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La opinión de…..
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JAVIER MORÓN ZANET
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Peligros de un ecologismo antivida
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Aunque se acepte que la actividad humana tiene un efecto sobre el calentamiento global no todas las propuestas para reducir este efecto parecen bien fundadas.
Existe una serie de medidas sobre las cuales parece haber un consenso, entre estas medidas está buscar una mejor eficiencia energética, con tecnologías que consuman menos energía en autos, electrodomésticos y en procesos industriales. También, el aumentar la generación de energía por medios renovables como la fuerza del agua y el viento. O desarrollar medios de transporte público (como metros urbanos) que reduzcan la dependencia en el automóvil, cuyo uso es una de las fuentes de emisiones antropogénicas mayores.
La virtud de estas medidas es que, aun cuando la actividad del hombre no fuera la culpable del calentamiento de la Tierra, se lograría menos desperdicio y dependencia en los combustibles fósiles. En la América Latina detener la deforestación y las quemas de bosques contribuirían sustancialmente a reducir emisiones de gases de efecto invernadero.
Hay otras propuestas que se basan en crear temor y angustia del hombre ante el propio hombre. Algunos de estos razonamientos señalan el crecimiento de la población como culpable del calentamiento global. Al reducir el problema a un asunto de cuantos seres humanos caben en el planeta, se llega a conclusiones simplistas: si el problema es el número de personas, entonces hay que reducir la cantidad de personas.
Se invoca a Malthus, el economista del siglo XVIII, quien suponía que la población crecía más rápido que la producción de alimentos y, por lo tanto, llegaría un momento en que no habría disponibilidad de alimentos para todos y, con ello, el desastre. Aunque han pasado 200 años desde este pronóstico no cumplido, algunos han quedado mentalmente, como diría Keynes, “esclavos de un economista difunto”. Malthus, como muchos otros después, menospreció la capacidad del ser humano para crear soluciones técnicas y gerenciales, para aumentar la productividad en el mismo espacio de tierra, lo mismo que el funcionamiento de los precios en el mercado.
Hay una corriente ecológica que, tomando algo de este economista con una mezcla apocalíptica del cambio climático, llega a estimar el número de emisiones de gases que causaría el nacimiento de cada ser humano y, después de contabilizarlas, llegan a concluir que el mundo no soportaría X ó Y números de nacimientos y, como conclusión, la meta debe ser cero crecimiento demográfico.
Esta conclusión puede llevar a justificar no solo la contracepción forzada, sino el aborto, la eutanasia y la eugenesia. En pocas palabras, si hombre es el enemigo del planeta, mientras menos hombres, mejor para el planeta (o para mi sobrevivencia).
El ecologismo mal entendido se convierte en ecologismo antivida, que juega a decidir cuántos y dónde deben vivir y morir para salvar al resto. ¿De qué serviría las políticas de cero crecimiento demográfico, que luego seguramente llevarían a otros controles, que paulatinamente irían despoblando el planeta?, ¿quiénes vivirían sobre la tierra después de este ecologismo forzado?, los gansos, las lagartijas, los musgos, y no el ser humano.
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Publicado el 10 de noviembre de 2009 en el diario LA PRENSA, a quien damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que le corresponde.
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