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La opinión de…
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Marcelino González T. –
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Hace unos días escribí un artículo sobre el consumismo. Prontamente alguien me dijo que sería muy bueno profundizar sobre el consumo responsable. Teniendo presente esta sugerencia deseo abordar el tema desde la perspectiva familiar. Quizás la más golpeada por esta calamidad.
El consumo familiar debe ser responsable, ya que los hijos seguirán los pasos que los padres les marquen.
Probablemente los hábitos consumistas de muchos niños y jóvenes han tenido su origen en su propio hogar. Lo que se hace, los comportamientos cotidianos, los valores y comentarios tienen una influencia incuestionable en los hijos, ya que la atmósfera familiar, lo que ven y lo que oyen afectan la formación de su personalidad.
Puede existir la tentación en muchos padres de limpiar una mala conciencia por el poco tiempo que dedican a sus hijos satisfaciendo sus caprichos, llenándoles, por ejemplo, el cuarto de juguetes y dándoles un deplorable ejemplo, pues los niños crecerán rodeados de objetos con los que no tengan tiempo ni siquiera de jugar y que tienen claro carácter superfluo.
La austeridad es un valor importante que nada tiene que ver con la tacañería.
El diálogo en el seno familiar es imprescindible para que exista un clima adecuado para la convivencia. Harían bien los padres en comentar con sus hijos la situación económica, planificar juntos los fines de semana o las vacaciones, no ocultar si existen dificultades que pueden privarnos de la adquisición de un electrodoméstico para el hogar, o la realización de un viaje.
De esta forma los hijos se irán concienciando de las posibilidades económicas familiares y se verán obligados por los hechos a contemplar el principio de realidad en lugar de guiarse solamente por el principio de placer.
Insinué con anterioridad que el consumismo es una cadena y una esclavitud. Los hijos e hijas deben contar con la ayuda necesaria para enfrentarse a las presiones grupales. Por ejemplo, podemos y debemos razonar con ellos la conveniencia o inconveniencia de que los cumpleaños se celebren en un conocido lugar a veces impagable y, aprovechar para explicar, debatir con ellos y, desde luego, escucharles.
Naturalmente, si lo que ven y oyen son constantes referencias al dinero como disponibilidad para comprar y observan actitudes propensas a cambiar de carro, a renovar los electrodomésticos cuando los anteriores están en buen uso, a guiarnos por la moda o si nos dejamos arrastrar por la dinámica de adquirir los mismos productos, bienes y servicios que nuestros amigos y vecinos para no ser menos, nos habremos dejado atrapar irremediablemente en las redes del consumismo que, fundamentalmente, pretende que adquiramos neuróticamente objetos y que nos desprendamos tan rápidamente de ellos como los hemos adquirido.
Ayudar a que los hijos desmonten los paraísos artificiales que pretenden venderles y sean conscientes de que pueden elegir su propio camino o dejarse arrastrar por lo que otros quieren y por lo que otros han decidido que compren y consuman, constituye, quizá, uno de los mejores servicios que podemos aportar al desarrollo personal de los hijos.
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<> Este artículo se publicó el 9 de diciembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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