Reflexión sobre vulnerabilidad sísmica

La opinión de…..

.

Óscar M. Ramírez

Los sismos en Haití y Chile ponen en evidencia la importancia de la calidad de las construcciones en la magnitud de un desastre.   A diferencia de Haití, Chile ha experimentado varios de los sismos más destructivos de la historia. Por ello, ha desarrollado normas robustas y exigencias rigurosas en el control de calidad de la construcción de sus edificaciones. El bajo nivel de pérdidas de vidas y edificios dañados (menos del 2%) en el reciente sismo de Chile, resaltan la importancia de la buena práctica.

¿Cómo se reduce el riesgo de pérdida de vidas durante un sismo?   Mediante la aplicación estricta de las normativas. El Reglamento Estructural Panameño (REP) es el documento con fuerza de ley que rige la práctica del diseño de nuestras edificaciones.

La primera versión de esta norma fue en el REP–1984, con dos revisiones posteriores en 1994 y 2004. El REP adopta las normas estadounidenses, basadas en una filosofía de diseño que expresa el estado del arte en el diseño sísmico. Según esta filosofía se acepta daño sustancial a la estructura durante sismos severos, sin permitir el colapso. Es decir, se preserva la seguridad a la vida. Este concepto, presume irrevocablemente el cumplimiento riguroso de las normas de construcción, ejecutado/supervisado por profesionales idóneos.

Un parámetro importante para el diseño sísmico es la aceleración máxima probable en el sitio de obra. El REP especifica esta aceleración en el estrato de roca para el diseño en distintas ciudades del país. La misma sería causada por sismos que pueden ocurrir al menos una vez cada 475 años. Los sismos registrados en Panamá en los últimos 40 años no han superado la aceleración de diseño especificada en el REP.

Por ejemplo, el evento más fuerte registrado en ciudad de Panamá ha generado aceleraciones en roca no mayores de 0.05g (porcentaje de la aceleración de la gravedad), mientras que el REP–04 especifica 0.15g. Pero no debemos olvidar que se han registrado sismos de magnitud entre 6 y 8 en la escala de Richter, capaces de producir aceleraciones importantes. Ejemplo: San Blas en 1883, Puerto Armuelles en 1934 y 1979, Bocas del Toro en 1916, y Limón en 1991. Es decir, se pueden esperar sismos fuertes en el futuro.

¿Qué pasa si nos golpea un sismo como el de Chile? El sistema de fallas en el istmo ha demostrado no tener la capacidad de generar terremotos de esa magnitud. Este escenario, aunque posible, es improbable en Panamá. De hecho, en la historia se han presentado pocos sismos en el mundo con magnitud 8 o más. No obstante, toda ciudad es vulnerable en algún grado ante un sismo fuerte, especialmente si la calidad de la construcción no es buena. Además, intervienen muchos otros factores, cuyo impacto debe ser evaluado con cuidado: tipo y tamaño de ruptura en la falla, distancia al epicentro, profundidad, duración del sismo, tipo de suelo en el sitio, edad, flexibilidad, calidad del detallado, entre otros.

¿Cómo responderían nuestros edificios altos? La estadística mundial de edificios altos colapsados o dañados durante eventos sísmicos severos es muy baja. Durante un sismo, el edificio alto oscila lentamente debido a su flexibilidad, acomodando mejor los desplazamientos inducidos por el movimiento en la base. Por otro lado, en la zona más urbana de ciudad de Panamá la roca sana aflora a la superficie (Paitilla), o se encuentra a poca profundidad (Marbella, Punta Pacífica, Obarrio), permitiendo que nuestros edificios se apoyen directamente sobre la roca o a través de pilas empotradas en roca.

No tiene que presentarse un sismo de gran magnitud para provocar amenazas a la seguridad y daños severos. Por ejemplo, el 25 de diciembre de 2003 se presentó un sismo de magnitud 6.5 en la zona de Puerto Armuelles.   Este sismo, no generó aceleraciones importantes si se les compara a las que exige el REP para esa área. Sin embargo, causó daño irreversible a cerca de 300 viviendas y daño sustancial a otras 300. ¿La razón? Mala práctica de construcción. Por otro lado, es necesario prestar mucha atención al detallado de elementos no estructurales, como cielo rasos, sistemas mecánicos y eléctricos, particiones y elementos no estructurales en general. Las pérdidas económicas directas e indirectas por daños a elementos no estructurales han sido sustanciales en los últimos 30 años. Este tipo de daños causa interrupción de operaciones y en muchos casos desalojos temporales después de un sismo fuerte.

Los edificios más antiguos, ubicados en zonas de mayor sismicidad, son los más vulnerables a los efectos de un sismo severo. Además de la baja capacidad mecánica de los materiales, las edificaciones antiguas fueron construidas cuando el conocimiento sobre respuesta sísmica era limitado, y las normativas no incluían los requisitos estrictos de diseño y detallado. Este es el caso de edificaciones hospitalarias, escolares y residenciales, ubicadas en zonas sísmicas activas y construidas antes de 1970. Incluye las edificaciones residenciales de bajo costo, con mala calidad de construcción, ubicadas en zonas de alto riesgo.

El impacto de un sismo en la economía de un país puede ser devastador, y en Panamá podría tener impactos negativos significativos en nuestro desarrollo. Es necesario concentrar esfuerzos en financiar estudios formales que permitan diagnosticar las zonas más vulnerables con el objeto de implementar programas de mitigación, que se puedan ejecutar en periodos razonables de tiempo.

La seguridad absoluta ante un fenómeno natural no existe. El hombre no puede controlar estos eventos, solo le queda coexistir con ellos. La reducción del riesgo durante un movimiento sísmico dependerá principalmente de la calidad de las obras. Es decir, queda en manos del conocimiento, la experiencia, los procesos de control y, especialmente, de la ética de los profesionales idóneos involucrados en las fases de desarrollo de la obra. Esto es lo único que puede hacer la diferencia en los pocos segundos que la edificación queda a merced de un sismo destructivo.

<>

Este artículo se publicó el  21  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.