La opinión de…..
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MARALICETH MELAMED
En medio de los cambios que sufre el planeta, en contraste con el poco valor que le concedemos al derecho de la vida ¿qué ha logrado que nuestra confianza en el amor de Dios mengüe? Si observamos detenidamente el acontecer mundial y nacional, pareciese que la Humanidad ha caído nuevamente en el paganismo, en donde la adoración por lo irreal, efímero, material y carnal aniquilan la fe, el amor y la esperanza.
La fe por la promesa de Dios, el amor por la humanidad (probado hace siglos a través de la cruz) y la esperanza de su llegada. Basta con sentir el asalto constante en que vivimos: delitos, muerte, drama, dolor, pobreza, cinismo, irrespeto, destrucción de ecosistemas, guerras, libertinaje, incredulidad, corrupción y demás faltas que nos alejan de Dios. Sin embargo, existe una promesa, una luz en este penoso camino y un perdón a nuestras faltas.
Es cierto, la oscuridad de este tiempo fue anunciada, pero también es cierto que Dios nos conoce y no se esconde de nosotros, ni nos niega. Entonces, ¿por qué escondemos nuestra confesión de fe? ¿Por qué no caminar con ella en nuestro actuar diario? Mostrémosle a Dios nuestro agradecimiento, esperanza y respeto: asistiendo a misa, al despertar cada mañana, ayudando al prójimo, orándole, leyendo La Santa Biblia.
¿Por qué hemos convertido nuestra religión en un asunto privado y ocasional? No es correcto que traslademos nuestra fe tan adentro y casi a escondidas, mostrándola solo cuando necesitamos ayuda, cuando sentimos miedo o cuando asistimos al Miércoles de Ceniza o al Domingo de Ramos.
¿Podríamos negar acaso nuestras faltas: orgullo, vanidad, malos pensamientos, mentira, odio, envidia, si no cojeamos de uno, cojeamos de los dos lados, el único bueno y perfecto es Dios. Sentimos tanto amor y apego por este mundo que hemos olvidado el siguiente, al igual que nuestra identidad y dirección y que nuestros actos tienen eco en la Eternidad.
El confesar nuestros pecados válida nuestra fe en el camino, la verdad y la luz de Cristo. Compartamos esa seguridad en familia, en comunidad; empecemos con la penitencia, confesémonos, pidamos ayuda a Dios para regresar a Él. Confiemos en su infinita misericordia, para la cual no hay pecado grande.
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Artículo publicado el 10 de Marzo de 2010 en el Diario La Estrella de Panamá a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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