Seamos mejores

La opinión de…..

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MARÍA SOFÍA VELÁZQUEZ

Esta semana recuperé la fe. Visité varios lugares en los que fui tratada con cortesía y comprobé que sí hay gente buena

Tras la última columna, bastante desanimada por las malas experiencias que he tenido del servicio en nuestro pequeño gran país, y que son un reflejo de la imagen que damos al mundo, tuve una racha de momentos fabulosos que comparto. El día en que la columna anterior se publicaba estaba yo comprando en uno de tantos almacenes enormes que han ido evolucionando y hoy en día es una maravilla en cuanto a precio y producto.

No esperaba que, además, me trataran bien. Llegue a la caja después de un agradable intercambio con la encargada de los vestidores, quien hasta hizo una llamada a otro almacén a fin de averiguar algo para mí.   En la caja que menciono, la gerente de la misma, que a su vez tenía a su cargo a unas 8 chicas, cada una en su máquina registradora, me miró (sí, a los ojos) y sonrió ampliamente, acercándose físicamente hacia el lado del mostrador al que llegué.   Mientras la cajera me cobraba le dije que nunca (en toda mi vida) una gerente de caja me había sonreído.   Me dijo que no podía ser tal barbaridad, y que en nombre de todas las personas con las que tuve una experiencia negativa en el pasado, me invitaba un cappuccino en la cafetería del almacén. Yo no lo podía creer. Subí a reclamar mi espumoso café y la dependienta de la cafetería me atendió como si yo fuese la reina de Saba (¡con un cupón!).  Salí del lugar con una sonrisa de oreja a oreja, relajada, importante, contenta.

Al día siguiente fui a otra sucursal a buscar lo que me había encargado la jefa del vestidor y aunque el ambiente no era tan encantador, seguía siendo muy eficiente y correcto.

Sí hay gente capaz. Sí hay gente con buena disposición. Sí hay gente que disfruta de su trabajo. Sí hay gente que ama ser gente. Y yo amo a esa gente. Gente que me devolvió por más de 3 minutos la fe en los seres humanos, donde no fui tratada como ganado. Donde fui tratada como la persona que soy y me merezco, donde hubo más que un frío “buenas”, donde tuve una conversación, sonrisas, donde hubo contacto y crecí como persona bajo el dulce efecto de una sola mirada agradable.

Ese día gasté más dinero del que debía, y ni lo sentí… eso deberían tenerlo en cuenta los negociantes. Estar en la caja es un arte peligroso… es el crítico momento donde alguien me hace abrir la billetera y desprenderme de un billete que me costó ganar… lo mínimo que me merezco es ser tratada con cariño para que duela menos… ¿o no?

¡Es tan sencillo ser mejores personas que peores personas!   Si a nosotros los panameños nos encanta reírnos, entonces, ¿por qué la cara de castigo?  Basta, seamos los mejores en servicio al cliente. Seamos MEJORES.

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Artículo publicado el 25 de marzo de 2010 en el  Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

El sentido de la palabra gracias

La opinión de…..

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MARÍA SOFÍA VELÁZQUEZ

Los últimos días he estado mucho en la calle y me he percatado de la falta de cortesía para el público

E stuve muy pendiente los últimos días, también estuve mucho en la calle de compras y comiendo o yendo al cine, etc.  Muchos estacionamientos, tiquetes, cuidadores, guardias de seguridad, vendedores, cajeros, gerentes, meseros, y otro tipo de personal que atiende en lugares públicos.

Antes de ir al grano menciono que en una encuesta no formal de un diario del país, los resultados arrojados revelaban que el panameño siente que el servicio nacional es malo o pésimo.

Por servicio nacional entiéndase el servicio que dan nuestros compatriotas en un país cuya característica de economía terciaria no disminuye: aumenta.

Me he dado cuenta de que sonreír y dar mucho las gracias y pedir por favor me protege de lo que por línea general es un trato mediocre de parte de los colaboradores de tiendas, restaurantes, bancos, aseguradoras y cualquier otro tipo de lugar comercial.

A veces como clienta llego a un lugar y digo buen día, sin recibir respuesta del guardia de seguridad.

Otras veces digo hola, qué tal, me da un café con leche por favor? Y ni me miran ni me contestan, solo preparan la bebida como autómatas.

Una que otra vez entrego el dinero diciendo aquí tiene señorita, y recibo el vuelto sin que ni siquiera me miren.

Me pasa mucho que llego a una caja y con mala cara me ordenan: vaya al otro lado.  Me lo ordenan.   Inconcebible.

Una clásica: yo digo gracias y ella o él me contesta: bueno. No de nada, con gusto; no, por favor, etc.  No… me dicen bueno.

Habituada a ser una “víctima”, el otro día esperaba detrás de un señor para ser atendida en un puesto de café y rollos de canela y se dio una situación que me dejó pensando.

El hombre delante de mí pidió secamente, lanzó por los aires una tarjeta de crédito que cayó en el mostrador y se fue finalmente sin decir nada, pero con una actitud física tan desagradable y déspota hacia la despachadora que no pude más que preguntarle a ella en tono amable cómo hacia para aguantarse la mala educación y pésimos modales de algunos clientes (porque siempre la moneda tiene dos caras, siempre), y ella dulcemente me dijo, trato de no pensar, sabe?

Otras veces cuando estoy a punto de armar un lío y dejar todo lo que voy a comprar en la caja donde me atienden como a un perro, de repente aparece de la nada un supervisor, un gerente o un dueño que trata brutalmente a las cajeras… y entiendo.

Ayer estuve en un nuevo local de una cadena de ferreterías y cosas para el hogar.

Todo fue sonrisas, dulzura, atenciones, cordialidad. La vendedora era así, el preparador de pinturas era así, y la gerente era así.

Somos espejos, reflejamos luz u oscuridad.

Somos como el niño pequeño que es como es su hogar.

¡Qué responsabilidad tan grande es ser padre, ser jefe, ser líder!

¿Se lo estarán tomando tan en serio como se debe los padres, jefes y líderes en este país?

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Artículo publicado el 18 de marzo de 2010 en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que a la  autora, todo el crédito que le corresponde.