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Pandillas: responsabilidad de todos (as)
Las pandillas, fenómeno social y cultural, impiden o dificultan el desarrollo normal de un grupo significativo de jóvenes, pertenecientes a familias humildes, con déficit educacional y poca o ninguna posibilidad por falta de oportunidades, para mejorar su estatus de vida.
Generalmente a muy poca edad, se comienza a frecuentar las pandillas, haciéndose miembro a los 13 y a los 15, son expertos vendedores de drogas, algunos han sido arrestados, poseen arma, y su filosofía: “es mejor estar detrás del gatillo“.
Las pandillas generan actitud de miedo e incertidumbre, asociándoseles con cultura del crimen, anarquía, sexo, música estridente, vestimenta estrafalaria, robo, drogas, actitudes extremas, mensajes de muerte, rituales de ataque y venganza, sentido de la vida centrado en la violencia, con nombres que las identifican, código y concepto de justicia propio y demarcación de territorio.
Estos jóvenes tienen dificultad en manejar los sentimientos e impulsos. Predomina en ellos el enojo, aburrimiento, actitud defensiva, resentimientos contra la autoridad, sin remordimientos, metas, no son intimidados por la autoridad, no admiten culpa ni responsabilidad, ven a la violencia como medio para llegar a un fin, se consideran decentes y justifican sus acciones.
Buscan: reconocimiento, aventuras, respeto, atención, sentirse útiles, seguridad y protección, beneficios financieros, compañerismo, sentido de familia, pertenencia, aumentar su auto-estima y poder, entre otras necesidades insatisfechas.
¿Nos sorprende esto?, pues también son las aspiraciones de cualquier adolescente de estratos sociales privilegiados, donde las condiciones de vida y los estilos de vida saludables a los que son expuestos desde la infancia son completamente diferentes, con todas las necesidades básicas resueltas y un futuro exitoso y provisorio.
Pertenecen sí, a una clase social que margina, rechaza y estigmatiza a los humildes y más necesitados, en un país donde los pobres se hacen cada vez más pobres, los ricos más ricos, la clase media en vía de extinción y la baja es menospreciada.
En los barrios marginados vemos a niños (as) de muy poca edad, identificándose, formando alianzas, hambrientos, descalzos, harapientos, con ausencia de figuras significativas que les inculquen un adecuado código de valores y les provea lo básico, en ardua lucha por su mísera existencia, observando como a pocos pasos sobra, se desecha y derrocha todo lo que para ellos (as) es un lujo inalcanzable, convirtiéndose así en pandilleros en potencia.
Por esto no se romperá el Poder de las Pandillas sin : equiparar las brechas sociales, facilitar la movilidad social a través de la educación en equiparación de oportunidades, desprendimiento y justicia social, revitalización de los barrios, prevención del crimen, vigilancia comunal, Políticas de Estado, escuelas para padres, resocialización, inserción laboral… como responsabilidad de todos (as).
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Publicado el 5 de noviembre de 2009 en el diario El Panamá América, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.
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