oficinas frías y lujosas hasta la jactancia, ya estuviera aprobada por el pueblo allá en el arrabal o en los buses coloridos o en los puestos burocráticos en los que sí hay que trabajar.

En la barbería, donde cobraban tres dólares por corte también hablaban de lo mismo que hablaba el practicante a tirano con su comitiva, y los viejos que esperaban la afeitada se reían burlonamente, aunque había otros molestos y las voces que la democracia del recinto permitía: ‘¡Carajo! Esa elección va a costar millones y lo más triste es que la hacen con nuestra plata’, ‘va a pasar lo mismo que en el 98’, ‘le van a llenar las urnas de puro NO’.

Luego, los voceros escandalosos, esos que siempre dicen cosas necias y que nadie les presta atención, salieron en los medios anunciando el proyecto de ley y además, haciendo gala de su necedad argumentan mil y una razones: ‘Acabar con la pobreza en el país’, ‘llevar a Panamá al primer mundo’,   ‘Si el diputado puede reelegirse, ¿por qué no el presidente?’,   ‘Darle continuidad a los proyectos —aunque ni siquiera los hubieran comenzado— de gobierno’.   Y un largo inventario de frases memorizadas que casi nunca terminaban en acción.

Como a las 6:00 p.m., cuando empezaron las noticias, no todo el mundo había llegado a su casa por el tranque de diciembre, uno que otro ciudadano se indignaba al ver el rostro patético del vocero escandaloso, a la sazón, esas sandeces que decía sobre la necesidad de la reelección del excelentísimo tirano. ‘La única necesidad que hay es que empiecen a respetarnos y eso no lo han entendido’, dijo algún televidente, dejó al vocero hablando solito y se fue al baño.

Pero en las mismas noticias de las seis, salió hablando otro oportunista, de esos que no tienen ninguna credibilidad, pero sí un alto cargo, diciendo ‘que nadie de su partido había aprobado la idea de la reelección’,   ‘que era precipitado hacer cualquier tipo de aseveraciones acerca del tema’, ‘que en tal caso de que… no se apoyaría el proyecto’.    Otro discurso pre-aprendido que casi ningún televidente se creyó.

Con todo aquello, empezó algo así como un ‘periodo democrático’, salieron 257 voceros como el vocero del rostro patético, con otros rostros más o menos patéticos, hablando acerca de la democracia:   ‘Qué es la democracia, sino elegir a las autoridades’, ‘Todo dentro de la democracia es válido’.   Claro, el pueblo tiene derecho a escoger a sus tiranillos si lo desea, incluso reelegir a los tiranillos y eso está dentro de la democracia.

¡Y dale con la democracia! Volvía la campaña política, pero no era ahora en los cuatro años de reglamentaria charla sobre la democracia, el tiempo se había acortado a la mitad, ahora en dos años volvía a hablarse de democracia, del derecho de escoger, se hablaba de nuevo de los planes de desarrollo para el país, de promesas que otros habían roto, de promesas que se iban a hacer realidad, de proyectos, de metros, de canastas básicas más baratas, como una epifanía, un deja vu, una burbuja llena de humo de opio, una reelección.

Ese bello discurso cautivó a algunos, a aquellos que creían que ir a una urna era, por sí mismo, la democracia, a esos que les gustaba que todo se decidiera por ellos, ‘La autoridad es una representación de Dios’, y que sin cuestionamientos aceptaban que masacraran a la gente en Bocas cuando pelean por sus derechos, aquellos que se resignaban cuando leían en el periódico sobre otro escándalo de corrupción, esos que no les importaba que el país se convirtiera en una guarida de criminales previo asilo político, ellos y solo ellos estaban dispuestos a aceptar que la democracia siguiera siendo dirigida por un tiranillo junto a sus voceros patéticos y rastreros.

Los otros, empezaron a protestar para que NO se gastara plata en aquella otra farsa, ese garabato de democracia.

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<> Este artículo se publicó el 20  de dicembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.
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Las ‘verdades’ oficiales

La opinión del Estudiante de Derecho….

JOAO  QUIRÓZ  GOVEA
solid94@hotmail.com

Con la terquedad con la que un burro vuelve al fuego sin sentir temor, es comparable la actitud de las autoridades en cuanto a la negación de sus responsabilidades. Con una facilidad espeluznante, figuras que detentan altos cargos gubernamentales —del presidente para abajo— desestiman la culpabilidad que tuvieron (y tienen)   en los hechos suscitados entre el 8 y 13 de julio de este año en Bocas del Toro, ahora falta ver a qué chivo expiatorio le achacan las responsabilidades jurídicas de las muertes y las heridas.

Esa terquedad, ese cinismo y esa arrogancia son solo manifestaciones emotivas de la tiranía con que están manejando la Cosa Pública. Recientemente, en un artículo de Tim Royers para la revista Time titulado Panama’s President: Trying on a Strongman Role? (que en español vendría a decir algo como: Presidente panameño: ¿Asumiendo el rol de hombre fuerte?) hay un interesante análisis que resume la biografía y la forma de actuar del presidente políticamente, en poco más de cuatro líneas, citamos: ‘(Martinelli) Es un hombre de gran riqueza, que fue implacable en los negocios y luego creó su propio partido político con éxito. Él tiene un increíble sentido de sí mismo y cree que puede salirse con la suya cuando quiera’.

Asimismo, con el cinismo de costumbre, algunos voceros gubernamentales salen al paso restándole importancia a la publicación de Time, de la misma manera con la que se han negado las responsabilidades en la masacre de Bocas del Toro, y con la insistencia con que se insulta a los periodistas cuando se publican en los medios ‘noticias molestas’, aunque luego se diga de manera repetitiva —casi tan repetitiva como la propaganda en la que Los Rabanes dicen ¡Vamos bien!— que no hay ninguna persecución contra los periodistas, que las condenas contra Justino González y Sabrina Bacal nada tienen que ver con presiones del Órgano Ejecutivo, que nadie dio ‘órdenes superiores’ para retener a Paco Gómez Nadal por varias horas en el aeropuerto ni a Carlos Núñez por tres semanas en la cárcel.

No extrañaría nada que cuando empiecen a caer las críticas de la opinión pública sobre estas ‘verdades’ oficiales se convierta a los periodistas en ‘los culpables’ de las declaraciones de Martinelli en las que niega la culpabilidad gubernamental en los hechos de Bocas del Toro, así como en un momento les echaron a estos y a los medios toda la culpa de aquella crisis nacional.

Y es que estas declaraciones se interpretan mínimamente como una burla a la inteligencia del pueblo, llamándonos idiotas, analfabetas, borrachos y gente sin memoria, aunque no de una manera tan literal como lo hicieron el ministro Mulino y la ministra (des) Cortés en medio de la crisis, faltaría que pongan a Los Rabanes a cantar algo así: sin sindicatos estamos bien/ sin periodismo estamos bien/ y el Gobierno no tuvo la culpa de lo que pasó/ ¡Vamos bien!

Parece que no hay aprendizaje alguno por parte de las autoridades del Gobierno Nacional, la terquedad, el cinismo y la arrogancia de estos tiranos les impiden reconocer sus errores, aunque cuesten vidas, mientras los camarones legislativos siguen cocinándose, auspiciados e incluso preparados por el Órgano Ejecutivo, la forma despectiva de comunicarse, tanto con los periodistas como con dirigentes del movimiento popular, sigue siendo una regla invariable, las promesas de campaña más apremiantes como bajar la canasta básica o mejorar la administración de la CSS han quedado en un verdadero limbo; sin embargo, mega proyectos millonarios, nunca antes consultados con la población ni puestos en las promesas de campaña, son financiados con el presupuesto público, nuestro presupuesto.

Estas situaciones ya son de conocimiento de mucha gente que está tomando conciencia del proceder despótico de las autoridades gubernamentales, y no solo se discuten a nivel local (recordemos que al ser Panamá un país de tránsito hay muchos intereses internacionales en juego), prueba de ello son publicaciones como la de Tim Royers en Time o la de Mary O’Grady en The Wall Street Journal (Panama’s Presidential Temptation), les recomendamos a estos periodistas que ni se les ocurra darse una vuelta por Panamá a menos que estén dispuestos a pasar algunas horas de más en el control migratorio.

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<> Este artículo se publicó el 27 de noviembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.
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El costo de las cosas

La opinión del Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas…

JOAO QUIRÓZ GOVEA
solid94@hotmail.com

Lo que no cuesta trabajo se despilfarra y solo cuando se acaba o cuando es muy difícil conseguirlo empezamos a añorar; como dijo aquel sabio popular que prefirió el anonimato: ‘Nadie sabe el valor de lo que tiene hasta que lo pierde’. Es ese el momento en el que tomamos conciencia de las cosas, a veces de manera equivocada, a veces con algo de razón, lo importante es empezar a construir esa conciencia.

Para no aburrirles con planteamientos abstractos, me remito a ciertos hechos que están sucediendo en la Ciudad de Panamá y, según tengo entendido, se repiten en muchas otras comunidades de la geografía nacional. Para nadie es un secreto que vivimos sepultados de basura. Montañas de desechos, popularmente conocidos como patacones, han pasado a ser parte del paisaje urbano hasta en los barrios más exclusivos. La palabra ‘nauseabundos’ se queda corta para describir los olores que tenemos que respirar en las calles.

Si usted cree que lo que le digo es relajo, lo reto a bajarse del auto, a salir de casa o de la oficina y caminar cualquier avenida de la ciudad. Unos quinientos metros serán suficientes para sentir el deseo de estar lejos de toda aquella inmundicia.

La cuestión es que esa asquerosa experiencia no es solo muy molesta, sino que también es insalubre; es decir que puede ocasionar epidemias que se expandirían con la velocidad con que se riega un bochinche en un pueblito, y mucho habría que agradecerle al Ministerio de Salud —que ante esta crisis no ha dicho ni esta boca es mía— por su capacidad de prevenir enfermedades.

Relacionando esto con lo del costo de las cosas y el despilfarro, hay dos cuestiones muy puntuales por decir: Primero, entender que todos tenemos parte en el problema. Tirando nuestras cochinadas por todas partes, desde el papelito del chicle al suelo, hasta el caliche de las remodelaciones en un lote baldío que usan los muchachos como cancha de fútbol. Como todas y todos sabemos, en este país nos hemos ido acostumbrando a hacer lo que nos de la gana, cuando nos da la gana, en la medida de nuestras posibilidades.

Con la basura no es la excepción, pues los hospitales echan los desechos médicos en cualquier esquina, las empresas constructoras vierten los residuos de cemento en las alcantarillas, causando luego inundaciones que generan daños considerables a terceros, pero también está aquél que deja que su perro se haga pupú en cada acera y en cada parque, y que además reviente los cartuchos del vecino dejando todo regado, sin olvidarnos de aquel que deja sus bolsas llenas de basura en cualquier lugar que esté lejos de su casa.

Entonces, es bastante cierto que todos en la medida de nuestras responsabilidades tenemos culpa de lo que está pasando. De lo que se trata ahora es de autocriticarnos y tomar conciencia de que hay normas por respetar y ‘hacer lo que me da la gana’ —como se ha demostrado— a la larga es perjudicarnos a nosotros mismos. En palabras bien sencillas: Eso del juegavivo ya nos tiene casi muertos.

La segunda cuestión, tan importante como la anterior, es que hay que ir entendiendo que entre estos hechos y la manera en que nos están gobernando, hay una relación política directa. Hablando con ejemplos concretos, me remonto a aquel aberrante suceso de la supuesta pelea entre el alcalde de las lágrimas de cocodrilo y un diputado que hace poco se operó el estómago.   Y es que si la memoria no me falla estos dos señores en aquellos días de campaña politiquera se atragantaban de comida en los mismos restaurantes, sentados en la misma mesa, mientras se reían de los mismos chistes. Sin embargo, ahora hacen la pantomima de estarse peleando ante los medios, disputándose quién sabe qué. Lo que sí es seguro es que están distrayendo a la población del problema central: nuestra salud.   Además, estas dos moles sirven como telón tapando todos los mega negociados que se dan tras bambalinas.

Creo que es hora de que esto pare, la cuestión es que, si como pueblo no nos organizamos para luchar por nuestros objetivos comunes, nadie nos va a regalar nada, más bien seguiremos sepultados en la basura.

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<> Este artículo se publicó el 22 de octubre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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Sociedad a lo ‘wild’

La opinión del Estudiante de Derecho…

JOAO QUIRÓZ GOVEA

Y llegó este gringo gordo y grande, con las manos manchadas de sangre y su cara de loco desquiciado; con sus muertos en el traspatio y sus historias de ultratumba, sus fiestas orgiásticas y sus pactos satánicos…   Llegó al país con un prontuario policiaco peor que el de Jack el destripador en sus tiempos y con otro nombre… Para acabar de joder con un nombre hispano.

Aun con nuestros propios problemas —que son muchos— decidimos ponerle sobrenombre al gringo: ‘Wild Bill’. Bill que procede de acortar el nombre del gringo (William) y Wild de aquella palabra que los gringos usan como sinónimo de salvaje o descontrolado.

Y es que la llegada del ‘Wild Bill’ nos ha servido para sepultar nuestros problemas, no bajo tierra, sino bajo los titulares de las noticias.

Cuando salieron los primeros reportajes periodísticos del gringo salvaje y descontrolado, las heridas de Bocas del Toro estaban acabaditas de hacer, y ahora las investigaciones paso—a—paso, así como su estadía en la cárcel, han sido seguidas por los medios al mejor estilo de un reality show, que pareciera ser, cuenta con más rating que muchos programas de baile y canto en horarios prime time.

El reality show del ‘Wild Bill’ encubre mediáticamente a los asesinos del Metric Tower (que mataron a cinco personas en un solo ‘accidente’),   o a los secuestradores ‘falsos’ del ‘falso desaparecido’ Valentín Palacios,   a los verdugos de Bocas del Toro, a los criminales que nos han sepultado de basura o a los terroristas que tienen secuestrada a la Justicia. Así el villano wild pasa a ser el héroe de otros villanos, salvándolos heroicamente de la atención ciudadana y de la censura de la opinión pública.

El ‘Salvaje Bill’ es motivo de nuestra atención. Lo vemos en la TV boquiabiertos desde los sillones de la sala, regresamos la página del periódico cuando vemos —de reojo— la foto del tipo, y le subimos el volumen a la radio cuando de camino a casa escuchamos al fiscal auxiliar hablando sobre la posibilidad de traer peritos gringos especializados en actividades paranormales, para poder iniciar las investigaciones de los asesinatos salvajes del ‘Salvaje Bill’.

Ahora, el modus operandi de Bill y los móviles de sus crímenes son motivo de acaloradas discusiones en los sitios de trabajo, los niños en las escuelas apodan a sus compañeritos abusones con motes relacionados al tema: ‘salvaje’, ‘wild’, ‘asesino serial’; los cantantes de plena (nótese que no se ha hablado del noble y hermoso género del reggae) ponen en sus canciones alusiones y metáforas relacionadas con ‘Wild Bill’, y hasta en la puerta de emergencia de los diablos rojos han pintado la cara de William Dathan Holbert, como si el tipo fuera una estrella de ‘Cholywood’ (nombre con que se refieren algunos a la farándula panameña).

Y entró ‘Will Bill’ por la puerta grande de nuestra imaginería popular. La imaginería popular de una sociedad a lo wild, que compra el periódico por las mañanas para ver a quién mataron por la noche, o prende la televisión a las seis para satisfacer su morbo, una sociedad que presta principal atención a las noticias sangrientas y cuando viene la sección respectiva a la política o a la economía, apaga la radio o la TV, o cierra el periódico, pues simplemente no le importan estos temas.

Obviamente, no todos somos unos sujetos a lo wild; sin embargo, la mayoría lo somos, así como en el tiempo en el que los locos eran más (ahora por allí hay una calcomanía que dice que los arrepentidos son más). Como buenos sujetos wild levantamos grandes altares cuando se aparecen estos tipos wild…

Votamos por políticos wilds o nos provoca gracia las salvajadas de los políticos wilds, les compramos a las empresas más wilds, aunque nos vendan porquerías realmente wilds. Vemos los medios más wilds, aquellos que nos ofrecen las noticias más wilds. Entonces, somos una sociedad a lo wild, aunque un poco menos salvajes que los gringos, que son empecinadamente salvajes y nos mandan tipos salvajes como William Dathan Holbert, para que se apropien de nuestras tierras más hermosas.

Nosotros como buenos salvajes les vendemos esas tierras por migajas y les celebramos su estupideces, sus borracheras y, como en este caso, sus asesinatos.

<> Este artículo se publicó en 7 de septiembre de 2010 en el diario Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Contrato Social y Ley Penal

La opinión del Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas…

JOAO  QUIRÓZ  GOVEA

La Ley es la representación textual de aquella idea abstracta concebida por Rousseau, Hobbes, Fitche (entre otros Filósofos de la Ilustración) conocida como el Contrato Social.   Según esta teoría todos los ciudadanos otorgan el poder a un número reducido de personas, conocidas como autoridades, para la protección de toda la población y para que administren la estructura estatal.   En los Estados modernos esta administración se da por medio de la división de poderes, manifestado en diferentes Órganos, los cuales tienen funciones diferenciadas.

Sin embargo, todos los Órganos, de una u otra manera, tienen la capacidad de emitir mandatos por medio de normas. Es así que el Órgano Legislativo puede hacer Leyes, el Órgano Ejecutivo puede reglamentar estas Leyes o sea, darles un marco más específico y en ciertos momentos —p. ej., cuando la Asamblea no está seccionando— el Ejecutivo tiene capacidad de hacer Decretos Leyes que guardan en esencia, el mismo poder normativo de una Ley aprobada por el parlamento, aunque hay materias sobre las cuales no se puede legislar mediante Decreto-ley. Por su parte el Órgano Judicial crea Ley mediante sus fallos de inconstitucionalidad e ilegalidad.

La Ley es, pues, una forma de establecer las reglas de ese contrato social. Cabe destacar, que las leyes deben responder a una realidad social, en otras palabras, deben representar alguna utilidad para la población. Asimismo, la Ley debe tener una relación concreta con la capacidad Institucional del Estado para ejecutar eficientemente esas normas.

En el caso específico de la Ley penal, debe decirse que esta es un mecanismo ideal de protección social que debería salvaguardar tanto a particulares como al Estado, de actividades denominadas como delito. Cuando decimos que es un mecanismo ideal, nos referimos a que la ley por sí sola es únicamente una idea, si se quiere utópica, para frenar el delito.

Lo que se considera como delito debe tutelar (proteger) los bienes jurídicos de la sociedad, esto es todo aquello que sea susceptible de representar un valor en las sociedades; por ejemplo la vida es protegida con la prohibición de matar o con la prohibición de causar lesiones personales, la salud pública es protegida mediante la prohibición de traficar drogas o de adulterar medicamentos, etc.

Por otro lado, la elaboración de las Legislaciones penales debe surgir de un ejercicio intelectual científico multidisciplinario, tomando como punto de partida la política criminal del Estado que se define como: ’El poder de definir los procesos criminales dentro de la sociedad, y por tanto, de dirigir y organizar el sistema social en relación a la cuestión criminal’.

Cuando se elabora o se reforma una ley penal, debe tenerse en cuenta que el crimen es una realidad social determinada más por problemas estructurales como la deficiencia educativa, la pobreza, el desempleo que por el mero placer que tenga una persona de cometer crímenes.

El crimen responde a toda una complejidad social y no se detendrá con el aumento de penas, con el abuso de la utilización de la prisión preventiva, ni siquiera con la pena de muerte, como han demostrado estadísticas de jurisdicciones donde la pena capital está vigente, verbigracia el Sur de los EE.UU.

Lo mismo sucede con la penalización de actividades cuyo fin no es proteger bienes jurídicos de importancia social, sino que dicha penalización responde a intereses creados de ciertos grupos con poder económico y político. Un ejemplo claro: La penalización de los cierres de calle. No se puede pretender que estos dejarán de ser un mecanismo de protesta y hasta podría decirse que de participación política popular utilizado a través de la historia, con el sólo hecho de penalizarlo.

Si bien los Órganos del Estado tienen el poder para legislar y de esa forma lograr algún control social, también deben tenerse bien claro que la realidad social —mucho más algo tan complejo como la criminalidad— no se resuelve creando y reformando leyes sin bases científicas y sin estructuras institucionales eficientes que pudieran darles la ejecución merecida.

Si bien los filósofos del siglo XVIII veían el delito como un simple quebrantamiento del contrato social que debía ser reprimido, en los tiempos actuales la criminalidad se vislumbra como un fenómeno que además de tener sus consecuencias sociales, también tiene sus causas.

Sería interesante que la política criminal del Estado —si es que hay alguna— tenga en cuenta la prevención del delito, tanto en la creación de leyes como en el bregar de las instituciones gubernamentales.

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Artículo publicado el 8 de junio de 2010  en el  Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Publicidad contra “madrugonazos”

Publicidad contra “madrugonazos”

Joao Quiróz Govea – Estudiante de Derecho, Escritor

El “madrugonazo” podría considerarse como una “institución” de la subcultura política panameña, que en estos tiempos suele ser aplicada; y lo definimos como una acción o decisión política, aprobada rápidamente por las autoridades (de cualquiera de los Órganos del Estado) en un momento en el que se suscitan ciertos eventos que dificultan el análisis, el cuestionamiento o la oposición a dichas acciones o decisiones políticas por parte de los ciudadanos.

Un ejemplo aplicado de esa figura fue la modificación de la Ley Orgánica de la Caja de Seguro Social (CSS), la cual se aprobó en diciembre del 2005. Fue un «madrugonazo» por cuanto, en las fiestas navideñas de ese año, se dio un “periodo de tregua” por parte de la población y las organizaciones sociales que se oponían, periodo que fue aprovechado por las autoridades legislativas y ejecutivas, que luego de formularle algunas reformas cosméticas, la aprobaron.

Otro madrugonazo, que tuvo serias implicaciones internacionales, fue el indulto dado por la entonces presidenta de la República, Mireya Moscoso, cinco días antes de finalizar su mandato, al terrorista Luis Posada Carriles (decisión declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia hace un año atrás).

Algunos diputados han pretendido, en el último periodo de sesiones legislativas de este quinquenio, modificar el Reglamento de la Asamblea Nacional, de manera que se le otorguen ciertos privilegios como el pago de dos meses no laborados o seguridad garantizada por cinco años a los últimos diputados presidentes. Sin embargo, la difusión que los medios de comunicación han dado al tema fomenta un conocimiento público del particular y, en consecuencia, se genera el debate que ayuda a que cada quien forme su opinión y tome posiciones concretas sobre un determinado problema (que en este caso fueron más en contra que a favor).

La publicidad en los medios de la actuación de las autoridades gubernamentales ha demostrado ser enemiga acérrima del madrugonazo, y ayuda a conocer importantes detalles sobre estas actuaciones. Por ejemplo, con la lista de los diputados que “Apoyaron el artículo que permitía el pago de salario sin trabajar”, publicada por este diario el 27 de mayo, observamos que los únicos diputados reelectos para el quinquenio 2009-2014 que avalaron tal decisión fueron Freidi Torres y Denis Arce.

Los antecedentes que nos muestra la historia en cuanto a políticas surgidas de un “madrugonazo” han tenido fuertes efectos negativos para el país; fue el caso de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Panamá, luego del indulto dado a Posada Carriles; o el demostrado fracaso de las reformas a la Ley Orgánica de la Caja de Seguro Social, que más que resolver sus problemas, ha condenado a las nuevas generaciones a pagar lo que en su momento se robaron los burócratas a cargo de la institución y los gobernantes que usaban la misma como caja menuda para sufragar un sistema de gobierno ultra-paternalista.

Igualmente, permitir que el “madrugonazo legislativo” para obtener salarios sin trabajar, o seguridad para los ex presidentes de la Asamblea, sería producirle al erario público una pérdida de millones de balboas.

Por otro lado, hay que resaltar la función social de los medios, no sólo para el conocimiento de cuestiones coyunturales como las prácticas políticas “de juego sucio” como el “madrugonazo”, sino también lo consecuente que deben ser los mismos en la fiscalización de las actuaciones políticas de las autoridades, relacionándolas históricamente y observando sus efectos. Esto es darle el seguimiento respectivo.

Ha sido un verdadero ejercicio de democracia, el cuestionamiento y la oposición que han hecho los periodistas y la opinión pública en general. Si se mantiene este patrón, los medios de comunicación podrían evolucionar de su estado de “cuarto poder” influidos en ciertas ocasiones por los vaivenes del sistema político, a un “cuarto poder” con caracteres visiblemente sociales y donde verdaderamente se les da voz al “sin voz” para que ejerza lo que se conoce como incidencia política.

Publicado el 4 de junio de 2009 en el diario El Panamá América