El poder tiene un hipnótico que hace que los que lo detentan, sin formación, sin valores, sin acervo cultural, pierdan la sensatez. Hoy tenemos el partido Cambio Democrático en esa situación.
Esta no es una experiencia nueva en Panamá. Ya la habíamos experimentado en la década del 50 del siglo pasado, cuando entró en escena un ‘hombre fuerte’ llamado José Antonio Remón Cantera. Luego de llegar a la comandancia de la Policía Nacional en 1947, va asumiendo poderes y se legítima como gobernante en 1952 con una alianza de partidos que luego transforma en el partido Coalición Patriótica Nacional (CPN), partido hegemónico que dificulta la competencia promoviendo que, para formar partido, se requerían 50 mil adherentes, cuando no llegábamos a 900 mil habitantes.
Luego aparece otro ‘hombre fuerte’, Omar Torrijos, agente gringo desde finales de los años 50 que se toma el poder y se hace nombrar casi emperador, por todas las facultades que le daba el artículo 277 de la constitución que se hizo a la medida, constitución que hoy nos rige con una serie de parches. Este segundo dictador hace su partido grande, el PRD, partido que hoy sortea una serie de escollos para estirar los tentáculos logrados con Torrijos.
Ahora tenemos otro ‘hombre fuerte’ que quiere, igual que los anteriores, tener un partido hegemónico. Como los otros, ha utilizado el clientelismo que permite el manejar el Estado para aumentar la membresía y no pretende parar hasta que logre ser el partido de mayor membresía.
¿Para qué sirven los partidos grandes? Sus promotores se engañan y engañan a sus camarillas cercanas con la tesis de que así perdurarán en el embriagante poder. La CPN desapareció en menos de dos décadas. El PRD no ha desaparecido porque a él se sumaron tecnócratas e izquierdistas tránsfugas que, con astucia, han logrado dos veces retomar el poder por la incompetencia de los dos gobiernos civilistas que degradaron en gobiernos pro oligárquicos sin programas ni controles.
Los tres partidos fuertes han sido partidos demagógicos, antinacionales y antipopulares, con sus particularidades para ejercer estas proclividades. En pocas palabras han sido partidos anti Panamá.
Estos partidos han hecho aflorar el cobre en los panameños que a ellos se han sumado. Han sido y serán un ancla para el desarrollo de Panamá. Y no es que los otros partidos sean lo debido. Necesitamos partidos democráticos, con valores, participativos y programáticos. No necesitamos partidos grandes de ‘hombres fuertes’.
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Este artículo se publicó el 28 de enero de 2011 en el diario El Siglo, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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