La opinión del Investigador de Mercado…
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Jaime Porcell –
El mero anuncio que Pedrito asistiría al programa del viernes de Pauta en Radio, agudizó neurosis. Una parte mía considera estupidez coger en serio a un chistoso, aunque traiga un doctorado en filología de la Sorbona. Aquella contradicción entre sufrirlo y admirarlo, entre curiosidad y espanto, impone una sensación de pelota de ping pong. Para aplacar la manía obsesiva, repito a mi mismo, como artista, resulta un invento original, irrepetible e inevitable, y del fondo irrumpe un: intragable.
Ese personaje de bombín negro, huesudo y mal hablado, equilibra entre cómico y pasado. Hace mucho dio por comprimir la realidad política en una versión satírica en clave jerga del vulgo. Apuesto, inspiró a Martinelli en aquel “Entran limpios…”.
La propuesta Pedrito cumple cuatro décadas de hacer las delicias de unos aficionados al psicoanálisis, adictos a rastrear bestialidades. Lo interpretan como quien recoge la posta de La Lupe y allana el inconsciente colectivo para el aterrizaje triunfal de aquel castigo del alma: el reggae. Mas, como cantante, y pido disculpas a su cuñado Orlando Barroso por equipararlo, lo que más gusta de él, es lo que no es suyo. Bien quisiera cualquiera “Quince Centavos” del ingenio de Lord Panama en “El Buhonero”.
Como artista, suena demasiado a neurastenia intelectual pensada. Exacerba mis culpas cuando este personaje, que tan bien fluye en todos los demás, no lo hace en mi. Me recomiendan una terapéutica abstinencia, después de la docena de presentaciones que mi masoquista sediento trasegó. Por otro lado, derrama demasiada crudeza, y más que amargazón, frustración por no ser un genuino Lord Panama o Armando “Sacúdete” Machore. No muchos cometen la originalidad de sacar a pasear su agrio.
En su vocalización obsesionada con la claridad, las palabras salen, más que pronunciadas, masticadas y despedidas. Así sucede porque en la garganta del artista pervive el reflujo amargo de uno que, ante el hartazgo de 13,000 libros – quién lo manda- padece náuseas por las imperfecciones de nuestra sociedad. En la superficie, el texto parece chiste. Pero, en las profundidades, desnuda a “El Cantante” quien “lleva una pena que duele muy hondo”.
Dentro de una generación, quienes quieran entender al Panamá de hoy, apelarán a la tesis que plasmó Pedrito y otras inexactitudes que intentan explicarlo. Con amigos como yo, aplicados en la última tarea, Altamiranda extrañará enemigos.
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Este artículo se publicó el 30 de julio de 2010 en el diario El Panamá América, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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