Razones del corazón y el sentimiento humano

La opinión del Periodista…

RAÚL E. CEDEÑO
erece42@hotmail.com
En múltiples ocasiones, he hecho referencia a las razones que tiene todo pueblo para levantarse de su sitio común y corriente, para elevar su voz de protesta por las cosas que pasan en la vida diaria de su país.
Sin embargo, ese levantamiento de la voz, del tono y la intención de lo que hoy dice el pueblo vienen no solamente por el cálculo frío de la clase política y económica de una nación;   proviene del leguleyismo externo e informal de muchos políticos y las componendas a base de razones supuestamente mentales, pero totalmente ajenas a las razones del corazón y el humanismo que debe existir en toda acción que se tome.

 

Seguimos en nuestra tierra, viviendo con razones que provienen -en gran parte- del estómago o del bolsillo de los que han manejado históricamente la clase política de Panamá, pero no con aquellas razones que vienen del corazón o de nuestra cabeza. Y cada cuatro años se nos intenta convencer de que lo que se necesita es una cura de autoridad, orden y eficacia administrativa, pero a la vez imponiendo (período tras período) los valores abstractos de las percepciones de la razón política, más que las del sentimiento.

Hoy todavía nos debatimos en esa misma falla, porque aún luchamos para que la vida común del panameño sea totalmente diferente y muy superior a lo que hoy es, si a las clases políticas de nuestros últimos doce años les hubiese asistido un poco de corazón, a falta de cabeza.

Los panameños estamos viviendo una de las épocas más duras de nuestra historia republicana: los dineros no le alcanzan, el sistema médico de la Caja de Seguro Social es incompleto y ni siquiera tiene medicinas, a la canasta básica alimenticia le pusieron motores a reacción para que se elevara mucho más alto y rápido, la gasolina es un artículo de lujo que se comparará con el costo de un diamante, teniendo que pagarlo todos los días. ¿Entonces?

Por encima de todo ello, cada día más nos damos cuenta de que nos estamos quedando sin paja y sin grano, o lo que es lo mismo, sin eficacia, sin tolerancia mutua y so pretexto de autoridad y orden, estamos clamando además por la cordialidad que se ha perdido, especialmente entre las clases políticas, y por ella se reclama como la siente el pueblo en sus entrañas.

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<> Artículo publicado el 22 de enero de 2011  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Presupuesto de la tarea que está por venir

La opinión del periodista…

RAÚL E. CEDEÑO
erece42@hotmail.com

Quizás este escrito podrá ser considerado algo filosófico y sublime, filosofículas que no son usuales en mis publicaciones. Pero ante el panorama de nuestro mundo de hoy, he considerado prudente presentar una humilde comparación entre lo que hoy somos y nuestro futuro, porque el mismo nos obliga a todos a hacer un balance de la tarea rendida por nuestra ‘civilización contemporánea’ e intentar hacer un presupuesto de la tarea por venir.

La mejora de la sociedad panameña ha sido siempre nuestro norte y la convicción que ha orientado nuestro esfuerzo, la entiendo como la universalización y humanización del hombre para comprender el dolor del mundo, nuestra patria incluida, y pensar y sentir en función social para actuar como si de nuestra conducta fuese a derivarse toda una norma de comportamiento humano.   Ante los hechos que afectan nuestra vida, nos damos cuenta de que solamente pensamos en nosotros mismos y, desgraciadamente, algunos dan demasiada importancia a sus bolsillos.

Se dice que este año será de plenitud para nuestro país.   Quizás así lo vean los economistas. Pero ¿será plenitud beneficiosa para todos o solo para algunos?    Enfrentamos un negro futuro: el aumento del costo del combustible, el aumento indiscriminado de la canasta básica, que limita con fuerza satánica nuestra alimentación; un muy bajo nivel salarial, incertidumbre por el nuevo costo de la energía eléctrica, una ciudadanía gorgojo en la ciudad capital y áreas aledañas, el pago de nuevos impuestos municipales para poder circular u operar nuevos y actuales negocios… Si le agregamos los problemas en la aplicación de la justicia, las quejas por las nuevas hidroeléctricas y la pelea continua entre políticos, no vemos claro el futuro.

Si seguimos así, tendremos ciudadanos que andarán a pie porque no les alcanza para el combustible o el sistema de buses, una sociedad que no verá con esperanzas el pago de la quincena por el entorno económico estrangulante que le rodea, ciudades y pueblos a oscuras porque no quieren encender el lazo lumínico que les ahorcará, unos seres humanos que tendrán que pelearse entre sí por el consumo de agua y además andarán por allí sudados y hediondos por la falta de baño.    Para no alargar, unos seres humanos flacos, esqueléticos, dignos de algún documental de National Geographic sobre el África misérrima. Es decir, vivir obligados todos a consumir la dieta del caballo: agua, si la tenemos, y paja.

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<> Artículo publicado el 15  de enero de 2011  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Hacia un examen de conciencia

La opinión del periodista…

RAÚL   E.   CEDEÑO
erece42@hotmail.com

En estos momentos más que nunca, nos hace falta un profundo e íntimo reportaje, que no busque lo sensacional, que esquive las vulgaridades y se interese por las vidas claras y oscuras, de quienes forman la masa de nuestro pueblo.

El pueblo y sus apetencias es algo que constantemente estamos invocando, pero que la gran mayoría desconocemos. La época navideña reciente lo demuestra. La calidad de vida está llegando al suelo porque las conciencias nacionales no se ponen al día en cuanto al sufrimiento general por el alto costo de la vida, y tanto los poderosos como el mismo pueblo atentan contra la tranquilidad de los hogares y de sus integrantes que luchan por su supervivencia día a día porque no les alcanza siquiera para alimentarse bien. Olvídense de las delicias especiales, ya no les alcanza siquiera para comer como comemos los panameños normalmente durante todo el año.

Y en esa avalancha de avaricia y poco importa, avaricia y egoísmo que les define como seres con una garganta muy profunda, está el pueblo mismo que produce en pequeña escala algunos alimentos de consumo masivo para estas fechas. ¡Imagínese, el guandú a 11 dólares la libra!

Son muchísimos los alimentos comunes en nuestra ingesta normal que ahora no pudieron ser consumidos por la gran masa panameña.

Vuelve el precio de la gasolina a abofetear a los panameños. La quincena pasada dieron un descuento… dos centavos por galón. ¡Cosa más grande! Ahora lo suben entre dieciocho y veinte centavos. Con toda esta desgracia que nos ha caído y el desgarre de carreteras, se aprovechan descaradamente de los tranques nacionales. Con estos van a consumir más gasolina; hay que aprovecharse y deben pagarla mucho más cara. ¿Quieren carro? Que paguen mucho más.

¿Hemos escuchado que las petroleras han hecho donación alguna de dinero, aunque sea solamente para las desgracias de las inundaciones o para la Teletón? Si lo han hecho y mantenido una estricta humildad de silencio, benditos sean. Pero no conozco que haya existido una.

Se nos habla mucho del pueblo, con mayúscula, una vaga entidad democrática a quien se le atribuyen fibras delicadas y lujo de ideales, pero al pueblo verdadero, al pueblo con minúscula, no lo hemos elevado todavía al tema de importancia ni de solidaridad.

Cuidado señores del gobierno: es de esta forma en que comienzan a agrietarse las democracias.

 

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<> Artículo publicado el 8  de enero de 2011  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Un exámen de conciencia

La opinión del Periodista…

RAÚL EDUARDO CEDEÑO
erece42@hotmail.com

En estos momentos más que nunca, nos hace falta un profundo e íntimo reportaje, que no busque lo sensacional, que esquive las vulgaridades y se interese por las vidas claras y oscuras, de quienes forman la masa de nuestro pueblo.   El pueblo y sus apetencias es algo que constantemente estamos invocando, pero que la gran mayoría desconocemos. La época navideña lo demuestra.

La calidad de vida está llegando al suelo porque las conciencias nacionales no se ponen al día en cuanto al sufrimiento general por el alto costo de la vida, y tanto los poderosos como el mismo pueblo atentan contra la tranquilidad de los hogares y de sus integrantes que luchan por su supervivencia día a día porque no les alcanza siquiera para alimentarse.   Olvídense de las delicias especiales, ya no les alcanza siquiera para comer como come el panameño normalmente durante todo el año.

Y en esa avalancha de avaricia y poco importa, avaricia y egoísmo que les define como seres con una garganta muy profunda, está el pueblo mismo que produce en pequeña escala algunos alimentos de consumo masivo para estas fechas. ¡Imagínese!, el guandú a siete dólares la libra.   Son muchísimos los alimentos comunes en nuestra dieta normal que ahora no podrán ser consumidos por la gran masa panameña. También vuelve el precio de la gasolina a abofetear a los panameños. La quincena pasada dieron un descuento… dos centavos por galón. ¡Cosa más grande! Ahora lo suben entre dieciocho y veinte centavos.

Con toda esta desgracia que nos ha caído y el desgarre de carreteras, se aprovechan descaradamente de los tranques nacionales. Con estos se va a consumir más gasolina. Hay que aprovecharse y deben pagarla mucho más cara. ¿Quieren carro?   Que paguen mucho más.

¿Hemos escuchado que las petroleras han hecho donación alguna de dinero, aunque sea solamente para las desgracias de las inundaciones o para la Teletón?   Si lo han hecho y mantenido una estricta humildad de silencio, benditos sean. Pero no conozco que haya existido una. Se nos habla mucho del Pueblo, con mayúscula, una vaga entidad democrática a quien se le atribuyen fibras delicadas y de lujo de ideales, pero al pueblo verdadero, al pueblo con minúscula, no lo hemos elevado todavía al tema de importancia ni de solidaridad. Cuidado señores del gobierno: es de esta forma en que comienzan a agrietarse las democracias.

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<> Artículo publicado el 18 de diciembre  de 2010  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

 

Piden queso, piden pan

La opinión del periodista…
 

RAÚL  EDUARDO  CEDEÑO
erece42@hotmail.com

Hemos comenzado a revivir uno de los momentos más difíciles de nuestra sociedad; momentos difíciles que se repiten año tras año, pero que ahora va a ser todavía más difícil que nunca porque la cruda realidad económica que vivimos está forzando a nuestra sociedad, niños incluidos, a enfrentarla con poca visión de un mejor porvenir. Pero lo que más me duele de lo que será esta Navidad que ya está encima de nosotros, no es que en nuestros hogares pasemos noches a oscuras por la ausencia de las luces multicolores que siempre engalanan la llegada del Niño Dios, no es la ausencia total de esos juguetes que llenaron de ilusión y de esperanzas a niños y jovenzuelos; no es la posible falta de reuniones familiares que sirvan para estrechar lazos de amor.

Me preocupa muchísimo que para esta Navidad haya tal escasez de comida en las mesas panameñas que no me extrañaría que en muchísimas simplemente se coma guacho de arroz con frijoles, porque no alcanza siquiera para hacerlo con guandú. Recuerdo con claridad que en parte de la afamada poesía para pequeñas criaturas que escribió el célebre poeta José Asunción Silva éste decía, refiriéndose a los niños: ‘¡Aserrín, Aserrán…!, los maderos de San Juan, piden queso, piden pan’. Esos críos no pedían otra cosa que comida, no pedían más que alimento para el cuerpo y así poner a reposar al alma. Hoy enfrentamos una de las crisis alimentarias más grandes que conozco, porque el salario del padre o de la madre-padre no es suficiente para satisfacer los estómagos de la familia.

¿Y qué hace nuestra sociedad ante esto? Admito que son muchos los que se unen en una u otra causa para llevar juguetes a áreas de miseria, aquí y en el interior. ¡Bravo! Pero, ¿habrán notado alguna vez que no hay nada más doloroso que un niño hambriento? Probablemente no. Probablemente aquel que está inmerso en la producción, distribución o venta de alimentos piensa únicamente en las ganancias que tendrá durante esta época de consumismo. ‘Reconozco el hambre de ellos, pero mejor me quedo a un lado para no buscarme problemas con el sistema económico nuestro’, dirán algunos. No tienen el valor pero sí mucha cobardía para enfrentar esa hambre extrema. No importa, igual hicieron muchos con Jesucristo cuando injustamente lo acusaron y crucificaron. Él en su inmenso amor, los perdonó.

 

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<> Artículo publicado el 8 de diciembre  de 2010  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Fiestas patrias dolorosas

La opinión del periodista

RAÚL  EDUARDO  CEDEÑO
erece42@hotmail.com

Todavía no terminan las conmemoraciones de nuestras fiestas patrias y lo que debiera ser el eterno perfume de nuestra independencia y posterior separación pareciera desaparecer totalmente, quedando rezagado a un penoso lugar en nuestros sentimientos y actitudes.

Se comprueba así que de nada vale el conocimiento que adquirimos para amar y respetar la actitud de nuestros próceres, comenzando por aquellos muy humildes de 1821, porque cada conmemoración no es más que una concentración de fuegos de artificio que rápidamente desaparecen en una noche oscura.

Esos próceres creyeron inocentemente que sus actos constituirían una inspiración patriótica que imponía silencio a las pasiones malsanas y a la lucha interna; que habían borrado los antagonismos y convocado a una sana Convención a cuantos tenían un nombre en los anhelos de libertad.

Hoy siento que no es así. Notamos que una capa de hielo cubre nuestros sentimientos nacionales al desconocer el trabajo que se hizo para que tuviésemos libertad y también una constitución modelo. Esos próceres creyeron que habían establecido la piedra angular del monumento institucional de nuestra República. Con nuestra despreocupación de hoy por nuestras efemérides patrias confirmamos que no se aprecia en nada esa materia, y si se cree que hay algún cambio éste podría ser considerado por muchos como un retroceso en nuestra vida de hoy.

Nos toca entonces reforzar nuestra vida cívica, porque la instrucción cívica de las masas con la mejor enseñanza y mediante la palabra hablada o escrita, con el ejemplo constante y elevado de amor por la Patria y su historia en todos los campos y en todos los momentos, es la gran misión que tenemos todos, especialmente quienes dirigen la educación en Panamá.

Es esa la principal misión que deben tener los que entran a la acción nacional con todo el empuje y el entusiasmo de sus primeras ilusiones. Es esa la gran tarea, y solo por ese camino se permitirá a la Patria llegar a ser, moral y políticamente, tan grande como lo ha llegado a ser hoy día y lo será por su posición territorial y todas sus riquezas naturales.

Ese sentimiento de fraternidad que nos da el conocer lo que fuimos y lo que hoy somos para conocer lo que queremos ser en el futuro, es el vínculo más grande que unirá a nuestro pueblo y el sentimiento más resistente a las vicisitudes de nuestra vida en común.

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<> Artículo publicado el 21  de noviembre de 2010  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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Justicia social para una paz universal

La opinión del periodista…

RAÚL EDUARDO CEDEÑO
erece42@hotmail.com

El problema de la paz universal me ha preocupado muy a menudo. Desde que era muy joven. Y es que me considero uno de aquellos numerosos que quieren alejar para siempre el espectro de la guerra y abrir nuevos capítulos de la historia humana. Estoy firmemente convencido de que puede ser así; mi yo interior mantiene en su intimidad la convicción de que el hombre vivirá un día en un mundo en el cual las guerras y las confrontaciones no existirán, aunque no lo conseguirá sino después de largos y penosos esfuerzos. Nuestro mundo de hoy, enlutado y doloroso pero no agotado, lucha contra las tradiciones de una cultura que, de un lado o del otro, sigue mostrando desigualdades que afrentan y humillan nuestra sociedad. Y es esto el germen de cultivo para las grandes guerras.

Todo atentado contra las necesidades básicas de los más humildes es una invitación para las confrontaciones internas que, a la larga y cuando sobrepasan las fronteras, no permiten la paz mundial porque son un atentado contra ella. A pesar de que nuestro hoy está plagado de literatura y verbos pacifistas de algunos que dicen reclamar la justicia para lograr una paz social, no se preocupan por sembrar acciones para promoverla. El solo deseo de paz no la promoverá, como la evocación de una mesa bien provista no alimentará al hombre hambriento. Este doloroso problema sigue planteado con claridad y con mucha fuerza. Se tiene que poner la mesa, servirla, y generar acciones para que ese hombre pueda sentarse a ella y hacer uso de los alimentos que allí hay dispuestos.

No me extraña que ante el justo anuncio gubernamental del aumento de la mensualidad a los jubilados, los elementos contables de muchísimas empresas ya se estén perfilando para el logro de mayores ganancias, olvidando que en cambio debemos revisar con rapidez lo que no estamos haciendo bien para evitar más confrontaciones a corto plazo. Es fácil reclamar la paz social como un cliente reclama un plato en el menú de un restaurante, diciendo que no quiere otra cosa. Es fácil decir: ‘Alejen esta horrorosa polémica y denme la paz social’. Es mucho más difícil obtenerla, porque el simple deseo de paz no la producirá. Debemos preguntarnos todos si estamos haciendo lo necesario por alcanzar esos fines, o por el contrario descuidamos nuestros propósitos para lograrla.

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<> Artículo publicado el 14  de noviembre de 2010  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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Una vez más por mi heróica Villa de Los Santos

La opinión del periodista…
RAÚL EDUARDO  CEDEÑO
erece42@hotmail.com

Hoy quiero insistir otra vez en el estado raquítico y de olvido en que se encuentra mi Heroica Villa de Los Santos, apartada de y por la civilización, aunque en esta oportunidad mis pensamientos no sean más que los sentimientos de quien reclama con honor y razón, descubriendo esas últimas horas de vida en que la voz del alma toma más melancolía y por ello más solemnidad.  ¡Qué orgullo ser de la Villa de Los Santos!

Fue allí el lugar en donde por primera vez en nuestra historia ístmica se logra el triunfo sobre la barbarie que se practicaba para con nuestros pueblos campesinos, encontrando sus héroes la hora de la suprema abnegación, aunque para ello tuvieran que renunciar al reposo y al hogar, sufriendo la persecución y el martirio para conservar en los altares de la libertad el fuego sagrado, única luz que brillaba en la tiniebla de aquellos días.   Pocos hombres en nuestra tierra habían conseguido encarnar los sentimientos de esperanzas y los sacrificios de muchas generaciones como lo hizo Don Segundo de Villarreal, los Vásquez, Garrrido y Mendieta, cercanos seguidores. Él fue la bandera, el brazo y el corazón de esa inmortal cruzada. Antes del 10 de noviembre de 1821, su nombre era un rayo de esperanza ante la mirada abatida de los oprimidos, estremeciendo el odio y temor de los bárbaros militares que anunciaban los desastres de los buenos. Sí, para el pueblo enlutado era un resto de esperanza al sentir que había quien luchaba y estaba dispuesto a morir por su libertad.

Pero en la extensión de nuestra patria de hoy no se recuerda su nombre con profundo sentimiento. Ni siquiera viven hoy aquellos ancianos que, doblegados por los años, reunían a sus nietos y les hacían sentir el entusiasmo de ese día lejano al contarles los dolores que sufrieron para hacernos libres. Pasaron esos tiempos, y a las generaciones más felices de hoy no se les enseña siquiera a recoger con amor las cosechas que con durísima labor sembraron aquellos santeños del 10 de noviembre de 1821 en aquel desierto ingrato, convertido hoy en risueña campiña. La Villa de Los Santos sigue siendo el brazo enano de un gigante, Panamá, cuando debiera ser la pieza gigante de un coloso como lo puede llegar a ser nuestro país. Señores gobernantes: démosle gratitud al pueblo que nos dio libertad.

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<> Artículo publicado el 7  de noviembre de 2010  en el diario  El Siglo, a quienes damos,   lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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¡Qué vivan los reporteros!

La opinión del Periodista…

RAÚL EDUARDO CEDEÑO
erece42@hotmail.com

Yo fui reportero durante muchos años, quizás, demasiados. Por ello hablo con autoridad sobre el papel que desempeñan los reporteros dentro del engranaje informativo de su medio y también del país.

Yo conozco todos los dolores, las angustias y malestares que se sienten a diario cuando uno es reportero; conozco de las presiones que se nos aplican cuando alguien quiere lograr algo a través nuestro y de las ofensas que recibimos por oficiales del gobierno o empresa privada.

Sé de la inmensa tentación que nos inunda el alma cuando nos ofrecen ‘cosas’ a cambio de una información que no nos consta o por una campaña disimulada en contra de alguien. Doy gracias a Nuestro Señor Jesucristo de que jamás caí ante esas tentaciones, y de ello no me arrepentí ni me arrepiento hoy día.

Y esa es la realidad que todavía azota a nuestros jóvenes estudiantes, quienes al salir de la Facultad de Comunicación Social, chocan brutalmente con la realidad de una vida que habían imaginado de formas muy diferentes, muy distintas.

Esos jóvenes reporteros son los que piden paso profesional, honesto y correcto dentro de una sociedad que se niega a dárselo, quizás porque nuestro egoísmo social está creciendo o simplemente está encerrada en sí misma e inmersa en una desgastante guerra fratricida, que todavía no supera en su totalidad y que siempre deja una secuela de odios y empobrecimientos que impulsan a todos a defender, con uñas y dientes, las parcelas de sus intereses y creencias irremediablemente frágiles.

Durante nuestro tiempo activo como reportero tuvimos que defender una gran cantidad de principios pensando siempre en que ejercíamos la profesión más hermosa del mundo. Hoy tenemos que hacer un reconocimiento a aquéllos que inician con, esta pasión honesta, su vida profesional en el periodismo; profesión de grandes cosas inéditas y la más cercana a la vida, a todas las grandezas y miserias de los hombres.

Y, aunque a muchos no les cuadre, es tanto lo que guardan para sí los reporteros de cualquier medio, que considero que sería fantástico imprimir un gran periódico con las historias de periodistas narradas en tertulias de café. Eso sí sería interesante para la sociedad toda.

Eso sería difícil, tanto como mostrar los trucos de los ilusionistas y los fondos teatrales, porque entonces se perdería la magia, el engaño, y eso no puede ni debe ser. Adelante jóvenes reporteros.

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<> Este artículo se reprodujo de la publicación del 31 de octubre de 2010 en el diario El Siglo,  a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el credito que les corresponde.
Más artículos del autor en:  https://panaletras.wordpress.com/category/cedeno-raul-eduardo/

Mendicidad y delito infantil

La opinión del Periodista….

RAÚL EDUARDO CEDEÑO

La vagancia y la mendicidad de los menores constituyen la antesala de la delincuencia infantil.   Quizás por la influencia del medio al que están llamados a actuar, la mendicidad directa o encubierta del menor en compañía de hombres y mujeres que la usan de incentivo para despertar los sentimientos de caridad, constituyen una verdadera lacra social.   A la mendicidad va anexa la degradante costumbre de implorar la caridad pública y rogar por el auxilio ajeno. Ello es una práctica malsana que en los niños da resultados gravísimos porque engendra hábitos contrarios a las elementales normas de honestidad, hombría de bien y moralidad.   Con la generosa idiosincrasia de nuestro pueblo se despertaría en los menores mendigos el acicate de la codicia exagerada y sus consecuencias de violencia y crimen.

En Panamá se prohíbe la mendicidad infantil, aunque esté disfrazada de ‘venta’ de artículos y nuestro Código de la Familia trata de incorporarse a la lucha de prevención del abandono y delito de los niños para combatir esos dañinos factores que, en su gran mayoría, conducen inevitablemente al sacrificio permanente de nuestra infancia.   Tenemos que seguir protegiendo cada vez más a nuestra niñez, a aquellas criaturas que son arrojadas de sus hogares, que deambulan por las calles en procura de mendrugos, mientras la gran mayoría de sus progenitores llevan una vida de licencia y de inmoralidad.

 

Todos corren el riesgo de que jovenzuelas sean llevadas por el camino de la prostitución ante la indiferencia mayoritaria; de jóvenes, quienes afanosamente gritan y vocean sus miserias por las calles, luchando contra las solicitudes de un entorno que pronto les conducirá a las puertas de la cárcel; de niñas que nunca han conocido normas de moral en sus primeros años por la acción desmoralizadora del mal hogar, de malos centros de diversión, de películas inconvenientes o de espectáculos públicos a donde son llevadas por negligencia o incultura de sus padres y aceptadas ante la indiferencia colectiva.

La renovación del sentir moral frente al niño se producirá bajo el imperio de una buena legislación y su enérgica aplicación, la cual dejará de ser individual para convertirse en función de la comunidad. Y, por su acción, sobre el crepúsculo del desamparo y dolor de nuestros niños, aparecerán los destellos de un nuevo amanecer que afirmará los derechos de los pequeños a vivir en una sociedad justa y humana.

<> Este artículo se reprodujo de la publicación del 17 de octubre de 2010 en el diario El Siglo,  a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el credito que les corresponde.
Más artículos del autor enhttps://panaletras.wordpress.com/category/cedeno-raul-eduardo/

Conversemos sobre la libertad de expresión

La opinión del periodista…
 

RAÚL EDUARDO CEDEÑO

Cuando el Presidente Franklin D. Roosevelt proclamó las cuatro libertades: ‘la primera, la libertad de expresión en todo el mundo’, dijo que había llegado un dramático momento de crisis para la humanidad. La libertad de pensamiento resistía el ataque más fiero que había sufrido desde que obtuviera el reconocimiento de la mayoría de las sociedades, como principio básico y fundamental. En la década que siguió a la muerte de Roosevelt, los enemigos jurados de esa idea, los comunistas y nazis que actuaban en nombre de una religión política, extendieron su influencia para hacerla desaparecer.

Durante su época, hubo cambios revolucionarios en la mecánica de la educación y las comunicaciones que ocasionaron la ampliación del significado de esta primera libertad. Lastimosamente, también se redoblaron las controversias en torno a ella. A pesar de todo, la humanidad ha desarrollado en los últimos cien años y de forma superlativa, la ciencia de la comunicación. Antes, el predicador, el folletista, el orador y el maestro ejercían gran influencia, pero en nuestros días, la página impresa del periódico, la palabra hablada del comentarista de radio o televisión y la misma televisión, han llegado a ser instrumentos de poder casi aterrador, para muchos. No es difícil comprender la tentación que representa para los gobiernos o los grupos dentro de los Estados, someter o explotar esos instrumentos para sus fines especiales.

Tengo que señalar que en la historia de la humanidad, la libertad de expresión e información ha sido el tema de las más grandes pugnas. Y a pesar de que la libertad para comunicar nunca ha sido total, básicamente, cierto es que tanto el progreso humano como el justo trato, tienden a ser invalidados en las sociedades en donde es reprimida la libertad de expresión, o cuando se interfiere seriamente con ella. En muchos campos de las ideas, el progreso ha nacido de la lucha solitaria de un hombre o una mujer inconforme; son mentalidades que ponen en duda las creencias aceptadas y desafían la palabra autoridad, revolucionando el pensamiento social y hasta la perspectiva mental de la humanidad. Cuando se niega de plano la libre expresión de los individuos inconformes pero inspirados, las grandes ideas y las enormes y necesarias correcciones se pueden perder para siempre. No es justo ni correcto que hoy se pierda una vez más la libertad de expresión que tanto nos costó.

<>Artículo publicado el 10 de octubre de 2010  en el diario El Siglo, a quien damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Hambre y miseria para más trabajo infantil

La opinión del periodista…

RAÚL EDUARDO CEDEÑO 

Hace poco tuve la oportunidad de apoyar a mi esposa con el sondeo para un trabajo de su universidad sobre el trabajo infantil en Panamá. Resultados que ya esperábamos salieron a flote, pero esta vez ellos nos gaznatearon el rostro: dolor, angustia y hambre permeaban de los jefes de familia entrevistados, no solamente por la angustia económica que están viviendo sus familias, sino por la angustia de tener un hijo menor de edad trabajando en la calle, ausentes de todo plantel educativo y sometidos a la infame enseñanza de otros que de seguro nada bueno les darán.

En materia legal, Panamá tiene asegurada la tutela jurídica de la infancia y poco a poco se está notando que más organizaciones se suman a esta gestión para reducir el trabajo infantil. A pesar de ello, considero que no somos conscientes que el problema de la vida laboral de los menores no requiere solamente ser enfocado bajo los aspectos jurídicos, sino también desde el punto de vista económico familiar, porque es de allí donde brota la necesidad de que esos niños y jóvenes consigan una fuente de ingreso para apoyar económicamente a sus padres en la alimentación diaria, en el pago de la vivienda, la luz, el agua y también los gastos escolares de hermanos menores.

 

Estos serios problemas de la infancia nacen de la precariedad económica que hoy aumenta por el alto costo de la vida, y a ella le debemos poner el mismo o mayor cuidado que a la salud de los menores, su abandono, la delincuencia precoz, la iniquidad social, la desorganización familiar, la educación y la protección moral del menor y el adolescente, entre otros.

Tenemos que fortalecer la consideración pública de que son acreedores los niños y la juventud; formemos una conciencia social profunda y sólida sobre la importancia que ello reviste pero destacando aquellos factores de orden económico, más nunca prestigiemos el indiferentismo frente al sacrificio permanente de una gran masa de niños que constituyen la juventud panameña. ¿Hay que castigar severamente a aquellos padres que malbaratan sus salarios como un zoquete en placeres innecesarios y hasta inmorales? ¡Hagámoslo, y bien duro! Así destruiríamos la inercia que puedan haber ganado los corazones y el sentimiento de los panameños frente al niño desamparado moral y materialmente, despertando a la realidad social que vive nuestra niñez en todo el país.

 

<>  Artículo publicado el 3 de octubre de 2010  en el Diario El Siglo,  a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.