Ricos pobres o pobres ricos

La opinión de…

César Javier Morales Vega

Leyendo, hace unos días, un artículo del eminente periodista Carlos Alberto Montaner sobre la situación histórico–económica de América Latina, no pude más que discrepar con sus sugerencias para sacar a nuestros pueblos de la pobreza.

 

Sugería el escritor que debíamos copiar los ejemplos de los países escandinavos, en los que gran parte de la riqueza se debía a la industria de producción de bienes globales.

 

Si bien es cierto que es tentadora la idea de estar todos los países escandinavos y del norte de Europa entre los primeros 15 países en cuanto a PIB per cápita se refiere, también es cierto que tienen sistemas políticos estables, tasas impositivas altas, pero un alto porcentaje de esos impuestos retornan a la ciudadanía en forma de bienes públicos eficientes, seguridad social funcional y confiable, educación pública de primer nivel.

 

Nosotros, los países centroamericanos y del Caribe, vivimos sumidos en nuestro diseño del destino, como diría el poeta británico William Ernest Henley en su poema Invictus: “Yo soy el capitán de mi alma, el artífice de mi destino”.

 

Parece duro decirlo, y muchos discreparán con lo que voy a decir, pero la mayoría de los pobres en nuestros países son felices y están conformes con su situación de pobres, y el mayor problema social existente es la violencia, ocasionada principalmente por el trasiego de drogas, que en realidad es un problema social heredado de otra sociedad. De ahí que siempre cuatro avivatos quieran aprovecharse de la falta de aspiraciones de nuestros pueblos y ofreciendo dádivas y limosnas los tranquilicen.

 

Específicamente, en nuestro país durante nuestra historia republicana, no ha habido un solo gobierno que se haya esforzado por impulsar la imaginación empresarial, ese espíritu emprendedor que debiera existir dentro de cada ciudadano para llevar adelante una economía pujante.

 

No se han creado bancas de desarrollo reales que ofrezcan asesoría, intereses blandos y plazos flexibles para las empresas emprendedoras, y lo que es aún peor, la única banca que dice llamarse de desarrollo, el Banco de Desarrollo Agropecuario, solo financia técnicas agronómicas y cultivos tradicionales, si algún productor agropecuario se le ocurre presentar algún proyecto innovador solicitando fondos para establecerlos en su finca; simplemente se dará cuenta de que no están dentro de las carteras crediticias de la mencionada entidad.

 

No hay un solo banco que impulse nuevos proyectos industriales agropecuarios, ni ideas industriales emprendedoras. No hay políticas estatales que den beneficios tributarios o arancelarios a nuevas empresas emprendedoras.

 

No tenemos necesidad de importar ideas de otros países, tenemos suficientes recursos para impulsar el desarrollo y explotar nuestras riquezas a lo interno, simplemente tenemos que producir cambios en la educación de nuestros pueblos, pero que estos cambios no estén solo basados en lo que podamos meter en la cabeza de cada uno de los ciudadanos, sino en premiar lo que salga de ellas.

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<> Este artículo se publicó el 7  de noviembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.