¿Nuestro sistema político estará obsoleto?

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La opinión de….

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Geovanni del Carmen Morales

Desde sus inicios, la necesidad de organización de la sociedad ha hecho que ésta busque distintas formas o métodos que le permitan, de manera efectiva, solucionar sus complejos problemas. De esta búsqueda es que han surgido los diversos sistemas políticos que existen hoy día: el socialismo, la democracia, el comunismo, etc.

Todos estos sistemas, de alguna manera, se han visto en la necesidad de evolucionar. ¿Por qué? Porque el hombre cambia, sus necesidades cambian, su pensamiento cambia, por ende, la manera de concebir las soluciones de los problemas debe cambiar también.

En su momento, nuestra recién nacida Panamá optó por el sistema democrático. Y así ha quedado consagrado en nuestra Carta Magna.   En sus artículos 1 y 2 se establece que somos un Estado soberano, independiente, que nuestro gobierno es unitario, republicano, democrático y soberano; que, además, el poder público lo ejerce el Estado a través de los Órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y que sus ejecuciones deben ser separadas, pero armónicas. Estas, básicamente, son nuestras estructuras.

Pero, hay un elemento que cambia en el tiempo, las personas que se habilitan para cumplir con las responsabilidades de dirigir.  Como ciudadanos ya llevamos tiempo escogiendo diferentes actores, ¿y saben qué? Seguimos patinando en lo mismo. Seguimos año tras año, elección tras elección, viendo que los problemas de siempre siguen sin encontrar una real solución. ¿Será que estos problemas están concebidos de manera que no exista una mente suficientemente creativa que los pueda, sino eliminar, llevarlos a su mínima expresión? ¿O será que el enfoque de los llamados a resolverlos no sirve?

Transporte, salud, educación, economía, son problemas de la sociedad, no son coyunturales ni de un partido político. ¿Somos incapaces de ver esto? ¿Será que el tamaño de nuestros egos nos nubla el entendimiento y no nos permite ver la verdadera esencia de las cosas para lograr resolverlas?

En esta última elección de gobierno, creo que por primera vez el panameño eligió pensando, que tal vez el hecho de que eran nuevas figuras traería a la realidad lo que una vez prometieron. Han pasado seis meses. Poco tiempo en verdad, pero el suficiente para ver estilos y enfoques. Conclusión: más de lo mismo.

Cambios esperados como: menos pugnas por espacios políticos, una real intención de mejorar nuestra calidad de vida (tenemos nuevos impuestos a la vista), acciones reales para el mejoramiento de nuestra administración de justicia (transparencia en la selección de los nuevos magistrados, dotación de recursos a las instituciones judiciales, etc., etc.) no forman parte de la agenda en esta vuelta.

No, no está a la vista un verdadero cambio de actitud de las autoridades recién escogidas. En psicología, la conducta de una persona, más que sus palabras, revela sus verdaderos pensamientos, sus propósitos, sus ideas, hasta su finalidad.

Entonces, ¿será que nuestro sistema político escogido, la democracia, no nos funciona? No creo que esa sea la razón de nuestro atraso. Más bien creo en que el problema lo seguimos teniendo nosotros, los electores, que seguimos creyendo en palabras que se convierten en huecas cuando no hay nada que las sustenten.

¿Por qué no cambiar nosotros nuestro método? ¿Por qué no evolucionamos nosotros en la forma de escoger a esos que se lanzan a dirigir nuestro presente y futuro? Nos queda distinguir entre los que dicen que conocen y entienden y no es cierto, de aquellos que sí son genuinos y sinceros.

¿Por qué no empezamos a ver si el que se anima a trabajar por los panameños muestra algo de sabiduría y predica con el ejemplo? ¿Dónde su vida y su andar es reflejo de lo que promulga? ¿Por qué no nos hacemos más críticos y exigentes?

Que aquel que diga que sabe como se hacen las nos demuestra el cómo, y, así, por lo menos al momento de elegir, contar con elementos concretos en los cuales basar nuestras decisiones.

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Publicado el  19 de diciembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a  quien  damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.

Volvamos a las aulas…

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Volvamos a las aulas…

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Geovanni del Carmen Morales
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Nuestro sistema educativo está por colapsar, si es que no lo ha hecho ya. Revivirlo involucra mucho más que el solo hecho de volver en el tiempo, tomar lo que había de bueno y traerlo al presente.

Revivirlo implica reinventarlo, asegurándonos esta vez que no nos fallará más. ¿Cómo se logra eso? Haciéndolo inteligente y que pueda aprender a hacer los ajustes que se necesiten. Un sistema es inteligente y eficaz cuando nos permite realizar una evaluación continua sin mayores traumas porque contiene aspectos que pueden ser medidos a través del tiempo, y según los resultados, incorporar las mejores prácticas para el logro de los objetivos. Debe ser flexible, maduro y, además, debe tener ubicado cada uno de sus componentes en su respectivo lugar según su importancia.

En tiempos pasados, cuando nuestro sistema educativo respondía, hasta cierto punto, a las exigencias sociales, presentaba ciertos factores que aportaban mucho al proceso enseñanza-aprendizaje, me imagino que es por eso que se quiere una vuelta a las aulas de antes. Uno de ellos, pienso, es que el educador era una persona motivada, que contagiaba a sus alumnos, incluso a los padres. Pero hoy, la realidad es otra.

La masa estudiantil se ha multiplicado, el salario ya no alcanza para las necesidades básicas, la calidad de vida se ha desmejorado de manera importante, etc… Entonces, ¿cómo puede un docente nuestro mostrar aquella dedicación, aquel compromiso cuando el tiempo y los recursos con los que cuenta no son suficientes? Y ni comentar acerca del apoyo o el interés de quienes poseen la ventaja de poder tomar decisiones que lo impacten. Según el marco legal establecido por la Ley Orgánica de Educación 47 del 1946, modificada en 1995, uno de los objetivos que debe alcanzar el docente es el siguiente: “desarrollar una actitud investigadora de su propia práctica sustentada en la autoevaluación y en la superación permanente”.

¿Es un chiste no? Un docente que tiene familia, que tiene que trabajar en dos lugares para que el dinero le alcance, que se levanta de madrugada y regresa tarde a su hogar, debe “sacar” el tiempo para mantenerse al día él solito?

Antes de establecer el currículum del docente ideal, seamos serios y revisemos las fallas que el sistema tiene. Un educador con una autoestima alta, orgulloso de lo que hace, creyendo en lo que hace, sintiéndose apoyado, valorado, ese sí me parece un objetivo realista y alcanzable.

Hablemos del otro protagonista de esta historia. Hablemos de los estudiantes. Ellos son primero hijos; es decir, la primera influencia que reciben es en el hogar y esto tiene un peso muy grande en el sistema educativo, pero por razones obvias y complejas, este factor no lo abordaré en mis comentarios. Los chicos y chicas que vienen creciendo están por heredar un mundo que los adultos no terminamos por definir. Por un lado está la violencia, el consumismo que ha llegado a crear identidades ficticias (eres lo que tienes), los vicios, las pandillas, etc., son factores que no podemos ignorar, que son parte de la realidad del joven de hoy e influyen en su educación.

¿Tiene nuestro actual sistema educativo maneras de conocer el terreno que pisa? ¿Sabe cómo piensa el joven? ¿Cuáles son sus intereses? ¿Qué los motiva? ¿Cuáles son sus expectativas?

Nace, entonces, la pregunta del millón… ¿tener esta información es realmente importante? Para mí la respuesta contundente es “sí”.

¿Cuántos de nosotros hemos “entrado” al mundo de los jóvenes de hoy día? ¿Lo han hecho las autoridades con seriedad? ¿Los entendemos? O solo nos limitamos a criticar algo que en verdad no conocemos

El nuevo sistema educativo necesita “atrapar” al joven, comprender sus motivaciones y ayudarles a salir adelante.

Nuestra mirada, por décadas, ha estado dirigida hacia el crecimiento de Panamá desde el punto de vista comercial. Estamos tratando de compensar la deficiencia que produjo nuestra falta de visión.

¿Dónde radica realmente la base de nuestro futuro? En las nuevas generaciones por supuesto. Es esperanzador observar a una ministra de Educación dispuesta a buscar mejores días para nuestros chicos, a través de la educación. Pero, la transformación no puede darse sin la participación de los protagonistas: los docentes, los estudiantes, las autoridades y la familia.

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Publicado el 31 de julio de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Un toque de pragmatismo no hace daño

Un toque de pragmatismo no hace daño
Geovanni del Carmen Morales

El pragmatismo nació como filosofía independiente en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Tuvo como padres a Charles Sanders Peirce, científico, filósofo y humanista, una de las figuras más relevantes del pensamiento norteamericano; y a William James, filósofo y psicólogo americano. Los detalles que se manejan en esta nueva proyección del pensamiento y sus efectos son profundos, pero, llevándolos a un lenguaje sencillo y sucinto podemos decir que esta corriente tiene como fin que nosotros valoremos los métodos según los logros que obtenemos con ellos. En otras palabras, un método es válido y funcional cuando, a través de su uso, conseguimos lo que queremos.

La palabra pragmatismo viene del vocablo griego pragma que significa acción. El pragmatismo se basa en el concepto utilidad, impulsa el uso de la inteligencia, nos lleva a ser prácticos, desapegados, a evaluar las viejas costumbres, verificar lo que aún funciona o lo que ya debe iniciar un proceso de evolución. Todo ello sin entrar en conflicto con valores éticos y morales.

Los pragmáticos sostienen que aquello que debe ser considerado como una verdad, lo es, porque contribuye al mayor bienestar del ser humano en el largo plazo. Bien, teniendo esto en mente, hagamos un alto y démosle un vistazo a nuestro mundo. Sin lugar a dudas los sistemas utilizados hasta ahora podríamos decir que han colapsado o necesitan, urgentemente, una reinvención o renovación.

Pareciera que el mundo de las ideologías ha quedado atrás. Lo que antes era efectivo bajo visiones de izquierda, centro, derecha, etc., ya no aplica. Cada día la humanidad nos muestra uno o varios problemas nuevos, adicionándolos a los ya existentes. Estamos desbordados. El tratar de silenciarlos, minimizarlos, postergarlos, enmascararlos ya no funciona.

Este inicio del siglo XXI, definitivamente, pasará a la historia como el tiempo en que las estructuras de la humanidad se estremecieron. Los sistemas educativos, de salud, económicos, seguridad están al borde del descontrol; se ha incrementado la violencia, la crisis alimentaria, los genocidios, los serios problemas climatológicos, de población, políticos … para qué seguir enumerándolos, son muchos y en todas las regiones. Nunca habíamos tenido un mundo tan heterogéneo y reclamando con tanta fuerza.

¿Es posible pensar que los métodos están funcionando? Parece que ya no. La sociedad se ha vuelto exigente, quiere respuestas rápidas y efectivas a los problemas; no entiende el porqué se dilatan las soluciones, aunque los problemas sean complejos. La humanidad está despertando a sus derechos. Dura tarea para los gobiernos que no se han preparado y aún no han dado el “salto cuántico” que demandan estas exigencias.

Panamá no escapa a ello, está en el mismo barco. Tenemos problemas serios. ¿Ejemplos?, sistema de transporte, educación, salud, etc, etc. Ante esto no se me ocurre mejor momento que el actual para cederle el control a aquel método que utilice la inteligencia, el sentido común, lo práctico, lo funcional para que atienda estas exigencias y todas las demás. Debemos ser serios, responsables, tanto en lo pequeño (familia, individuo), como en lo grande (gobierno, autoridades). En lo que nos afecta como país, a partir del 1 de julio se suma un nuevo elemento; vamos a cambiar de dirección o más bien, de dirigentes, en medio de una tormenta.

Ellos se encontrarán con todos estos viejos problemas y vendrán nuevos. Me imagino que no tendrán muchas alternativas y se verán casi obligados a adoptar nuevas políticas, nuevos esquemas de trabajo, tendrán que ser capaces de innovar en casi todas las áreas. Requerirán una gran dosis de inteligencia y creatividad porque, como mencioné, la vieja forma de hacer y ver las cosas, prácticamente, colapsó. Definitivamente, ha llegado el momento de la “renovación de nuestras mentes”. El detalle es que este nuevo gobierno prometió resolver casi todos o todos los problemas que afectan a nuestra sociedad en su conjunto. Las expectativas son altísimas y tendrán que satisfacerlas, si no quieren ser juzgados por la historia como incapaces y mentirosos. ¡Vaya reto!

Pero, también, cada uno de nosotros puede contribuir con el mejoramiento que tanto anhelamos. Podemos hacer un alto, con la mayor objetividad y sinceridad, y evaluar si nuestra “filosofía de vida” nos funciona. Si lo que estamos haciendo aporta a nuestra vida de forma benéfica, positiva, contribuyendo a nuestros logros.

Si nuestra conclusión es un rotundo “no” entonces, de manera valiente y decidida, generar los cambios que sean necesarios para nuestro bien, cambiar la ruta, empezar a hacer las cosas de manera diferente, abrir nuestras mentes, ver en qué nos podemos estar comportando de forma caprichosa, terca o si en realidad enmascaramos un miedo a lo desconocido. Nada, absolutamente nada, nos impide ser inteligentes y sabios con nosotros mismos. La transformación nos conviene, pues un toque de pragmatismo no hace daño.

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Publicado el 18 de junio de 2009 en el diario La Prensa

Un Estado gobernado por asesores

Un Estado gobernado por asesores
Geovanni del Carmen Morales
Ante los resultados obtenidos el pasado 3 de mayo, los panameños hemos dado un salto y espero que con un buen paracaídas.

Durante la campaña presidencial, el Sr. Martinelli y su equipo vendieron la idea de que ellos significaban el cambio y más vale que sea para bien.

Bueno, por lo que he visto hasta el momento con respecto a la filosofía Martinelli y su aplicación del cambio, tengo que admitir que tendré que trabajar mucho en mi autoconvencimiento de que, efectivamente, el bien que nos puede traer esta nueva administración está oculto en algún lugar.

La primera muestra del cambio la vemos en los requerimientos aplicados en la formación de su equipo de trabajo (Gabinete, instituciones, etc.).

Salvo muy honrosas excepciones (mínimas por cierto), reina la poca o ninguna experiencia o conocimiento en cómo se administra un Estado. Será esto una ventaja? Pienso, honestamente, que no.

En Panamá, con un crecimiento económico envidiable en los últimos años, que deberíamos proteger y fortalecer, y ante una crisis financiera mundial que aún no conocemos su alcance, no se le debería dar oportunidad a la improvisación. No hay tiempo para entrenamientos.

Soy consciente de que todos los panameños merecemos la oportunidad de aprender, merecemos la oportunidad de adquirir experiencias, pero hay áreas en las que no podemos darnos esos lujos. Una de ellas es comandar la nave de un Estado, hay muchas responsabilidades y vidas en juego.

A mí, personalmente, me parece irresponsable el hecho de que ante semejantes circunstancias nunca antes vividas en el mundo, se haya apostado a la inexperiencia, al desconocimiento sin medir sus consecuencias.

No dudo que los hoy designados tengan excelentes credenciales de éxitos en las áreas donde se han desenvuelto durante años, los felicito por ello, pero eso no justifica que aquél que se convertirá en el Presidente de todos los panameños el próximo 1 de julio no haya tenido en cuenta todos los factores involucrados al momento de seleccionarlos.

¿Por qué es importante la experiencia? ¿Por qué es importante el conocimiento? Son importantes porque permiten tener base para discernir, para analizar los acontecimientos, los hechos y, entonces, tomar la mejor decisión.

Ante este panorama de neófitos al mando, solo nos queda, como única esperanza, el deseo de que durante la asignación de los asesores, haya no uno, sino muchos momentos de iluminación, grandes destellos de sabiduría en las mentes y que los seleccionados sean los que tengan como norte, la visión correcta para lograr “que un mejor Panamá llegue a todos los panameños”.

Mientras esto ocurre (espero no estar pidiendo por un milagro), creo que en algunos casos se han tomado iniciativas donde vislumbro que puede haber algo de claridad y lucidez.

¿Por ejemplo?

Después que nos aseguraron durante muchísimos meses que absolutamente todo lo realizado por el gobierno que está por salir era un desastre, resulta ser que no hay tal desastre. Que hay actividades muy bien encaminadas y a las que se les dará continuidad (no quiero pensar que se toma esa decisión por falta de creatividad).

Bien… de ser así, nosotros los panameños estaríamos viendo algo de prudencia después de todo.

Publicado el 26 de mayo de 2009 en el diario La Prensa