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La opinión de…
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Bertilo Mejía Ortega –
El 23 de enero, los venezolanos celebraron la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, quien gobernó a Venezuela en la década de 1950. No cabe duda de que las actividades realizadas por los vástagos de la patria de Bolívar tuvieron como fin reiterar su adhesión a la democracia y rechazar toda forma de gobierno que atente contra el sistema democrático, y en el que la separación de los poderes, el respeto a los derechos del ciudadano, la libertad de expresión, el espíritu de consenso y de tolerancia deben ser nota característica.
Los demócratas bolivarianos recordaron los aciagos días de la dictadura y sus secuelas de persecución, corrupción y aberraciones, que llevaron a la quiebra al Estado, y a un alzamiento generalizado que llegó a sumar a militares respetuosos de la institucionalidad, que se adhirieron al pueblo que enardecido provocó la huida del dictador el día 23 de enero de 1958.
Pérez Jiménez se radicó en República Dominicana, luego viajó a EU y finalmente a España, en esa escena concluyente de todo opresor: sin patria, sin poder y sin futuro placentero, porque el ostracismo y la cárcel suelen ser su estadio final. Pero los venezolanos dirigieron un mensaje al admirador e imitador de Fidel Castro. Sí, al presidente Hugo Chávez, que hace uso del poder en forma autoritaria y cuyo lenguaje ofensivo, y a veces vulgar, hiere y ultraja la dignidad de muchos venezolanos.
Que pretende convertirse en Presidente vitalicio y que arremete contra todo opositor que pueda truncar sus intenciones de retener el poder a toda costa. Los demócratas de Venezuela han recordado que toda dictadura une, al final, al pueblo, que el pueblo unido es invencible. Que los gobernantes deben ejercer el poder con apego a la ley, con calidad de estadistas y con capacidad de tolerancia, para que ganen respeto.
Aplaudimos la iniciativa de los ciudadanos de la república sureña. Ellos nos han extendido un mensaje: los pueblos que olvidan su oscuro pasado están condenados a volverlo a vivir. Los panameños no debemos olvidar la dictadura que tuvimos durante 21 años. Que una camarillacívico–militar violentó derechos humanos, libertades públicas y que dejó a Panamá en manos de un torturador, criminal y ladrón, que huyó el 20 de diciembre de 1989, ante la intervención que él y los suyos provocaron. Debemos celebrar ese día la caída de la dictadura y enriquecer el espíritu democrático y libertario.
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Este artículo se publicó el 4 de febrero de 2011 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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