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La opinión de…
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Mario Velásquez Chizmar –
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Un año más, y Panamá aún no se gradúa en términos de desarrollo. Aumenta su población, fundamentales índices económicos mejoran, rascacielos decoran su capital, pero la pestilencia de la bahía, la basura acumulada, escuelas derruidas, diversidad de escudos, contrataciones directas, envenenamiento estatal, diablos rojos y falsos profetas, mantienen un alto nivel de crecimiento vegetativo.
En esencia, los problemas de hace 30 años, versiones modernas, siguen frenando nuestra evolución. Campea la confusión entre hacer negocio y hacer patria. Volvió un gobierno de, por y para la minoría. Los bocatoreños ya experimentaron que la policía retornó a su papel de protección de un sector minoritario de esta sociedad y que el Gobierno renunció a su misión natural de convencer. La incredulidad se generaliza. Pero la esperanza no ha muerto. Sembrar con oportunidad y cultivar con sensatez, permitirá cosechar con éxito.
La enorme decepción popular generada por el fraude del cambio, traslada al PRD una mayor y vital responsabilidad social en lo que respecta a su rol de oposición y su obligación histórica de guiar a este pueblo por senderos seguros e irreversibles de liberación social y crecimiento cualitativo y generalizado. Es dañino para el presente y el futuro, distraerse con el pasado, pero el PRD es el único colectivo político con tradición de levantar la dignidad nacional en aras de un crecimiento socio-económico real que extienda sus beneficios sobre el conjunto de la sociedad, posibilitando así que este pequeño país se “agigante” en el planeta y sus habitantes lo amen de todo corazón.
Las acciones deben sustituir las palabras. Los políticos deben entrenarse más para el diálogo que para el discurso. La verdad, aunque dolorosa, debe primar sobre las encantadoras promesas. Al final el pueblo lo agradecerá. Pero un PRD dividido no podrá ganarse el cariño popular. Una labor combativa, permanente y firme contra los exabruptos, sobresaltos y maniobras del Gobierno, será sepultada por la atomización del partido, que no se puede disimular.
En el PRD estamos obligados a fortalecer un equipo, para recuperar el poder y gobernar a favor de las grandes mayorías y por un Panamá pujante e imbatible. La actuación independiente de los precandidatos en el ámbito nacional, trasciende la existencia de democracia interna y proyecta una imagen de escabroso hervidero de pasiones, como si las primarias requirieran del voto nacional y no exclusivamente de los votos de los perredistas.
La polémica debe dirigirse a las bases del PRD, a fomentar la consolidación del equipo ganador, a mostrar alternativas y figuras nuevas y sin techo de vidrio, a convencernos de que conocen la línea, que la entienden, que están comprometidos con ella, que usarán las luces largas para llegar a la meta y las bajas para no tropezar con los obstáculos inmediatos, que la razón guiará el ejercicio de su autoridad para ganarse el respeto de los subordinados, que anhelan un partido popular y no elitista, ni sucursal del Club Unión, ni de La Cáscara, que quieren solo un PRD haciendo oposición y gobernar para hacer patria.
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<> Este artículo se publicó el 15 de diciembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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