La opinión de la Jurista y analista social…
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Olga Nelly Tapia –
Reconozco lo neófita que soy en el tema, pero los últimos acontecimientos producidos en mi país, Panamá, ha sacudido mis neuronas, lo sensitivo de mi ser, pues he sido y soy, siempre defensora del derecho ciudadano y las libertades individuales.
Es un momento histórico que debe ser abordado con responsabilidad, sin apasionamientos de ningún tipo, sin banderías políticas, pues, está en juego el sagrado Derecho de la Libertad de Expresión.
No pienso adentrarme en el fallo emitido en la vía judicial donde dos periodistas en su ejercicio fueron condenados, pero sí me mueve, como profesional del Derecho, pronunciarme como ciudadana más que todo y en un plano hasta lo imposible dentro de la objetividad que se amerite para llegar a conclusiones. Lo difícil del desarrollo del tema resulta, sin lugar a dudas, el establecer parangones entre libertad de Expresión y lo importante que resulta la hermenéutica para aplicar en casos tan difíciles donde se involucra el ejercicio del periodismo en todas sus manifestaciones.
La Libertad de Expresión ejercida en un Estado de Derecho, con base en las Instituciones de la Democracia como forma de gobierno, ofrece al aparato institucional todo un mecanismo coercitivo propio que permite que el ciudadano pueda ejercer derechos individuales y fundamentalmente la libertad de expresión con responsabilidades claramente manifiestas.
Haciendo memoria, una vez expresé que donde podía resultar evidente la vinculación entre libertad de expresión y democracia, llegué a las siguientes conclusiones. No hay razón lógica por la cual la libertad de expresión no pueda ser un valor de cualquier tipo de comunidad., pero, de hecho sólo en las sociedades democráticas se le atribuye un valor positivo y en muchas sociedades no democráticas, se les prohibe expresamente. Porqué debe ser así, pues entramos al asunto.
Definimos la Democracia como una forma de gobierno en que las reglas y normas orientadoras de la conducta se decide en última instancia, mediante alguna forma de la mayoría.
Las formas no democráticas de gobierno no confían, por supuesto, en las decisiones tomadas por la mayoría de los ciudadanos. Las decisiones las toma un solo hombre o un grupo relativamente pequeño de ellos. Aunque la libertad de expresión puede ser un derecho para el gobernante o los gobernantes, no lo es ciertamente para el resto de la comunidad, incluso cuando se le tolera, no está protegida por la ley, de modo que un ciudadano que haga uso de ella, correrá un gran riesgo.
En los casos más extremos que ocurren en las sociedades totalitarias está prohibido la libertad de expresión de manera expresa. Con frecuencia se justifica tal política de esa libertad diciendo que el interés común es algo que está por encima de los intereses de los miembros individuales.
La libertad de expresión, entonces, es uno de los lubricantes de la maquinaria masiva de descubrimiento y construcción de consenso.
La libertad académica es uno de los casos importantes de libertad de expresión, pues proporciona un foro no sólo para examinar los puntos de vista políticos preexistentes, sino también para investigar y descubrir la naturaleza del hombre.
Concluyendo, observamos que no hay ningún argumento en pro de la limitación de la libertad de expresión en general, o de la libertad académica en particular que no pueda volverse contra las mismas personas que lo formulan. Además no hay ninguna doble excepción que no constituya una pretensión implícita de infalibilidad.
Debe defenderse la libertad de expresión para que no nos transformemos en la misma cosa contra lo que estamos luchando. Así , pues, hay que tratar que los medios de difusión social estén al servicio de esa comunidad para que sea efectiva y se transmita por ellos, los verdaderos valores, el sentimiento del interés común para la realización de una colectividad libre y noble.
El gran desarrollo que han adquirido hoy los medios masivos de comunicación, el relieve social que adquiere el periodismo que se ejercita por su intermedio, el estrechamiento de los vínculos sociales dentro de las comunidades hermanas modernas entre otras, conducen a resaltar las ventajas de una información amplia y oportuna. No obstante, los temores de una masificación social que ahogue los valores personales, lleva también que cobren importancia aspectos de la vida individual que debieran quedar protegidos entre ellos el respeto a la vida privada. Con ello la oposición se profundiza y los tropiezos aumentan.
He aquí nuestro reto, el saber diferenciar entre la libertad de expresión, como el mero ejercicio que otorgan los Estados de derecho a sus ciudadanos para expresar su pensamiento libremente sin trabas ni censuras., pero no es menos cierto que la profesión del periodismo debe ser protegida en su integridad por leyes acordes con leyes internacionales, acuerdos, convenios, documentos de Derecho Público Internacional, con el estricto sentido legal de recoger presupuestos de organización técnico que requiere la propia profesión como tal y otorgarles distinciones sociales a dicho gremio como todas las profesiones demoliberales que se ejercen en el mundo, y no con un malévolo interés de fusionar continente y contenido, lo que solo serviría para crear cortapisas y alimentar un monstruo que devoraría las entrañas de la propia sociedad.
Finalizo con una frase de Luis A, de Bonald, dicha en Guayaquil el 1 de agosto de 1982. «Un Estado puede ser agitado y conmovido por lo que la Prensa diga, pero ese mismo Estado puede morir por lo que la Prensa calle. Para el primer mal, hay un remedio en las Leyes, para el segundo, ninguno.»
Escoged pues entre la libertad y la Muerte.
<>Nota publicada el 06 de octubre de 2010 a las 21:33 en Facebook por la autora, a quien damos todo el crédito, el mérito y la responsabilidad que le corresponde.
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