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La opinión de…
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Virgilio Levaggi –
Una de las principales noticias del año es la capacidad demostrada por la mayoría de países latinoamericanos para paliar y superar los efectos de la crisis que se inició en Wall Street, en 2008.
Hoy, incluso, se habla de que la segunda década del siglo XXI –o del tercer milenio, si se prefiere– podría ser una década de oportunidades para la patria grande. Una etapa de nuestra historia en la que algunas de nuestras sociedades se insertarán definitivamente en el mundo desarrollado y muchas tendrán la posibilidad de realizar avances significativos en dicha dirección
Estamos ante un ejemplo de resiliencia, es decir de capacidad –individual y colectiva, en este caso– para enfrentar adecuadamente los contratiempos que supuso la expansión de la crisis financiera hacia la economía real y a los hogares de la gente.
La entereza de nuestras sociedades y de sus miembros fue acompañada por prudentes decisiones públicas que están permitiendo que nuestras economías salgan fortalecidas de la experiencia y un horizonte de esperanza aparece ante la patria grande. Opciones oportunas del sector privado han potenciado las políticas públicas sensatas y contribuido, así, a generar sinergias positivas.
Hay una variable que amerita ser profundizada: gracias a que son más las latinoamericanas y los latinoamericanos que trabajan en mejores condiciones, hay una mayor participación en los esfuerzos productivos para superar la crisis y así más protagonistas satisfechos de su propia contribución al progreso común.
El desempleo urbano, al sur del río Grande, ha bajado ya a niveles previos a la crisis.
Entre 2004 y 2008 la región vivió uno de sus mejores quinquenios en muchas décadas. Muestra de ello es que entre 2006 y 2008 pasamos de 126 millones de déficit de empleo formal urbano en Latinoamérica a 106 millones. Es decir, no solo logramos controlar el aumento de dicho déficit sino disminuirlo, gracias –entre otras cosas– a que logramos tasas de crecimiento económico superiores a 5% –como lo sugirió la OIT– que fueron acompañadas por políticas deliberadamente orientadas a la generación de empleo.
En Centroamérica la mejora de la tasa del producto bruto interno es una tarea pendiente; mientras que en Panamá y República Dominicana se esperan este año crecimientos superiores a ese 5% que pueden hacer la diferencia para muchos.
La aceleración del crecimiento parece ser una tarea que reclama una estrategia que trascienda lo nacional para, desde el espacio regional centroamericano, buscar aumentos de productividad y de generación de más y mejores empleos en la formalidad. Economías de escala, integración de cadenas productivas, sinergias en los programas sociales, esfuerzos mancomunados en ciencia y tecnología, así como en educación para el emprendimiento podrían ser parte de la agenda para que los países centroamericanos se inserten más vigorosamente en este tiempo de oportunidades que hemos logrado generar los latinoamericanos.
Si queremos avanzar firmemente hacia el desarrollo hay que perfeccionar el conocimiento de cómo la agenda de trabajo decente que nuestras sociedades fueron asumiendo la década pasada ha contribuido con la resiliencia latinoamericana respecto de la crisis. Ello será útil para buscar cómo aplicar las lecciones aprendidas no solo en el combate contra la pobreza, sino también en aquel otro, no menos importante: contra la desigualdad.
En la tarea propuesta por Mario Vargas Llosa, de que América Latina deje de ser el continente del futuro para serlo del presente, una forma de profundizar la democracia es contribuir con que haya más y mejores puestos de trabajo productivos.
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<> Este artículo se publicó el 24 de diciembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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