La opinión del Ingeniero y Ex Ministro de Estado…
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Alfredo Arias G. –
El puente sobre el río Chiriquí Viejo, en Volcán, pudiera derrumbarse, y si esto ocurriese el perjuicio económico sería incalculable. Por allí se transporta la producción agrícola de Renacimiento y Volcán, legumbres, plátano, café, leche y ganado vacuno, entre otros productos.
Es mucho más rentable evitar la catástrofe que reconstruir un puente de 107 de metros de longitud, ello sin valorar el tiempo perdido. Hay que adoptar medidas urgentes para proteger la estructura, y las mismas deben ir acompañadas de un estudio serio y profesional.
En noviembre de 2008, durante una crecida extraordinaria del río, la base columnar de uno de los apoyos del puente (estribos), que descansa en una fundación sobre el lecho de cascajo (material compuesto por piedra de casto rodado, arena y arcilla) fue afectada.
La fuerza de la corriente junto con las moles de roca, de más de 10 toneladas, chocaban contra dicho apoyo, ocasionando socavaciones y oscilaciones cual si fueran producto de un impacto telúrico.
Durante esta crecida, el cauce del río cambió y, en vez de correr en el tramo central, entre los dos apoyos columnares, se desvió entre uno de esos apoyos y otro que colinda con la carretera, socavando y destruyendo la protección del mismo que en ingeniería de puentes y obras hidráulicas se conoce como zampeado.
Reporté este problema al Ministerio de Obras Públicas (MOP) y lo que hicieron fue invertir cientos y cientos de miles de balboas para tratar de enderezar el cauce. Desconozco las razones que motivaron a la entidad a realizar primero una gran limpieza y profundización del cauce, aguas abajo.
Pero después de más de un mes lo que se ha hecho en el sector de arriba es producir una canalón central de aproximadamente 10 metros de ancho, deforestar y desproteger una colina que resguarda otros estribos, además de hacer un bajadero para tractores al lado de ese mismo estribo que aún no ha causa afectaciones, pero podría provocar que el río rompa por este punto. El colega ingeniero y ministro del ramo pudo darse cuenta, por una foto que le envié meses atrás, de cuán afectados quedaron la pilastra y estribos.
El trabajo hecho hasta la fecha por los contratistas es deficiente, pienso que no fue planificado ni supervisado, pues con las lluvias de agosto (normales para esta época del año) el río volvió a desviarse parcialmente del cauce central, retomado el curso anterior. Hay que adoptar medidas urgentes y enviar al sitio a personal competente y capaz para corregir el entuerto antes de octubre y noviembre cuando aumenta la precipitación de las aguas, lo que puede dar lugar a crecientes extraordinarias.
¿Pero qué se hace si los pelaos creen saber más que los viejos? No me alienta nada personal contra el MOP, pero como mi deber ciudadano, creo que debo llamar la atención cuando las cosas se hacen mal o cuando al encargado en la provincia se le pasan por alto las anomalías, las ignora o quizás no se le ocurre ninguna solución. Se debiera contar con mejores supervisores.
La carretera Volcán–Caizán entra en la categoría de camino de producción, tráfico liviano y poca intensidad. Tiene un sello asfáltico de apenas una pulgada de espesor y se construyó cuando yo era ministro de Obras Públicas, pero está en total deterioro por la falta de un debido mantenimiento. Hay cráteres a cada cien metros, es peligrosa, angosta y con infinidad de curvas, pues con la construcción de cuatro hidroeléctricas en la ruta el tráfico pesado y sobredimensionado se intensificó. Hay un flujo constante, noche y día, de camiones articulados llenos de cemento, piedra, arena, acero, equipo de construcción y otros; todos llevan exceso de carga, porque no existen los controles de pesas y dimensiones. Esta sobrecarga es la que destruye la capa base y la pequeña película de asfalto, ocasionando la proliferación de huecos.
Con miras a paliar el mal causado, el MOP dio el visto bueno para que a uno de los constructores de las represas se le permitiera reparar ciertos tramos con parches de cemento, en Caizán Centro. Craso error. Los pavimentos flexibles como los de asfalto no se compaginan en su comportamiento con los pavimentos rígidos como los de hormigón.
En países no dicharacheros como el nuestro existe un impuesto de rodadura que es, precisamente, para hacer frente a las reparaciones que demande la red vial. Alguien debe por ahora costear las erogaciones necesarias para reparar la vía, y me parece justo e indicado que las empresas dueñas de las represas le hagan frente a dichos gastos.
Los perjudicados directamente son los hijos predilectos del señor Presidente, “el pueblo” humilde que transporta su poquito de maíz, frijoles, plátanos y que, además, lleva en busitos colegiales a sus hijos que asisten a los centros escolares. Ellos no son dueños de camiones ni de equipo pesado.
¡Que Dios ilumine a quienes nos gobiernan!
<> Artículo publicado el 11 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde
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