La opinión de…
–
Alma Montenegro de Fletcher –
Eduardo Galeano, el laureado escritor uruguayo, ha dicho que hoy en día la gente ya no respeta nada. Afirma que antes poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley. Agrega que la corrupción campea en la vida americana de nuestros días y, en donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas, reflexiona el autor de Las Venas Abiertas de América Latina.
En nuestro país observamos cómo la corrupción se presenta como si fuera un valor en sí misma. Pasamos rápidamente de lo que debe ser a lo que, gracias al maquillaje de algunas leyes, aparece como agraciada con un nuevo rostro, convenientemente legitimada, aunque aberrante y absurda. Solamente debemos recordar el más escandaloso caso del fallo contra la ex procuradora Gómez. Todo se ha confundido, porque la corrupción aporta un nuevo lenguaje.
Damos ejemplos. A la sociedad civil se la define rápidamente como insurgente. A los movimientos reivindicativos de los obreros se los califica como acciones desesperadas de delincuentes. Las personas con criterios razonables independientes, pero divergentes, pasan a ser resentidos sociales. A los tránsfugas de los partidos se los trata como ciudadanos decentes o heroicos. Se avala la traición, la deslealtad. Se descalifica la decencia, los principios morales y éticos.
Ahora bien, lo preocupante es que el espectador desprevenido y vulnerable asume esta escala de valores. A través de ésta aplaude, sin tener conciencia del fenómeno que tiene ante sus ojos y otros se “enconchan” en sí mismos, esperando que pase el “chaparrón” de lo insólito e increíble.
Este fenómeno abrumador, que crece por segundos en nuestro medio, tiene repercusiones preocupantes. Siento un amargo sabor de rendición, de ya no hay nada que hacer. Es un sentimiento frustrante, ante el abuso constante de ese poder que en Panamá se está institucionalizando, casi como una plaga natural de comportamiento social.
Un reconocido politólogo decía que el poder es cuando un individuo se aprovecha de un orden colectivo para un beneficio privado y que la corrupción no es un hecho ingenuo ni aislado sino algo organizado adentro y afuera. Yo añadiría que también es un régimen de presión, porque la corrupción es un abuso que violenta la conciencia, la seguridad individual y social y que fragmenta a la sociedad, que se siente vulnerable y confundida.
Surgen preguntas, ¿hacia dónde vamos? ¿Qué nos depara el futuro? … y no solo se piensa en las próximas elecciones. Ahora bien, los poderes organizados para corromper, aislar y producir desasosiego no son invencibles, es la sociedad unida y fortalecida por convicciones morales, éticas y sociales la que tiene que evitar que este tsunami de corruptelas amenace con destruirnos. Creo que tenemos la suficiente capacidad para hacerlo y que la mayoría de nuestra población puede proponer y construir y así perdurar la sociedad que siempre hemos soñado.
Ha habido jornadas en este país en que colectivamente se ha elevado la dignidad de la patria sobre otros intereses y para ello es necesario que nos alimentemos de nuestra propia sustancia de la más íntima, comenzando por preferir siempre la verdad, la decencia y la ética, esto solo es casi un acto revolucionario como ha dicho un pensador.
No seamos espectadores amargados y frustrados, sino ciudadanos y ciudadanas convencidos de nuestro papel transformador en este país al cual amamos y respetamos.
<> Este artículo se publicó el 30 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
Filed under: Fletcher Alma Montenegro de | Tagged: Corrupción, Decencia, Dignidad humana, Etica, La verdad, Poder, Sociedad | Leave a comment »