La opinión de……
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Rubén Pardo
Si algo debemos reconocer sobre la realidad del ejercicio del poder es que afecta a propios y extraños, cercanos y lejanos. El poder es una manifestación de influencia sobre el sistema en que lo ejercemos. El poder es causa de efectos en la naturaleza, la sociedad e, implícitamente, en quien lo ejerce. No hemos dicho nada sobre si ese poder, esa fuerza de influencia es negativa o positiva o, en último caso, estacionaria para mantener el estado de cosas que impera.
A nosotros nos interesa, en este caso, expresar ideas sobre el efecto del poder político como catalizador del desarrollo; por ende, nos estamos refiriendo a los efectos positivos de esa influencia sobre el sistema natural y social.
No puedo imaginar ningún valor positivo en el ejercicio del poder político que no mejore las condiciones de vida con base en una adecuada interacción con los sistemas naturales y con otros sistemas sociales.
La lucha por lograr cuotas de poder político, por lo general, es guiada por el encanto del poder como fin y medio de efectos egoístas. En muy pocos casos el poder político se persigue para servir de impulsor del desarrollo, por la misma satisfacción que produce generar ese incremento en los índices de desarrollo.
El poder político debe, y resalto ‘debe’, neutralizar los efectos negativos de los otros poderes: económicos, militares, cognoscitivos. Si el poder político no hace esto, los ricos serán abusadores, los militares propiciarán el caos y los generadores y aplicadores del conocimiento (filósofos, científicos y tecnólogos) serán desaprovechados y servirán fácilmente a intereses nada éticos.
Pero en esto ‘debemos’ reconocer que el poder político no puede ejercerse, sin el conocimiento apropiado y el respeto a la satisfacción de esa necesidad de conocer y aplicar conocimiento. Consideremos el poder militar desechable y el económico podemos considerarlo como un poder subsidiario de medios para lograr bienestar. El poder político no debe permitir que el poder económico sea un fin en sí mismo.
Cosa que sí es loable en el caso del poder del conocimiento, ya que el conocimiento genera, de por sí, satisfacciones inmensas. De hecho, el conocimiento es el único poder que es válido por sí mismo. Si vemos el poder político como fuerza de control, entenderemos que de eso se trata: de controlar el movimiento y la dirección del desarrollo en cuanto a su empuje ejecutivo. El poder político debe ser para eso: para ejercer desarrollo donde no lo hay, y hacerlo crecer donde ya lo hay.
El poder político debe ser deliberante, por ende, participativo. Debe ser ético, por ende, filosófico. Debe ser preclaro, por ende, basado en el conocimiento. Por todo eso, el poder político es la herramienta de impulso del desarrollo en la que uno debe aspirar entrar y salir con la frente limpia y en alto.
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Publicado el 25 de enero de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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