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La opinión del Ingeniero Administrador…
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Roberto Castro
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Dice la historia que éste filósofo griego caminaba por las calles de Atenas con una lámpara en la mano, buscando desesperadamente ciudadanos honrados y virtuosos. Si los encontró o fracasó en su búsqueda, es algo que nunca sabremos. Dramáticamente, después de tantos siglos, millones de Diógenes siguen en esa ilusoria búsqueda, no solo en Panamá, sino también a lo largo de toda la llamada “aldea global”.
La avaricia, la codicia y el enfermizo amor por el aplauso y el reconocimiento, han hecho de la honradez y el servicio auténticamente desinteresado, virtudes en vías de extinción. De manera increíblemente veloz, muchos de nuestros ciudadanos se corrompen, muchos de nuestros empresarios se corrompen, muchos de nuestros líderes religiosos se corrompen, muchos de nuestros políticos y funcionarios públicos se corrompen.
La corrupción señorea en todo lugar, en todo momento, asesinando inmisericordemente la oportunidad de que la población pueda tener una existencia más digna y feliz. La felicidad, siempre tan esquiva y difícil de conseguir, ahora parece imposible de lograr. Cunde la desesperanza, aumenta la agresividad, el miedo habita entre nosotros. ¿Pesimismo?, ¿Realidad?
Cuando los Diógenes del siglo 21, por suerte o por regalo del cielo, encuentran una persona buena, no contaminada, con auténtica vocación de servicio, y tratan de que se convierta en líder, por lo general se encuentran desagradables sorpresas: o el “establecimiento” no la deja subir al poder demeritándola e imponiéndole mil trabas “legales”, o su idea ética de no pertenecer a ningún desprestigiado partido político y la consecuente falta de recursos económicos le impiden realizar su campaña electoral, o lo peor, la lamentable incultura política del grueso del electorado acostumbrado a cambiar su voto por un plato de lentejas, le gritan en su cara: “tus ideas me convencen, pero no me regalas nada”. Afortunadamente el adagio popular “tanto va el cántaro al agua hasta que al fin se rompe”, día a día se intuye como verdadero en el campo político.
En las calles, en los cafés, en la internet, se percibe ese cansancio y desesperanza, esa urgente necesidad de un cambio real, esa necesidad lacerante de que los millones de Diógenes de la aldea global concluyan exitosamente su búsqueda, y el ferviente deseo de que, una vez lleguen al poder esos “ciudadanos honrados y virtuosos”, desmientan el viejo y cruel dictamen de que “el poder corrompe”.
Y para que no se corrompan, el mandato de los Diógenes del siglo 21 deberá ser claro y contundente: “nuestro sistema será Democrático puro, sin genuflexiones, y para lograrlo, se buscará incesantemente y se respetará totalmente la independencia de los cuatro poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Medios de expresión popular”. No existe en todo el planeta una forma distinta de lograr paulatinamente la tan anhelada interdependencia armónica de los poderes del Estado. No existe ninguna otra forma de cortarle la cabeza al monstruo de la corrupción. Diógenes de todo el país: ¡ese es el camino!
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<>Artículo publicado el 17 de noviembre de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del autor en: https://panaletras.wordpress.com/category/castro-roberto/
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