Explotación minera, la experiencia chilena

La opinión de…..

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Marco A. Cantoral


Hace tres años tuve la oportunidad de visitar la mina de cobre Chuquicamata, ubicada en Calama, al norte de Chile.   Me impresionó su enorme tamaño, porque es una mina a cielo abierto y, además, es la más grande del mundo; pero no es la de mayor producción, este honor lo tiene la mina Escondida.

Como es una mina situada en un área montañosa, prácticamente se tuvo que crear una ciudad para los trabajadores y sus familias, con casas, centros comerciales, clínicas y escuelas; en fin, con todo lo necesario para una ciudad. Pero a lo que voy es que fue tanta la excavación a cielo abierto, que llegó un momento en que ya no había lugar para poner los desechos (rocas, arena y cuanto material inservible quedaba producto de la explotación), por lo que tuvieron que mudar la ciudad.

Tuve la oportunidad de ver cómo las primeras viviendas quedaban sepultadas, porque a falta de espacio, y a medida que se trasladaba a las familias, así mismo ocupaban ese espacio de las casas con los desperdicios.

También pude ver, desde lejos, la mina Spence, que en esa fecha estaba por iniciar operaciones, pero lo que me llamó la atención fue la enorme cantidad de desperdicios acumulados, a pesar de que todavía no se iniciaban las operaciones. Me dijeron que primero había que levantar la capa inicial del terreno –en ese caso como 10 metros de superficie a la redonda–, para después escarbar en forma circular del centro hacia afuera.

Piensen, mis queridos conciudadanos, si eso se tiene que hacer primero en Panamá, en Cerro Colorado la deforestación sería enorme; sin contar el espacio para ubicar los campamentos, la planta fundidora, las oficinas, las bodegas y el espacio necesario para depositar los desperdicios, primero del área verde y segundo de la remoción inicial de tierra para llegar al producto.

Petaquilla es un desorden de producción; lo que no le ha dicho al Gobierno es que van a necesitar más espacio para su basura y, lo que es peor, para trabajar con tantos reactivos químicos esas tinas que han creado no son lo suficientemente grandes.

Señores del Gobierno –y no digo de la Autoridad Nacional del Ambiente– no se dejen llevar por el entusiasmo y recapaciten, el daño será enorme e irreversible.

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Este artículo se publicó el  24  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.