Una fábula de propaganda engañosa

La opinión de…

Irene H. de Velásquez 


Antes de que se aprobara la controvertida y manchada de sangre “Ley Chorizo”, en medio de las protestas y aprensiones de los grupos visionarios y pensantes de los distintos sectores de la sociedad civil, que anunciaban el desastre que traería consigo su aprobación, el Gobierno nacional sólo enviaba mensajes, no muy elaborados mucho menos convincentes, que defendían y vendían esta ley inconsulta, que mataba nueve pájaros de un solo tiro, como una ley que beneficiaría al país, pero más allá intentaba convencer con su propaganda que aquellos que se oponían a ella desconocían su verdadero contenido y que eran una minoría.

¿Pero a quién iba dirigida esta propaganda? Está claro que a todos aquellos que realmente no habían leído la ley, ni la iban a leer, es decir, la mayoría de la población. Esta propaganda –que no entraba en análisis, ni explicaciones sobre el contenido de la ley– buscaba calar, repitiendo como un papagayo, en lenguaje sencillo y con frases tales como “no tiene nada de malo”, que la ley no perjudicaba a nadie y que los grupos opositores buscaban confundir y desestabilizar el país.   Mientras tanto, el gobierno ganaba tiempo y terreno.

Siendo yo de la minoría que sí había leído la ley, empecé a sentirme insultada y humillada, al ver cómo nos trataban de manipular como a niños pequeños sin malicia. Para la gran mayoría, aún no estaba claro el evidente autoritarismo del gobierno al introducir esta ley sin la debida participación ciudadana, ni los macabros fines detrás de ella, ya que todavía se creían el cuento de hadas titulado “Ahora le toca al pueblo”.

Una vez aprobada la ley, por encima de todo clamor popular, el señor Presidente dice que la va a revisar –es decir, darle un caramelito a algunos niños malcriados que aún lloraban por su teté y de paso reiterar a la primera dama lo buen esposo que es– para así nuevamente insultar el intelecto de los ciudadanos versados diciendo que no le encontró nada malo.

Mientras tanto, en Changuinola, los ngäbe buglé pedían a gritos ser escuchados, sin embargo, eran ignorados. Una nueva propaganda buscaría convencer que ellos no sabían por qué protestaban. Esto lo que hizo fue encender la chispa que los enardecería hasta el punto de encontrar la ceguera y hasta la muerte de manos de las botas amparadas por la ley. No conforme con asesinar, este gobierno lanza una nueva propaganda a través del ministro “con más tacto” de todo el gabinete. Este se refiere a los indígenas como “indios” –utilizando este término como sinónimo de ignorancia– y además ofende su dignidad, diciendo que habían sido utilizados como “carne de cañón”.

¿Cómo el poder puede desensibilizar al punto de no sentir remordimiento alguno por los hombres que no volverán a ver la luz del día, ya sea por la ceguera o porque sus ojos han sido cerrados para siempre?

Hoy al abrir el diario La Prensa veo un artículo que habla sobre la próxima apertura de una cantera de piedra en Veracruz por parte del Gobierno. Este es apenas el primer síntoma del cáncer ecológico que sabíamos venía incubándose dentro de la Ley 30. El daño al ambiente que cometerá este Gobierno respaldado por la “Ley Chorizo” no tendrá límites.   Esta cantera simplemente se etiquetará como “de interés social”, ya que la piedra extraída será supuestamente para las obras del Estado, por lo tanto no requerirá un estudio de impacto ambiental.

El loco no está nada de loco, lo que sí es cierto es que es de temer. Su plan está bien estructurado y sabe bien hacia dónde se dirige. Quedó demostrado que con la Ley 30 los obstáculos a su paso podrán ser fácil y legalmente removidos –llámense árboles o seres humanos–.

“La propaganda consiste en el lanzamiento de una serie de mensajes que busca influir en el sistema de valores del ciudadano y en su conducta. Es una forma intencional y sistemática de persuasión con fines ideológicos, políticos o comerciales, con el intento de influir en las emociones, actitudes, opiniones y acciones de los grupos de destinatarios específicos a través de la transmisión controlada de información parcial a través de los medios de comunicación masiva y directa”.

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Este artículo se publicó el 24 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que a la autora,  todo el crédito que les corresponde.