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Seguimos en nuestra tierra, viviendo con razones que provienen -en gran parte- del estómago o del bolsillo de los que han manejado históricamente la clase política de Panamá, pero no con aquellas razones que vienen del corazón o de nuestra cabeza. Y cada cuatro años se nos intenta convencer de que lo que se necesita es una cura de autoridad, orden y eficacia administrativa, pero a la vez imponiendo (período tras período) los valores abstractos de las percepciones de la razón política, más que las del sentimiento.
Hoy todavía nos debatimos en esa misma falla, porque aún luchamos para que la vida común del panameño sea totalmente diferente y muy superior a lo que hoy es, si a las clases políticas de nuestros últimos doce años les hubiese asistido un poco de corazón, a falta de cabeza.
Los panameños estamos viviendo una de las épocas más duras de nuestra historia republicana: los dineros no le alcanzan, el sistema médico de la Caja de Seguro Social es incompleto y ni siquiera tiene medicinas, a la canasta básica alimenticia le pusieron motores a reacción para que se elevara mucho más alto y rápido, la gasolina es un artículo de lujo que se comparará con el costo de un diamante, teniendo que pagarlo todos los días. ¿Entonces?
Por encima de todo ello, cada día más nos damos cuenta de que nos estamos quedando sin paja y sin grano, o lo que es lo mismo, sin eficacia, sin tolerancia mutua y so pretexto de autoridad y orden, estamos clamando además por la cordialidad que se ha perdido, especialmente entre las clases políticas, y por ella se reclama como la siente el pueblo en sus entrañas.
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<> Artículo publicado el 22 de enero de 2011 en el diario El Siglo, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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