‘Yo no le temo a Noriega’

La opinión de…..

Daniel Rivera


Pese a que pasé nueve días detenido en la Cárcel Modelo, junto a mi hermano, hace ya casi 21 años, tras haber sido detenido por ocho cobardes miembros del tenebroso G–2, no tenemos miedo a que el dictadorcillo regrese a nuestro país, como han tratado de hacer ver los que aún lo veneran.

Para mí -y creo que para muchos panameños que vivimos los desmanes de una dictadura militar, cuyos miembros se jactaban de ser los dueños de Panamá, pero que huyeron ante el ataque del ejército estadounidense, dejando a una tropa indefensa, solitaria y desarmada– ese señor no solo por su avanzada edad, sino por la actitud asumida en medio de la invasión del 20 de diciembre de 1989 no representa peligro alguno.   Si regresa a Panamá no sería llevado a La Joya ni a ningún otro centro penal, pues lamentablemente nuestras leyes no lo permiten.

Si bien es cierto que Noriega es historia, es una historia que no debe olvidarse; alguien dijo que quien olvida su historia olvida a su pueblo, y este pueblo no merece ser olvidado.

Hoy les digo a los más conspicuos colaboradores del general que ese señor, allá en Francia, está pagando parte de lo que le hizo a muchos panameños civilistas, quienes por el solo hecho de oponerse a sus ideas fueron vilmente encarcelados, torturados o exiliados; los que no contaron con mejor suerte fueron asesinados bajo la responsabilidad de un hombre que hoy, escudado en la Biblia y en la palabra perdón, quiere mostrar un arrepentimiento que no le creo.

No debemos olvidar las muertes de Alexis Guerra, Guzmán Baúles, Armando Morán, Hugo Spadafora, así como el incendio de la Mansión Danté de Calle 50 (centro de lucha de la Cruzada Civilista); al igual que la destrucción de la emisora KW Continente, propiedad de la familia Correa Delgado; de la Radio Mundial y Radio 10, propiedad del Dr. Carlos Iván Zúñiga (q.e.p.d); de los cierres del diario La Prensa, el semanario Quiubo, el diario El Siglo, así como las medidas de censura aplicadas a los noticieros de Canal 13 y RPC Televisión; del cierre y destrucción de Panavisión del Istmo, Canal 5, la destrucción de los estudios de la Cadena Exitosa o la horrible masacre de Albrook, donde fueron asesinados 11 compañeros de armas de Noriega, por haberse sublevado contra el tirano.

Estos acontecimientos y muchos otros, como aquel triste viernes negro, cuando las hordas paramilitares del tirano avasallaron a un pueblo cuya única arma contra la dictadura eran los pañuelos blancos, las bocinas de sus autos y el sonar de las pailas, constituyen elementos suficientes para que nunca olvidemos todo el daño moral, económico, político y social que nos causó Noriega y todos sus compinches, el PRD incluido.

Resulta fácil para algunas figuras que aún se mantienen vigentes dentro de ese partido, salir a pedir perdón; yo creo en el perdón, pero un perdón honesto, humilde y con mucho arrepentimiento, no en ese perdón que se pide a través de una cámara de televisión, donde no se muestra ningún tipo de arrepentimiento.

Lamentablemente, a esas figuras del PRD no les puedo creer ni el Padrenuestro, aunque lo recen de rodillas, porque ellos estuvieron con Noriega y aplaudían, cual marionetas, las atrocidades que hacía o que en nombre de Noriega ejecutaban sus huestes.

Esta opinión no refleja ni odio ni rencor, es simplemente un recorderis para que nunca olvidemos y para que nuestros hijos y nietos conozcan el pasado de algunas figuras que hoy intentan presentarse en el escenario público como los salvadores de nuestro país, país que ellos ayudaron a dividir por temor a perder los “privilegios” que supuestamente tenían en los cuarteles.

Finalmente, le digo a la familia de Noriega que les reconozco todo el derecho que tienen en tratar de lograr que su padre y abuelo pase el tiempo que le queda de vida lo más apacible que pueda, pero no deben olvidar que él tiene una gran deuda pendiente con la sociedad panameña y más con las familias de cada uno de los que vivimos de una u otra manera daños morales, psicológicos y económicos por el simple hecho de manifestar nuestra manera de pensar diferente a la que el tenía.

Solo le pido a Dios que le brinde la oportunidad de mostrarnos un verdadero arrepentimiento antes de acudir a rendirle cuentas por todo su actuar en esta vida.

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Este artículo se publicó el 14   de mayo de 2010 en el diario La Prensa, La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.