De inundaciones y sequías

La opinión de…

 

Penny de Henríquez

Todos los países tienen cosas malas y buenas, y el nuestro también, pero como el ideal sería que todo fuera positivo, dedicamos este artículo a quienes justifican con argumentos insensatos esas malas acciones que no nos permiten mejorar. No es una crítica, sino un pequeño aporte con la intención de conseguir que cambien estas actitudes tan negativas.

Si contratamos a un carpintero o especialista para un trabajo, nos dará una cita con la fecha y hora exacta en la que asistirá, pero nunca llegará ni llamará excusándose.    Cuando usted trate de averiguar qué sucedió, le dirá que no pudo llegar porque como llovió mucho hubo una inundación y su calle estuvo cerrada por dos días.

Si cita a un grupo de personas para tratar un tema concerniente a todos, la mitad llegará tarde y el resto no asistirá, y la justificación será desde la misma inundación hasta un tranque o una sequía.

Mis temas casi siempre están inspirados en experiencias y esta vez no es diferente.   Hace poco se me dañó un aparato electrónico y llamé al sitio en donde lo compré para la consabida cita con el experto.   Antes de averiguar el tipo de aparato o qué avería tenía, lo primero que hicieron fue indicarme que tenía que ir a pagarles B/37.45 por la visita del técnico y después me darían la cita.

Me causó gran asombro que me pidieran un pago por adelantado por algo que aún no había recibido,   y lo que es peor,   sin tener la mínima seguridad de cumplimiento por parte de ellos.    Después de una ligera discusión tratando de imponer mi punto de vista, no me quedó más remedio que pagarles y esperar con los dedos cruzados, no sin antes vaticinar que no cumplirían.

Dicho y hecho: el día de la cita me llamaron para decirme que no podrían venir, ya no recuerdo si por la inundación o por la sequía, para el caso es lo mismo, pero todavía estoy esperando y, eso sí, mi dinero ya está en la cuenta bancaria de ellos generando intereses.

¿Por qué tenemos los clientes que guardar nuestro dinero en los negocios ajenos, si para eso están los bancos?

Algo parecido vi en un supermercado: una joven compraba embutidos y con cada uno que le entregaba el encargado, le preguntaba ¿eso es todo? Ella le decía no, deme tal cosa y él volvía, entregaba y preguntaba, ¿eso es todo?   Hasta que la joven le dijo disgustada, ¿usted está muy apurado? ¡Porque yo tengo todo el tiempo del mundo!

Si preguntamos en un almacén por la blusa de la vitrina, nos dirán con mala cara “uy, yo creo que eso se acabó”, o “sólo nos queda una”. (Yo en estos casos les digo “no quiero una docena, quiero una”).

Qué manía esa del negativismo y la mala atención, tan sencilla que es la cortesía que hace que el cliente vuelva una y otra vez y todos nos sintamos bien.

Recuerde que si el cliente antes buscaba las mejores marcas y los mejores precios, hoy exige además una atención con clase, porque nadie paga por sufrir.

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<> Este artículo se publicó el 14  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que a la autora, todo el crédito que les corresponde.
Más artículos de la autora  en: https://panaletras.wordpress.com/?cat=31998770

Uso de la Bandera Nacional

La opinión de….

PENNY  DE  HENRÍQUEZ
etiquetaymas@cableonda.net

En el mes de la patria, las oficinas gubernamentales, establecimientos comerciales y residencias son adornadas con los símbolos patrios, que oficialmente son la Bandera, el Escudo y el Himno Nacional, todos con un protocolo diferente que no se puede ignorar.

Según el diccionario, una bandera es una insignia de tela cuadrada o rectangular asegurada a un asta. Históricamente, se dice que servían como guía y punto de reunión de los batallones en la guerra. El significado actual es más específico: símbolo de la Patria y expresión de soberanía.

El estudio de las banderas se conoce como vexilología. La primera reglamentación sobre su uso se cree que fue hecha por Alfonso X, El Sabio.

Las partes de una bandera son: altura, ancho o envergadura, driza, galleta o sombrerete, campo, cantón y el mástil o asta.

Protocolo: Cuando es colocada en una ventana o balcón la posición debe ser horizontal o vertical, y debemos guiarnos por el primer cuartel o cantón, que es el blanco con la estrella azul, el más pegado al asta. En cualquiera de estas dos formas este primer cuartel debe ir en la parte superior, (arriba), del lado izquierdo del observador.

Debe ser izada después de las 6:00 a.m. No debe permanecer enarbolada después de las 6:00 p.m. ni mantenerse izada cuando está lloviendo.

El cordón que se utiliza para izarla se llama driza y debe ser blanco, tejido en trenza de 1/4 de pulgada de espesor. (Excepto en las banderas de dimensiones especiales).

La pieza que remata el asta se llama galleta o sombrerete.

No debe izarse al compás del Himno Nacional. Este se canta después de izar la Bandera. Si va a ubicarla junto a otras debe ir en el sitio de honor que es al centro del grupo.

Si va a hacer el Juramento a la Bandera de Ernestina Sucre Tapia, se hace después de izada. Luego se procede a cantar el Himno Nacional en posición firme. No se aplaude al finalizar.

Se prohíbe su uso en comerciales o como ornamento en clubes nocturnos, salas de baile y similares, ni en disfraces, animales o marcas de fábrica.

Cuándo puede usarse: En los días de fiesta cívica, toda persona o institución puede adornar balcones y recintos con banderas y géneros con los colores de la Bandera Nacional. En marchas y desfiles, su uso está reservado a las instituciones de carácter oficial, pero pueden portarla también otras entidades cuando dichos actos se efectúen en días feriados o por acontecimientos históricos.

 

<> Este artículo se publicó el 5 de noviembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que a la  autora,  todo el crédito que les corresponde.
Más artículos de la   autora  en:   https://panaletras.wordpress.com/category/henriquez-penny-de/

La mujer y sus limbos ‘añales’

La opinión de….

Penny de Henríquez

Dice una lectora que no acepta que ya es una abuela y les prohíbe a sus nietos llamarla así porque eso le aumenta los años.

Es que hay quienes creen que la edad depende de muchas cosas, menos de lo que en verdad tiene una responsabilidad directa en ella: los años.   Por eso, así como en otros ámbitos están los limbos jurídicos y de otros tipos, la vida de las féminas está compuesta de “limbos añales”.

Primero, cuando ya no somos niñas ni florecemos aún como mujeres, buscamos objetos que nos ayuden a demostrar que somos mayores.

Nos ponemos entonces el brasier sin casi tener senos, zapatos de tacones sin saber dominarlos y experimentamos con el maquillaje de manera grotesca, quedando como payasas de circo de temporada.

(Y esta es la única vez en nuestras vidas en que anhelamos que esto ocurra. Pronto vendrá la hora de quitarnos los años, con cierta timidez primero, uno o dos, y luego con un total desenfado, cinco y hasta seis de un solo tajo, no importa si quien nos pregunta siempre tuvo igual edad que nosotras).

“No, te equivocas”, le decimos, “es verdad que fuimos a la escuela juntas, pero yo era tres años menor, recuerda que me pasaron de grado”

Luego las cosas cambian y el cuerpo también. Entonces nos quitamos el brasier para lucir los senos, cambiamos los tacones por zapatos bajitos para vernos modernas y usamos cero maquillajes para mostrar un look natural, de rebeldía.

Pero el tiempo no para, los años siguen y los cambios también, y la frescura y lozanía de la primavera se las lleva el pájaro de la juventud que se aleja raudo en busca de otros estrados más frescos y límpidos.

Llega entonces la etapa de ponernos nuevamente el sostén para subir lo caído si no lo hemos “reparado” antes, los tacones para ser elegantes y otra vez el gran maquillaje medio exagerado a veces, que más que restar años los acrecienta sin que las portadoras se den por enteradas. En esta etapa a algunas les da por llevar faldas muy cortas y escotes muy largos sin ningún reparo, todo a la carta.

Si en vez de eso dejaran que los años fluyan tranquilos y sin temor a las consecuencias, buscando una armonía en la apariencia, pero sin querer forzar aquello que no es posible, seguramente todas serían más felices y llevarían una vida más satisfactoria.

La edad es solamente el año en que nacimos más los vividos, no hay otra ecuación. Verse más jóvenes no tiene que ver con la inteligencia ni con posesiones, es solamente quién nació primero y quién después. Por eso siempre habrá personas más jóvenes que uno y personas mayores.

No se agobie y viva feliz lo que le queda, porque a pesar de ser hoy más vieja que ayer, sin embargo es más joven que mañana.

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Artículo publicado el  2  de septiembre de 2010 en el diario La Prensa,   a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.

Entre la maldad y la benevolencia

La opinión de…

Penny de Henríquez 

Hay personas que van por la vida esparciendo preguntas impertinentes sin ningún tipo de embarazo, demostrando claramente que necesitan con urgencia un seminario de etiqueta y urbanidad.

Yo he sido siempre de constitución muy delgada, y eso aunado a que hago ejercicios y como poco y sano, contribuye a que siempre mantenga un peso ligero y saludable. Además, me gusta. Porque de lo contrario, todo lo que tendría que hacer es comer, comer y comer, ¡es tan fácil!

Quienes me conocen de siempre saben que eso es así, pero algunos no se acostumbran o no les gusta y no pueden callarlo.

¿Cuándo vas a engordar?, me espetó una señora robusta cual cerdito de Navidad sentada en una cafetería, mientras mordía una torta grasosa que sostenía en una mano.

Casi le contesto “cuando usted adelgace”, mas me fue imposible atentar contra las normas de los buenos modales que enseño día a día en mis seminarios.

Así mismo, me fascinan los zapatos con tacones altos. Son elegantes y nos hacen lucir muy femeninas.   Si a usted no les gustan o no puede usarlos, lo entiendo, pero a mí me encantan y como puedo manejarme muy bien con ellos, pienso usarlos hasta que la edad y sus achaques ya no me lo permitan. Mientras tanto, no se mortifiquen cuando vean a alguien trepada en medio metro de tacón, que si los lleva es porque no le molestan. Es cosa de modas y de gustos.

¿Cómo haces para andar con esos tacones?, me pregunta no sé con qué intención una conocida hace poco con cara de sorpresa, como si nunca en su vida hubiera visto algo igual.

¡Me los pego con Maco!, quise decirle, pero qué va, ¿y dónde quedaba mi buena educación?

Y así vemos cómo las jóvenes solteras son atacadas con la pregunta clásica: ¿cuándo te casas?   Tengo un sobrino que quiero presentarte, ¡está guapísimo!

Y luego que se casan no crean que allí termina el martirio; la cosa apenas comienza.

“Cuándo van a tener hijos, el tiempo pasa, es mejor tenerlos temprano, y ténganlos seguidos, no esperen”.

Es como si la consigna fuera atormentar a los demás.

Y estos son simples ejemplos, hay cientos de casos en los que la falta de respeto y consideración se asoman para mortificar con temas que no le conciernen a nadie.

A la joven mamá que acaba de dar a luz, y por consiguiente aún conserva algo de pancita, le dicen sin miramientos y sin pensarlo dos veces, ¿para qué fecha estás esperando?

Y a aquella que por ser muy delgada no se le nota la barriga, le preguntan ¿qué tuviste?

Hace poco fui testigo de una anécdota relacionada que parece inventada para reírse.

Una joven secretaria de un banco en donde estuve dictando una charla sobre imagen ejecutiva es muy dada a vestirse siempre de negro.

Se ve elegante y muy profesional, y en verdad a mí no me pareció nada mal su gusto por este color que está tan de moda, especialmente porque es joven y muy bonita.

A la hora del café, cuando todas conversaban sobre los temas de la charla, una de ellas la interroga. A propósito, ¿tú estás de luto? ¿Por qué?, le dice ella con aires de ingenuidad.

Ah, yo creía, como siempre estás de negro.

Esta vez no pude callarme y de manera cortés les expliqué que el luto ya no se usa, que el negro es hoy día el color de la elegancia y la distinción.

Y que aunque es cierto que no es el único que puede usarse para ese fin, las personas que les gustan no tienen por qué dejarlo de usar si se sienten bien y además, si les queda bien, como es el caso de la joven en cuestión.

Por supuesto que la preguntona sabía bien que no había tal luto, era solamente ese afán de fastidiar a los demás con cizaña y malas intenciones.

¿Por qué ciertas personas actúan de esta manera?

Tengo mi propia teoría: algo de malevolencia, bastante de inseguridad y mucho de envidia.

El ser humano vive atrapado entre la maldad y la benevolencia, y cada quien maneja uno de estos componentes de forma que anule al otro para lograr mantener a flote la clase de persona que desea ser.  Quienes se sienten seguros y a gusto consigo mismos no tienen la necesidad de molestar a los demás, porque son felices con lo que tienen y no les importa lo ajeno.

¿En qué grupo está usted?

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Este artículo se publicó el 31 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que a la autora,  todo el crédito que les corresponde.

Los valores de siempre

La opinión de…

Penny de Henríquez 

Hoy día todos hablan de los valores de la sociedad como algo nuevo y casi de moda, pero lo cierto es que los valores siempre han estado allí y muchas veces han faltado, lo mismo que ahora. Siempre ha habido gente de bien y personas de mal; el bien y el mal forman parte de la vida misma y nada tienen que ver con gobiernos, asociaciones o grupos especiales.

Decir que todo es peor ahora no creo que es objetivo ni correcto, puesto que los problemas que vivimos en la actualidad también se vivían antes, pero en menor escala porque también éramos menos. El país no era tan grande ni moderno y las comunicaciones tampoco estaban muy desarrolladas como para informarnos lo que pasaba con la rapidez con que lo hacen hoy, en el mismo momento en que suceden.

Hubo grandes crímenes en la historia que hoy nos dejan estupefactos y sucedían cosas que ya no se ven.

Las actuaciones del nazismo y de su máximo líder Adolf Hitler son eventos que todavía nos conmueven por su atrocidad, y sin ir tan lejos, grandes crímenes cometidos en nuestro país con saña y violencia en tiempos pasados nos dicen que la falta de valores ha existido siempre.

(¿Dónde estaban los valores del odontólogo aquel que en compañía de su amante asesinó a golpes a su esposa embarazada, o del joven que atacó y mató a la señora que le mostraba una casa que vendían, o de los altos ejecutivos de una firma de valores que se alzaron con los fondos de todos los cuentahabientes huyendo del país para vivir fuera tranquilamente con el dinero robado?) Nada de eso pasó hoy, pero sucedió en los tiempos que muchos dicen ahora que eran mejores.

Esto no quiere decir que no debamos buscar los correctivos para mejorar toda esa violencia que vemos en nuestro país día a día, pero lo que no hay que hacer es culpar a los demás por esas faltas, sino más bien a todos nosotros, a la sociedad que en vez de mirarse por dentro buscando en dónde falló, intenta lavarse las manos haciendo responsables a otros por los jóvenes que matan o roban, los niños que permanecen en la calle hasta altas horas de la noche, las adolescentes que se prostituyen por algo de dinero y los adultos que se embriagan mientras todo eso sucede sin que ellos se enteren o se preocupen.

Dejemos ya de buscar excusas y pongamos orden en la casa, en la familia y en los hijos, que es en donde germina la semilla de lo bueno y lo malo, de la mentira y la verdad, y hagamos a un lado esa actitud de paternalismo mal entendido buscando en terceros la respuesta a todos nuestros males.

Los gobiernos cambian cada cierto tiempo y con ellos las leyes y la forma de hacer las cosas; lo que perdura por siempre es nuestro amor por la familia, nuestros ejemplos de moralidad, honradez y virtud para los hijos y la enseñanza de obtener las cosas con esfuerzo por el camino recto y que actúen siempre con la premisa de no hacer a los demás lo que no les gustaría que les hicieran.

Si cumplimos con esto nadie tendrá que ayudarnos y el beneficio llegará solo. Empecemos ya.

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Este artículo se publicó el 9 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que a la autora,  todo el crédito que les corresponde.

Los panameños y los otros

La opinión de…..

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Penny de Henríquez

Cada vez que veo, escucho o leo las noticias en algún medio local, me asalta un sentimiento de malestar ante la política discriminatoria que la gran mayoría de periodistas o presentadores utilizan en su lenguaje cuando muestran un hecho, seguramente sin siquiera darse cuenta de que lo están haciendo.

Y esto es tan extendido, que ya hasta los invitados a los programas, políticos o no, también imitan estas acciones. “No es justo que los panameños no tengan agua para sus necesidades vitales”, decía un conocido colega, y otra expresaba que “los panameños no se merecen tal cosa”. Ejemplos como estos abundan. Esta mañana leí en un diario la cifra de “panameños que han muerto en accidentes de tránsito”.

Lo anterior parece indicar que los extranjeros que viven en nuestro país, que trabajan y pagan sus impuestos igual que nosotros, sí pueden vivir sin agua, sí se merecen cualquier cosa y no se pueden morir en accidentes de autos.

Estimados colegas, los extranjeros también necesitan agua para vivir y también pueden accidentarse en las carreteras y morir igual que los panameños, ya que aunque sean oriundos de otros países, no vienen de Marte.

¿Por qué cuando se hace algún reclamo justo no se dice “las personas” en vez de utilizar ese término de “panameños” que segrega al resto de la población sin ningún tipo de consideración y respeto?

Todos los seres humanos son importantes y tienen los mismos derechos. Los extranjeros que han venido a nuestro país de donde sea y por el motivo que sea han dado grandes aportes a lo largo del tiempo en las diferentes facetas vividas por nuestra nación. La gran mayoría de nosotros tiene en nuestros ancestros a un extranjero o a varios, de manera que dejarlos de lado cuando se habla de los derechos de los ciudadanos es un claro desconocimiento de nuestra historia, y lo más importante, de las normas elementales de la educación, la cortesía y las buenas maneras.

No más exigencias para los panameños, sino para los habitantes del país. No más estadísticas que midan la vida y hechos de los panameños, sino de todos los ciudadanos que aquí habitan y comparten con nosotros sueños, esperanzas e ilusiones, luchando cada día, igual que nosotros, por un Panamá mejor… para todos.

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Publicado el 22 de febrero de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito de les corresponde.