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La opinión de la Doctora en Medicina y Escritora…..
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Rosa María Britton
A finales del siglo pasado hicieron una encuesta en Estados Unidos para determinar cuál había sido el invento más importante del sigo XX y cuál el más ofensivo. El celular ganó ampliamente en las dos categorías y no es de extrañar.
Cuando estos aparatos aparecieron en el mercado en los años 90, fueron como una revolución, la solución inmediata a los problemas de comunicación. Cable & Wireless pagó 70 millones por la concesión y pensé que era una locura, jamás recuperarían su inversión y me equivoqué.
Ahora tenemos varios concesionarios y ninguno pierde dinero, al contrario.
Los panameños se matricularon con fervor al nuevo aparato, era tan conveniente mantenerse en contacto con familiares y amistades, sobre todo con tantos teléfonos fijos inhabilitados por el robo de cables.
Y comenzaron a hablar a todas horas, en el trabajo, la casa, el auto, el autobús, en misa, caminando, sin importarles quién escuchaba, sin consideración alguna. Cada cual instaló el timbrazo más alto e irritante, había que llamar la atención de todas maneras. Algunos gobiernos se han visto obligados a imponer multas a los que abusan del celular en ciertos lugares públicos como museos, teatros o a los conductores irresponsables.
Los jóvenes usan el chateo para evadir los regaños de maestros y padres, estrujando la palabra escrita hasta convertirla en garabatos ilegibles para los mayores de 30. Hubo quien celebró como un logro que la juventud tenga su propio lenguaje. (Declaraciones de la señora Mercedes Cabrera, actual ministra de Educación de España).
Tengo entendido que en este pequeño país hay más celulares que habitantes y según un informe reciente (cuya veracidad no puedo garantizar) se gasta más en celulares que en arroz.
Aunque los buseros no son santos de mi devoción, comparto con ellos la frustración que sienten al ver que los jóvenes estudiantes se niegan a pagar más de 10 centavos de pasaje alegando que son de escasos recursos y la mayoría carga un celular en el bolsillo.
Por unos cuantos años ha circulado el rumor de la posible relación de cáncer cerebral por el uso excesivo de los celulares. Esto no ha podido ser confirmado científicamente, pero a nadie parece interesarle. Resulta paradójico observar la agresiva oposición de las comunidades cuando tratan de instalar una antena en su entorno, alegando que las ondas que trasmiten causan enfermedades de todo tipo. Esa leyenda urbana la creen a pie juntillas, la otra del cáncer cerebral no, habría que despegarse del celular y eso ni hablar. Curioso ¿verdad?
Hace unos días, una joven entró al elevador de mi oficina. Hablaba por celular a todo volumen, discutiendo detalles de una fiesta, sin importarle que el lugar iba lleno. Sin poderme contener le pedí que bajara la voz, a nadie presente le interesaba sus asuntos. Indignada me gritó que era una vieja amargada. Y usted una malcriada, dije al salir.
No lo vuelvo a hacer, lo prometo. No vale la pena mortificar las coronarias.
Ahora con el popular BlackBerry, sus afortunados dueños pueden pasar todo el día chateando, recibiendo o enviando correos, tecleando sin parar. No se trata de banqueros, periodistas o ejecutivos que necesiten estar en constante comunicación con su trabajo; la mayoría, gente común y corriente de todas las edades.
No se separan del aparato, lo llenan con todos sus datos personales, lo llevan como incrustado en la palma de la mano, mirándolo a todas horas, en el cine, la iglesia, la visita médica, un espectáculo, con amigos en un restaurante o la discoteca, imagino que es así como conversan.
Los usuarios de los BB viven en contacto con las llamadas redes sociales, Facebook, Twitter, blog que se han convertido en la locura del momento. CNN reporta que en Argentina los jóvenes han sustituido las reuniones en terrazas y cafeterías por las redes sociales desde sus casas. El New York Times destaca la alarma en ciertos sectores por la adicción al Facebook de muchos adolescentes. El que no aparece en Facebook, no es nadie. Los ejecutivos se han visto obligados a exigirle a sus subalternos que apaguen los BB en reuniones, de lo contrario prestan muy poca atención a la discusión entretenidos con sus aparatos.
Dirán que exagero, miren a su alrededor, es una especie de manía colectiva, pero bueno, tiene sus ventajas. Los usuarios del BB hablan poco, prefieren teclear y teclear. Ojalá que la gritona del elevador tenga el suyo muy pronto para que podamos ascender a nuestras oficinas en silencio.
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Publicado el 2 de enero de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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