La niña que salvó a la tortuga

La opinión de…

Stanley Heckadon-Moreno

Septiembre es el mes de los océanos, pero la mayoría de las noticias sobre la salud de los mares son malas. En incesante aumento van la contaminación de sus aguas y la sobrepesca. Por ello, deseo compartir una buena nueva, la historia de una niñita de Colón que salvó a una hermosa tortuga marina, especie en peligro de extinción.

Días atrás, Mayron Cabrera, obrero del Puerto de Cristóbal, su esposa Glenda y su hijita Mayglen, fueron en su automóvil a visitar a sus familiares en Cativá, poblado a la vera del Caribe.    Mayglen tiene cinco años y estudia en la escuela “Momentos Felices”, un Centro de Orientación Infantil, en Colón. Ya de regreso, vieron en una casa cercana a la playa una tortuga maltratada y amarrada. Con angustia, la niña pidió a su papá averiguar por qué la criatura no estaba libre en el mar, nadando. Cuando se enteró que los pescadores que la cazaron la matarían para comérsela, la niña rompió a llorar y rogó a su papá salvar el pobre animal. Tras mucho regatear, los pescadores accedieron a venderla por 20 dólares.

Ya en casa de los Cabrera, la tortuga fue bautizada ‘Nancy’, como la abuelita de la niña. ‘Nancy’ estaba débil, no quería comer ni beber. La familia, sin saber qué hacer, se dedicó a darle cariño. La colocaron en una tina y la rociaron con agua. Pasaban las horas y se veía más débil e inmóvil.  Angustiadas, nuestras improvisadas veterinarias echaron a llorar.  En eso otra niña recordó que, durante un paseo de su escuela, visitó un sitio en la costa donde estudiaban el mar y cuidaban a las tortuguitas.  Los Cabrera colocaron a ‘Nancy’ en el baúl del carro y partieron en busca del sitio.  Tras varias vueltas dieron con el camino a Galeta.  Un funcionario de la Autoridad Nacional del Ambiente, en moto, los guió hasta el Laboratorio Marino de Punta Galeta, una estación de campo del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, que desde 1959 estudia los ecosistemas costeros del Caribe y sus criaturas.

En el Laboratorio, ‘Nancy’ fue recibida por el biólogo marino Jorge Morales y el acuarista Gabriel Thomas. Se trataba de una tortuga llamada comúnmente caguama y científicamente, careta careta. Tan pronto fue colocada en una piscina de agua salada, ‘Nancy’ se avispó y comenzó a nadar, acompañada de ‘Molly’, ‘Denisse’ y ‘Oliver’, otras tortuguitas marinas salvadas por niños de Colón.   El personal de Galeta, sus guías naturalistas y voluntarios del Centro Regional Universitario de Colón cuidaron de ella, a tiempo y dedicación completa. Se le examinó, midió y pesó. Su caparazón indicaba que tenía 25 años y estaba en edad de poner huevos en las playas. Simultáneamente, entró en acción (vía internet) la red de especialistas en tortugas del Caribe que, desde otros países, preguntaban sobre su estado y aportaban sugerencias para su recuperación.

Tras dos semanas de cuido, la decisión fue devolverla al mar. Desde Costa Rica llegaron sus pequeñas marcas de identidad que se colocaron en sus aletas. Luego, la lancha del laboratorio llevó a ‘Nancy’ una milla mar afuera, donde se le devolvió a su casa, el Caribe.

Ante la magnitud de los problemas que afligen a los mares, quienes trabajamos en la investigación y la educación nos preguntamos si lo que hacemos tiene sentido. El rescate y liberación de ‘Nancy’ es una señal esperanzadora. Indica que la educación ambiental que, durante una década hemos impartido desde Galeta a miles de niños del país, tiene sentido; que aporta granitos de arena en la monumental tarea de salvar a los océanos y a sus criaturas.

<> Artículo publicado el 15  de septiembre de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

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Petróleo en las huellas

La opinión de…

Stanley Heckadon–Moreno 

Panamá no es un país petrolero pero, por su ubicación, su Canal y las actividades vinculadas a la vía, está expuesto a derrames mayores y menores que afectan su naturaleza costera. Aquí recapitularemos el primer derrame en estudiarse científicamente.

Fue el 13 de diciembre de 1968. Según los marineros el 13 es mal día. Ese mes la brisa norte que trae el verano se inició temprano levantando marejadas y grandes olas que zarandeaban el viejo petrolero Witwater. Su carga, 20 mil barriles de diésel y bunker. A dos millas de la entrada caribe del Canal, la nave encalla, partiéndose en dos. En su proa quedan ocho mil barriles de aceite que escaparon a razón de 50 barriles diarios. El resto formó una gran mancha que la brisa empujó hacia isla Galeta, hogar del Laboratorio Marino de Punta Galeta. Por 15 años sus científicos estudiaban la naturaleza costera de Colón, estudios que sirvieron para comparar el estado de los arrecifes, manglares y corales antes, durante y después del naufragio.

Empujado por el oleaje y el viento el petróleo cubrió los arrecifes y playas en torno al laboratorio. Su personal y voluntarios de la armada estadounidense quemaron unos cinco mil barriles que quedaron en la playa y otra cantidad se succionó con bombas. Se logró eliminar la mitad del aceite. La otra mitad formó una capa flotante, de una pulgada de espesor, que las corrientes arrastraron por la costa.

Los fuertes vientos y olas mezclaron el petróleo con el agua salada, generando un rocío contaminante que cubrió la costa, los árboles y herbazales de la playa, hasta dos metros de altura. En dos meses, con el calor solar, la vegetación rociada había muerto. Sin árboles, el oleaje aceleró la erosión de los suelos. La especies que habitaban los charcos que deja la marea al bajar perecieron.

A salvo quedaron los arrecifes de aguas profundas, pues no tuvieron contacto con el aceite. También, los organismos que los habitan. Los corales expuestos en bajamar murieron.

Las olas arrojan millones de galones de agua a las playas cada día y la arena las filtra. Meses después, la fina arena de las playas aparentaba estar blanca y limpia. Pero, a una pulgada de profundidad, estaba saturada de aceite. Otro fenómeno fueron las corrientes subterráneas de agua, que mezclaban más el aceite con el agua salada. Esta emulsión penetraba cientos de metros tierra adentro, contaminando el subsuelo y reduciendo fauna que lo habita.

Los más afectados fueron los manglares. Vientos y mareas empujaron el petróleo hacia los esteros, cubriendo la arena y el lodo de los playones. Meses después, al caminar los científicos por los esteros, de cada pisada manaba petróleo a la superficie. Como los suelos de los manglares carecen de oxígeno, los mangles respiran con sus raíces. Cubiertos sus pulmones de aceite, los árboles murieron.  Sobre todo el mangle rojo y el negro, cuyas finas raicillas asemejan deditos que apenas sobresalen del suelo.   El aceite mató las semillas y mangles pequeños. Muertos los manglares, desaparecieron las criaturas que viven entre sus raíces. Los cangrejos perecieron primero. Se observaron garzas y aves marinas cubiertas de aceite y tortuguitas marinas muertas.

El Witwater ha debido servir como campanada para resaltar la importancia de la investigación científica a largo plazo y prepararse para futuros derrames. Pasó el tiempo y poco se hizo. El 27 de febrero de 1986, unos 240 mil barriles de petróleo escaparon de tanques en la refinería de bahía Las Minas. Fue el mayor derrame hasta entonces en el Caribe. Pero ese es tema de otro escrito. Ambos derrames petroleros son lecciones obligatorias para el país, ahora que se torna en epicentro de distribución de combustible, se ensancha el Canal y aumenta el número y dimensión de sus puertos.

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Este artículo se publicó el 21 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Medio siglo de ciencia marina en Colón

La opinión de…..

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Stanley Heckadon-Moreno


En las goteras de Colón, en un sitio de incomparable belleza caribeña, un puñado de biólogos del Instituto Smithsonian echó a andar, en 1959, el Laboratorio Marino de Punta Galeta, utilizando un viejo caserón de la marina estadounidense que databa de la II Guerra Mundial.   Sitio ideal para estudiar los arrecifes de coral, manglares y pastos marinos; para identificar las especies que los habitan y comparar las diferencias entre el Caribe y el Pacífico, luego del surgimiento del istmo de Panamá.   Las primeras publicaciones científicas aparecieron en 1961, hoy sobrepasan las 400.   En 1973 se inicia el monitoreo del Caribe, para entender su comportamiento a largo plazo.

En el año 2000 se echó a andar el programa de educción ambiental marina, para tender puentes entre el laboratorio y las escuelas del país.   Para motivar a los estudiantes por la naturaleza  y elevar su conciencia ambiental.   Ese año 200 estudiantes visitaron Galeta que sólo contaba con una guía naturalista.  Una década después, 65 mil estudiantes han pasado por el programa, 80% de ellos de escuelas primarias públicas, atendidos por los 14 guías del Laboratorio, mayormente estudiantes del Centro Regional Universitario de Colón.   En el programa de voluntariado participan docenas de estudiantes de secundaria que aprenden cómo se hace ciencia en una estación de campo y a trabajar en equipo.

Con apoyo de la Universidad de McGill, Canadá, se inició en 2003 el programa de desarrollo comunitario dirigido a los pescadores del barrio de La Playita.  En 2006 comenzaron las “Charlas Smithsonian del Mes”, para que los investigadores compartiesen con la comunidad los resultados de sus estudios.  Programa hecho posible también por la generosidad de un hotel local y dos radioemisoras que dan espacio radial para invitar a los colonenses.

A partir del año 2007 Galeta comenzó a capacitar maestros, dotándolos con los últimos conocimientos y metodologías de las ciencias a fin de elevar la calidad de la enseñanza en las aulas.   Por este programa han pasado docentes de Colón, la costa arriba, la costa abajo, lago Gatún y la Transístmica.

Se han dado pasos en la enseñanza a larga distancia. Se trasmitió en vivo, acerca de la importancia de los manglares y corales, a las escuelas de Nueva Jersey;  luego, a una audiencia global en 84 países, en el marco de un programa sobre cambio climático organizado por el Instituto Smithsonian. Próximamente se iniciarán programas dirigidos a las escuelas del país equipadas para video conferencias.

Solo la generosidad de los amigos de la ciencia y la educación, en Colón y el exterior, ha permitido hacer continuas mejoras: biblioteca, acuarios, senderos, terraza de observación con telescopios, muelle flotante, malecón, áreas de merendar, baños y cámara web submarina; y programas de becas para que estudiantes de secundaria y universitarios puedan realizar proyectos de investigación en Galeta.

En sus seis décadas, enorme ha sido el aporte del Laboratorio Marino de Punta Galeta a las ciencias, la educación y la conservación de la naturaleza costera tropical.  Lamentablemente, su futuro es incierto. Es posible que desaparezca como muchos laboratorios científicos en el Caribe.   En Colón, el afán del lucro a corto plazo ha entronizado un devastador estilo de desarrollo, insostenible en lo ecológico y lo social. El precio que Colón pagará, por destruir sus arrecifes, manglares, bosques y humedales, será simplemente impagable.

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Publicado el 28 de febrero de 2010 en el Diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.