Los deportes huérfanos

La opinión de…

Alfredo C. Henríquez 

Son llamados fármacos huérfanos aquellos medicamentos que se utilizan para enfermedades muy raras y que ocurren en una pequeña parte de la población.   Como no hay un mercado interesante, casi nadie se preocupa en invertir para investigar y producirlos.   Afortunadamente, los países desarrollados destinan parte de su presupuesto para estos fines.

Estamos ante la eventualidad de ser anfitriones de un evento deportivo importante: los Juegos Bolivarianos en 2013. Hasta ahora, en todos los países en los que estuve en calidad de competidor con el equipo de tiro olímpico, siempre hubo la consigna de invertir todo el dinero en la realización del evento para: “Convertir el cemento en oro”. De nada sirve ponerse como receptor, sino aprovechamos para desarrollar el deporte y cosechar medallas.

En los países en los que el deporte es llevado de una manera científica y seria, se intenta desarrollar aquellas disciplinas que no son populares, pero que dan la misma satisfacción en el medallero que un equipo de muchos participantes.

En múltiples ocasiones, se nos dijo: “lástima que Panamá no trajo selección femenina, se hubieran ganado por lo menos la de bronce, por regla”. “Lástima que no compitieron en tal cosa, el grupo participante era fácil de ganar”.

Aparte del basquetbol, béisbol y fútbol, que dan una medalla cada uno, tenemos decenas de medallas que pesan lo mismo, pero se dejan tiradas por falta de participación. Tenemos muchos valores nacionales y “nacionalizables” que dejamos perdidos por falta de contacto.

¿Sabía Ud. que cuatro de los mejores jugadores de waterpolo universitario en Estados Unidos podrían aspirar a la nacionalidad panameña por ley? ¿Sabemos cuántos valores ocultos hay en nuestras escuelas y no los entusiasmamos para despertar? ¿Cuántos deportes huérfanos hay en Panamá, esperando a un campeón bolivariano?

Aprovechando la magia de internet, podríamos recopilar datos de valores panameños en el extranjero, ya entrenados, que colaboraran en el desarrollo de todas estas disciplinas, en conjunto con nuestros fértiles valores locales. Con el patrocinio y la buena voluntad de algunas empresas, se podría desarrollar uno y cada uno de los deportes en los cuales no participamos nunca.

Recomiendo a las autoridades sentarse a discutir sobre todas las medallas a disputar en los próximos juegos (desde nacionales hasta olimpiadas), y trazar un plan de rescate y desarrollo de los deportes abandonados y de los deportistas que nacieron con el aura en el pecho, esperando solo a que les den la mano.

<> Este artículo se publicó el 24  de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

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Cuando el banano se pudre

La opinión de…

Alfredo Henríquez 


Vivimos en un país en el que históricamente la devaluación monetaria ha sido negada permanentemente por el gobierno. Las conquistas salariales y de entorno laboral no son aumentos reales sino burdos alcances para emparejar la inflación y el avance de la tecnología. Para conseguirlo, los empleados públicos solo han tenido un camino: huelga con negociación. Los acuerdos más inteligentes han previsto aumentos y mejoras escalonados para evitar la repetición de los hechos.

Tuve la grata experiencia de vivir un año de internado médico en Puerto Armuelles, donde conocí a fondo lo que puede ser el paraíso o el infierno verde, dependiendo de las circunstancias.

Los sindicatos bananeros siempre estuvieron al día en conseguir el más mínimo detalle para compensar las asperezas del trabajo: el acecho de las culebras, la dermatitis por chinche, la intoxicación con “Mocap”, el lipoma dorsal de los conchadores, el calor infernal y el entorno infinito invariable de “verde con verde alrededor de verde” que puede hacer perder la razón al que no esté acostumbrado. La empresa, por otro lado, se encargaba hasta de cambiar los focos quemados de las casas que proveía; dejaba cargas enteras de banano a merced del público si los barcos no llegaban a buscarlas puntualmente; los servicios médicos eran universales y de primera calidad.

Corría agosto de 1978 y los galenos estábamos envueltos en una huelga nacional reivindicando mejoras de todo tipo. Como el personal médico vivía en su mayoría en un pequeño barrio adjunto al hospital, nos reuníamos a diario para mantenernos al día de los acontecimientos. La atención clínica y quirúrgica de urgencias se mantenía las 24 horas con un servicio rotatorio de turnos. Sin embargo, la consulta externa y las incapacidades habían cesado.

Sin certificados de incapacidad no se podía dejar de trabajar en las fincas porque no se pagaba. Los tres días de incapacidad que el “miao de chinche” traía por decreto dejaron de expedirse. Esa dermatitis herpetiforme que dejaba el insecto al entrar en la bota, a veces era recibido con beneplácito e inclusive por invitación. El “Hermano Sindicato”, el “Compañero Sindicato”, el “Reivindicador Sindicato” comenzó a impacientarse. En lugar de darle apoyo a este grupo de trabajadores que luchaba por algo más que conquistas salariales ante una dictadura militar, recibió órdenes de presionar en contra.

Una noche recibimos la amenaza de que si no volvíamos al trabajo regular nos iban a incendiar las casas. Al día siguiente recibimos la visita urgente del director del sistema integrado de salud de Chiriquí, quien procedió a coordinar la evacuación de nuestras familias y de aquellos que no estuvieran prestando servicios en turnos. Varios y largos días se pasaron en David nuestros refugiados hasta que el fósforo sindicalista bananero se apagó con el final positivo de la huelga nacional.

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Este artículo se publicó el 8 de agosto de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Los ‘Cazamosquitos’ al ataque

La opinión de….

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Alfredo C. Henríquez

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Los ‘Cazamosquitos’ al ataque

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Corría el mes de julio de 1989, Panamá estaba bajo las amenazas del dengue hemorrágico y de las torturas del dictador.   Luego de ver un documental sobre la excelente labor de los niños guías (scouts) en Puerto Rico en la lucha contra el dengue, pensé en organizar grupos más amplios de escolares para el mismo trabajo.   Estaba de moda la película de los Cazafantasmas, así que el nombre de “Cazamosquitos” me pareció apropiado.

El primer grupo de éstos se constituyó con los niños de la Escuela Belisario Porras en San Francisco y luego con otro de la Escuela Puerto Rico, en Carrasquilla. Siendo coordinador del programa de salud escolar y médico pediatra en la policlínica Carlos N. Brin fue fácil conseguir la participación de los estudiantes.

Como uniforme inicial contamos con una camiseta blanca y un distintivo rojo con blanco que decía “Cazamosquitos autorizado” y contenía un Aedes aegypti dentro de un círculo con una diagonal indicando símbolo de “no hay paso”.   La consigna fue revisar todos los alrededores en busca de criaderos y su eliminación inmediata.   Luego, la misión se extendió a las casas y a la visita de sus vecinos, con otra etiqueta que rezaba:   “El mosquito asesino lo crían tú y tu vecino”.

Al año siguiente muchas juntas comunales adoptaron el movimiento de manera extraordinaria.   Tal fue fue el caso de la junta de Bella Vista, cuyos jóvenes emisarios casi voltearon mi casa.   Esto se repitió también en muchas escuelas del interior y la capital coadyuvando con la labor del Ministerio de Salud (Minsa) y contrarrestando la mala educación de nuestros adultos que arrojaban receptáculos diversos al medio ambiente.

El Aedes aegypti transmite el virus de dengue y de la fiebre amarilla. Es una especie diurna, con mayor actividad a media mañana y poco antes de oscurecer. Vive y deposita sus huevos en los alrededores e interior de las casas, en recipientes utilizados para el almacenamiento de agua y en jarrones, tarros, llantas viejas y otros objetos que hagan las veces de envase de agua. Su capacidad de vuelo es de aproximadamente 100 metros; aunque la hembra, si no encuentra un lugar adecuado para depositar sus huevos, alcanza un vuelo de hasta 3 kms., por lo que el mosquito que pica es el mismo que el vecino o nosotros hemos “criado”.

Los panameños estamos de nuevo bajo la misma amenaza.   La enfermedad es la misma, los desechos son los mismos y las víctimas seremos los mismos.   La letalidad para el dengue hemorrágico ha sido del 50% este año.  A diferencia de otras enfermedades, al enemigo lo podemos ver y destruir de una manera sencilla.   Eliminemos los criaderos y cambiemos nuestros hábitos.

Sería de gran valor que el Meduca y el Minsa se unieran a fin de forjar un caza-mosquitos vigilante en cada hogar panameño y que se dedique un día a la inspección masiva de casas y establecimientos a través del lema “¡Salud, vecino!” de manera que todos efectuemos la inspección amistosa y mutua de lo que puede representar el foco de nuestra desgracia.

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Publicado el 29 de septiembre de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Centavito panameño

Centavito panameño

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Alfredo C. Henríquez
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Sir Isaac Newton no pudo entrar a trabajar en el King´s College de Cambridge, por razones personales, y terminó trabajando en la Casa Real de Acuñación de la Moneda (Royal Mint) de 1696 hasta su muerte, en 1727.

En esa época no se habían inventado las botellas laborales, por lo que estando allí trabajó en sus múltiples teorías, no solamente en las de física con manzanas cayendo sino que en las de economía, con los precios subiendo.

Una de sus leyes, quien sabe menos conocida que la “quinta ley”, fue la de la moneda de bajo valor. Descubrió “don Chaco” que la retirada de circulación de una moneda de baja denominación trae consigo un alza inflacionaria inmediata.

Es por eso que Estados Unidos se mantiene fiel a su incómoda monedita y por lo que Panamá está mandando a producir una nueva serie pagando tres veces lo que representa su valor nominal, o sea, tres centavos por cada uno.

La ley de Newton explica ¿por qué invertimos tanto en una moneda que molesta y “ganamos tanto en las de 50 y 25 centavos?”.

Siguiendo la línea de barrera antiinflacionaria, debemos proteger el centavo y hacer cómoda su circulación.

En los almacenes y supermercados debería haber un platito visible con un mensaje: “tome el que necesite y deje el que le sobre”. Este centavo solidario panameño haría que las filas se trancaran menos por el famoso “¿tiene Ud. dos centavos?” y sería un pequeño ejercicio de fraternidad ciudadana, actitud sobre la cual los grandes países que admiramos se basan.

La próxima vez que vea a “urraquita” tirado en el piso, no lo mire con desprecio. Piense que gracias a él su vida no es mucho más cara.

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Publicado el 9 de agosto de 2009 en el diario La Prensa, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

La gripe y los ‘hábitos porcinos’

La gripe y los ‘hábitos porcinos’
Alfredo C. Henríquez
Estamos actualmente frente a una amenaza llamada “gripe porcina”, y si analizamos bien la situación su nombre guarda más relación con los hábitos de los que la adquirimos o transmitimos, que con su origen.

A diario lidiamos con personas que acuden con sus niños a la consulta. Observamos que muchos ya han abandonado las costumbres antihigiénicas que centenares de médicos y educadores de la salud combatimos, todo gracias a un ultramicroscópico virus.

Afortunadamente, el agua en Panamá es abundante y nuestro pueblo se caracteriza, frente a otros del mundo “civilizado”, por bañarse a diario y sentir repulsión por el mal olor. No obstante, descuidamos otros aspectos que no dejan huellas visibles.

Recuerdo haber visto por televisión la final de un jugo de béisbol profesional americano y, al cerrar, el lanzador (de fenotipo oriental), se quitó el guante, desplazó hacia un lado la nariz con un dedo y sopló, expulsando sus secreciones. Comenté: ¡oye pareciera de acá! Luego, anunciaron su nombre y ¡en efecto, era de los nuestros!

Es increíble cómo mi esposa puede reconocer a una panameña en el extranjero solo por la manera artística de pintarse las uñas, y yo, a través de ¡cómo soplarse!

Somos muy especiales.

El virus de la gripe A(H1N1) ha convertido a los besucones babosos tradicionales en discretos saludadores. Ya nadie le quita los zapatos al niño y los coloca en el escritorio del médico, como antiguamente. (Y eso que, sin éxito, nos pasamos durante años tratando de convencer a los acudientes a la policlínica de que los zapatos no caminan solos).

Ya cada vez menos, los niños andan con un pañuelo de tela en la mano, llevando y trayendo toda la flora bacteriana de la ciudad. Cada vez menos tenemos adultos tocando la suelas de los zapatos de su niño y luego limpiándose las manos en la ropa. Cada vez más tenemos personas acudiendo al lavamanos o portando soluciones higiénicas.

¿¡Hemos creado conciencia en un curso acelerado!?

Esperamos que esta moda sanitaria permanezca entre nosotros los panameños, de por vida, y podamos reconocernos dentro y fuera, como personas de hábitos especiales, tan elaborados como el fino arte de las uñas de nuestras mujeres.

Publicado el 26 de mayo de 2009 en el diario La prensa