El orgullo de ser panameños

El camino del afianzamiento democrático, con sus altas y sus bajas, no ha sido fácil.

La opinión de….

LUIS  PULIDO  RITTER
luispulidoritter@gmx.net

Para un nuevo año se desean muchas cosas.   Sobre todo, creo, lo primero que deseamos es tener buena salud, tanto para uno, como para los familiares. Por supuesto, cuando somos más jóvenes, no deseamos esto inmediatamente, porque creemos que la salud nos acompaña automáticamente para toda la vida.

No obstante, con los años vamos descubriendo la fragilidad y el ligero equilibrio de todo lo que nos rodea.   No es que quiera dar aquí alguna filosofía práctica para la vida, porque, de hecho, podría recomendar al romano Cicerón y al alemán Schopenhauer,   lecturas provechosas con las cuales he aprendido muchísimo.

Ciertamente, con el comienzo de este año, mis deseos no solo han sido personales, sino también con relación al país, el destino de su democracia.

Después de la invasión (cuyas heridas todavía no se han cerrado), Panamá ha pasado por un tortuoso camino de fortalecimiento y separación de competencias de sus instituciones.   No ha sido fácil este camino de afianzamiento democrático (con sus altas y sus bajas) y espero que los actores políticos puedan reflexionar y actuar de acorde a las reglas del juego, tanto de la vida democrática, como del comportamiento civil, que incluye el respeto a los otros, la tolerancia y la ausencia de persecusiones, descalificaciones y diatribas.

A pesar de vivir en Berlín no pude dejar de sentir (y de recordar ahora) los machetazos que daba aquel general para intimidar a todos.   Como panameño estaba totalmente avergonzado y entristecido de que en mi país ocurriera semejante desgracia.

Como todos sabemos, llegamos a tocar fondo, nos ahogamos como nación, y muchos terminaron perdiendo hasta sus vidas.    No podemos volver a esta pesadilla y, por suerte, tuvimos en el camino a un Guillermo Endara, nuestro Mandela, por su reconciliación y por su equilibrio, y deseo que los panameños seamos realmente conscientes del tesoro que tenemos, de esta democracia que, aunque con sus imperfecciones, es la única manera de sentirnos orgullosos de ser panameños.

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<> Este artículo se publicó el 9 de enero de 2011    en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

Del sancocho y del sentimiento

La identidad nacional en nuestros países ha servido muchas veces (¿o siempre?)  para colonizarnos internamente.  La opinión de….

LUIS PULIDO  RITTER
luispulidoritter@gmx.net

Una de las grandes taras del continente americano ha sido la fragmentación atávica y el provincialismo que siempre nos ha amenazado como la espada de Damocles.

Muchas veces, como han dicho otros, nos ignoramos mutuamente. Pero no es necesario apelar aquí a un latinoamericanismo ramplón y chabacano, a un nacionalismo cultural, que por décadas nos ha empobrecido con sus golpes de pecho de pertenecer a una cultura original, a una tradición indio-hispánica, a una civilización con una misión especial en la historia como quiso hacerlo Vasconcelos en su día.

Y creo que, en este sentido, nos hemos quedado atrapados en la visión dualista y maniquea que se inaugura con el ensayista Rodó sobre la identidad cultural latinoamericana.

En efecto, la identidad nacional en nuestros países, para decirlo con toda claridad, ha servido muchas veces (¿o siempre?) para colonizarnos internamente, borrar las diferencias étnicas y culturales, en fin, crear la ilusión de que con la nación nos igualaremos.

Pero, finalmente, el racismo, la exclusión y la marginalidad, es lo que termina encubriéndose. Y al contrario de Pedro Luis Prados (La Estrella, 21 de noviembre), no creo que la unidad de la nación, es decir, «compartir propósitos comunes» deba levantarse sobre la «superación» de las diferencias étnicas y culturales,   porque la pregunta aquí consiste en quién define lo que es la unidad de la nación, qué discurso mitificador y encubridor se pone en circulación para no discutir lo que hay que plantear: lo que ha significado la exclusión racial y cultural en Panamá.

Para este encubrimiento no han dejado de prestarse los discursos de clases, nacionalistas y populistas en el país, discursos, al fin y al cabo, esencialistas.

En otras palabras, ninguno de estos discursos en Panamá se ha alejado del eje romántico y centralista, identificar la nación con un tipo de construcción cultural, por ejemplo: nos identificamos panameños por gustarnos tal o cual música. Y la «cuna» de la nación está en tal o cual pueblo.

Habría pues que separar la nación de la cultura para entrar a pensar este problema de manera diferente.   En Panamá, Armando Fortune, con su teoría del sancocho y del sentimiento, hizo una propuesta para salir de ese atasco romántico.

Y coincido plenamente con Prados con respecto al folklorismo. Esto está suplantando el debate necesario que habría que realizar en Panamá sobre nuevos modelos de convivencia, de identidad tanto individual como colectiva.

Pero, por otra parte, no debe dejar de decirse que la globalización implica nuevos retos a todos. Y no vamos muy lejos si la demonizamos. Lo que se entiende como globalización –que tiene muchas connotaciones– también ha significado la oportunidad de millones de seres humanos para, finalmente, salir de la pobreza en los últimos veinte años.

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<> Este artículo se publicó el 12 de diciembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.

¿Qué tipo de república queremos tener hoy los panameños?

La opinión de….

 

LUIS  PULIDO  RITTER
luispulidoritter@gmx.net

Este año se cumple una década de soberanía sobre lo que fue la llamada Zona del Canal, área antiguamente administrada por los Estados Unidos. Y un año más, ciento siete, de ser fundada la república panameña, es decir, de habernos separado de Colombia (con la ayuda/intervención/protección/ocupación, por cierto, del Gran vecino) y doscientos años (unos años más o quizás unos años menos) de independizarse el continente americano de España, sin olvidar, por cierto, a Haití, que se independizó de Francia en 1804.

Cuando nos hablaban en la escuela de los precursores de la independencia americana, siempre nos mencionaban a la revolución francesa y a la norteamericana, pero saltaban, como decimos en Panamá, ‘olímpicamente’, sobre la revolución haitiana.

Hay que tan solo leer las pocas referencias de Mariano Arosemena sobre la revolución haitiana para darse cuenta, sin embargo, lo que significó esa conmoción para la región. Jamás en la escuela escuché el nombre de Toussaint L»0uverture.

¿Y qué hubiera sido de Simón Bolivar sin el apoyo de Pétion? En la escuela no se nos enseñó el significado histórico de la revolución haitina, la primera república negra del hemisferio occidental, que abolió la infamia de la esclavitud.

Podría decirse que la República Haitiana, por otra parte, fue resultado de un largo proceso de resistencias, luchas, negociaciones y derrotas de los negros en América, después de los Palanques, sistemas autárquicos de vida y gobernanza que se conocieron en Brasil, Colombia, Jamaica y Panamá, cuyo ejemplo lo tenemos en Bayano.

En efecto, este año se ofrece la posibibilidad de re-plantearnos la histora del continente y, particularmente, de nuestro país.

No hace mucho hemos sido testigos de un acalorado debate que, lamentablemente, desapareció. No obstante, creo que para que podamos salir de ese atolladero es necesario que entendamos que la pregunta no es si la República de Panamá fue inventada por Wall Street o si fue un golpe de astucia del primer Roosevelt. Ni mucho menos si fue gestionada o vendida por la «oligarquía».

Creo que, como muy bien dicen los españoles, ‘por allí no van los tiros’, a pesar que me alegraré si, algún día, llega a comprenderse cómo sucedió «realmente» ese carambolage. La pregunta, me parece, es qué tipo de República queremos hoy.

Y creo que podemos coincidir con que queremos una república democrática, participativa, dinámica, abierta para todos los panameños, indendientemente de su raza, sexo, religión y origen de clase, ¿no es cierto?   Entonces, por qué no comenzamos a debatir lo que ha impedido a que llegemos a este punto.

Es tiempo que nos cuestionemos los silencios de nuestra historia americana, por ejemplo, Haití, el significado y la herencia de la ex-Zona del Canal, el racismo y la exclusión de género que se ha vivido y se vive en Panamá,   sobre la persistencia de los autoritarismos y de la intolerancia que amenazan a nuestra democracia, en fin, aquí no salto ‘olímpicamente’ sobre el gesto de felicitar a los ganadores del Miró de este año y, especialmente, a la profesora Patricia Pizzurno por su ensayo ‘Memorias e imaginarios de identidad y raza en Panamá, Siglos XIX y XX’. Como dicen los españoles, ‘por allí van los tiros’.

 

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<> Este artículo se publicó el 14 de noviembre de 2010  en el Diario La Estrella de Panamá, a quienes damos,  lo mismo que al  autor,  todo el crédito que les corresponde.
Más artículos del   autor  en: https://panaletras.wordpress.com/

Revisitando a Re-Vista

La opinión de…

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LUIS  PULIDO  RITTER
luispulidoritter@gmx.net

Hace treinta años edité una publicación con el título Re-Vista con la que esperaba sentar mi «propia» trayectoria.   En efecto, como todo el mundo sabe, editar una revista en Panamá, que tenga continuidad, se necesita más que una buena dosis de perseverancia, se requiere fe.

 

Y a esa fe recurro nuevamente al nombrar esta columna Re-Vista que para mí significa volver a ver, a re-pensar, y a preguntar.   Re-Vista nació en los años ochenta, década que recuerdo como muy oscura en Panamá, si no es por la existencia de escritores e intelectuales panameños que recién habían venido del exterior. Nunca olvidaré el impacto que tuvo en mí escuchar y leer a aquellos jóvenes intelectuales panameños, algunos profesores míos en la Ecuela de Sociología, como Marco Gandásegui, Carlos Castro, Gerardo Maloney, Carmén Quintero, Jorge Montalván.

Y a otros que no fueron profesores míos, pero que me abrieron como los primeros todo un mundo, con sus artículos, libros, polémicas, como fue el caso de Alfredo Figueroa Navarro, Miguel A. Bernal, Enrique Jaramillo Levi, Rafael Candanedo, Simeón González, Egbert Wetherborne.

A pesar del momento terrible por el que pasaba el país, tuve el interés y la suerte de escuchar y leer lo mejor que venía de Europa, de los Estados Unidos y de América Latina. Entre algunos amigos circulaban los textos de Dahrendorf, Foucault, Althusser, Levi-Strauss, Gramschi, para dar algunos ejemplos notables, que nos alejaban de las ortodoxias en boga, de los facilismos ideológicos y de las simplificaciones tercermundistas propias de la guerra fría.

En el cine universitario disfrutábamos lo mejor del cine europeo y latinoamericano de aquel entonces, Fassbinder,Wenders, Pasolini, Felini y de Rocha. Yo era especialmente un apasionado de Pasolini y, sin duda alguna, de Hanna Schygulla, la heroína. de Fassbinder.

En fin, tratábamos por aquel entonces de buscar nuevos caminos para establecer establecer preguntas. Y realmente comprender lo mejor de la tradición literaria y filosófica moderna, Flaubert, Mann, Proust, Nietzsche.

Pero ya han pasado casi veinticinco años. Panamá ha cambiado muchísmo. Nosotros también. El mundo ha cambiado desde la caída del muro de Berlín en 1989. Y un buen ejemplo es que, cuando salí del país en 1987, era inimaginable una Feria del Libro. Eso solo ocurría en otros planetas y aquí no me ahorro el gesto de felicitar a todos aquellos que han estado detrás de este proyecto y, especialmente, a la profesora Emma Gómez y a Briseida Bloise. Comparado con los ochenta, cuando la literatura era casi un ejercicio de unos pocos, se encuentra hoy día un arcoiris de escritoras y escritores, de todas las edades, cuyos textos son publicados por editoriales, o por ellos mismos.

Hay de todo, para todos los gustos, y esto es positivo. Ya no vivimos en el tiempo cuando algunos se reservaban derecho de definir qué era la literatura. Hoy día hay más actores que reclaman participar en la producción y distribución de bienes tanto materiales como espirituales y todo esto implica una negociación tanto global como local.

Algunos mirarán con nostalgia hacia atrás, cuando el mundo era blanco y negro, aunque realmente nunca lo fue, y otros miramos el futuro con mucho optimismo, con las ganas de abrir esta página a la diversidad de puntos de vista, pero preocupados por hacer de este planeta, este tiempo global, un espacio habitable para todos nosotros donde impere la democracia, el talento y el respeto hacia todas las personas, consciente de que escribimos para un país que todavía tiene que resolver las aspiraciones de los desherededados de siempre, de las comunidades indígenas y negras, de dar espacios cívicos a nuevas voces, como la comunidad gay, crear verdaderas alternativas para los jóvenes, y enfrentarse al tema medio ambiental.

<> Este artículo fue publicado el 10 de octubre de 2010  en el diario La Estrella de Panamá, a quien damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.