Veinte gatos universitarios

La opinión de…

Albis  Oro

En uno de mis frecuentes paseos por los senderos de la reflexión, en el parque de la imaginación que se encuentra en el corregimiento del acontecer nacional y en la provincia del anhelo de un mejor país, me encontré con un simpático personaje.

Vestía zapatillas, jeans, suéter, gorra y una mochila en su espalda.    Su cuerpo estaba cubierto de pelos y resaltaban unos largos bigotes entre sus labios y su nariz.  Tuve que quitarme los lentes y limpiarlos para dar crédito a lo que veía. Era un gato universitario, intrigado le busqué conversación.

Para mi agrado, era un gato analítico y parlanchín, a pesar de la corta edad que reflejaba.   Se presentó con un apretón de manos e inmediatamente me dijo su lugar de procedencia.

Hablaba, con rostro de alegría y orgullo, de las bellezas naturales, facilidades y recursos que adornaban a su querida tierra hasta que un recuerdo le hizo cambiar paulatinamente su semblante a un rostro de tristeza, frustración e impotencia. Rápidamente lo motivé a hablar al respecto.

Me contó que venía de la universidad estatal de su país en donde se habían suspendido las clases.   Con frustración me decía no comprender cómo 20 gatos, de entre miles de gatos, de su universidad eran capaces de dañar la imagen de toda la institución, haciendo que en los titulares de los periódicos y la televisión se dijera: “los gatos de la universidad estatal” causan disturbios y daños materiales.

Pero lo que menos comprendía era cómo esos miles de gatos dejaban que eso pasara, años tras años, en perjuicio de la mayoría.

Al final de la conversación concluimos que los 20 gatos habían comprendido algo que los otros no. Que en la organización está la fuerza.

Lo vi retirarse cabizbajo, rogando que algún día la mayoría de los gatos de su país comprendieran que no importa qué tan buenos sean por separado, pues si no se unen, si no se organizan, los malos gatos siempre llevarán la ventaja porque descubrieron que juntos son mejores.

<> Este artículo se publicó el 26 de septiembre de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos,   lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Un Agente de la ATTT haciendo su trabajo.

La opinión de…

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Albis  Oro

Hace unos minutos  me tocó salir a hacer unas diligencias, a pie por supuesto.

Al regresar a mi oficina veo automóviles estacionados en uno de los paños de la calle 54 que esta perpendicular a la avenida  Samuel Lewis. (En dirección panameña, la calle del Santuario y luego tomas a la derecha después que pasas  la Torre Generali.).
No es extraño ver carros estacionados cubriendo un paño en la vía. Reduciendo la circulación en hora pico de las pocas arterias vehiculares que tenemos. Lo extraño es lo que paso a continuación.
En ese preciso momento una patrulla de la ATTT toma la citada vía.   La situación me llama la atención pues ya he visto en otras ocasiones como autoridades se hacen de la vista gorda ante violaciones a las normas de transito.

Me ubico en una posición estratégica para vigilar la situación, con la esperanza de que el agente haga su trabajo y yo no salga desilusionado como en otros casos.

Para mi sorpresa y agrado el Sr. agente estaciona su patrulla,  pone sus luces intermitentes y comienza a desalojar la vía.   Primero con un busito de reparto, le siguió un camión de reparto y por ultimo y el que le costo mas  al agente, un camión hormigonera. (Son los camiones que transportan el concreto para las construcciones)

Se imaginan, en una calle de dos vías, en un solo sentido, estaban estacionados a hora pico, un busito, un camión de repartos y este camión hormigonera.

Estuve como fiel espectador durante unos 5 minutos.  En este tiempo el audaz agente desaloja los dos primeros vehículos, va a la construcción que esta haciendo uso del vehiculo y le indica donde debe estacionar su camión hormigonera, donde no estorba a nadie. Y multa a un automóvil que estaba en el lugar donde debía ir el camión.

En ese momento yo debía subir a mi oficina e irme sin ver el desenlace de la historia, rogando que desde mi ventana se viera la conclusión.

Al asomarme por mi ventana, veo con agrado y beneplácito que el camión hormigonera ya no estaba estorbando la vía y aun continuaba realizando el trabajo para el que fue contratado.

Solo pude expresar en mi mente ¡Grande Señor Agente!   (como dicen los argentinos.),  pensando en aquel hombre que bajó de su patrulla con el chaleco que lo identifica y ropas modestas debajo de ese chaleco, un hombre humilde y decidido a hacer su trabajo y hacer con su aporte un mejor Panamá.
Hermanos panameños seamos vigilantes siempre de que se cumpla la ley y  que se haga cumplir.

A usted señor  Agente de la ATTT  mis felicitaciones, ojala pudiera leer este blog sabiendo que es usted el protagonista de esta entrada y sentirse orgullo porque un día como hoy, usted hizo un mejor Panamá.

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Reproducido del blog «Un panameño de a pie» donde fue publicado el 13 de octubre de 2009 por el autor, a quien damos todo el crédito que le corresponde

¿Amor a la patria?

La opinión de…

Albis Oro

Los panameños nos  caracterizamos por el amor que sentimosa nuestro pequeño terruño. Ese amor es incuestionable, lo cuestionable es la forma en que se lo demostramos.

Diariamente vemos a fervientes patriotas  guardarse su patriotismo momentáneamente en un bolsillo para sacar del otro bolsillo el interés por el grupo al que pertenecen, llámese partido político, asociación, sindicato, agrupación, etc.

Ninguno de los intereses de estas asociaciones deben estar por encima del interés nacional. Porque al final de cuentas, sin país, sin nación, no hay agrupación que valga.

Otras veces el interés que sale del bolsillo es el personal. Con el patriotismo cegado dentro de un bolsillo nos damos el lujo de tirar basura a la calle, pasarse un semáforo en rojo, parar el carro sobre líneas de seguridad, pitar sin razón alguna, llevar a cuesta la bandera del “juega vivo”, estacionar el auto sobre una acera y muchas otras cosas que nos vemos hacer en la calle diariamente. Algunos me dirán que esta pequeñas cosas no tiene nada que ver con patriotismo, pero si con una acción individual o grupal afectamos a compatriotas también afectamos a nuestra patria.

Y si somos negligentes en las pequeñas cosas, ni hablar de las cosas grandes y de mayor trascendencia. No dudo ni por un momento el amor que sentimos por Panamá, pero demostrémoslo con acciones, aunque sea con las más pequeñas.

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Este artículo se publicó el 14 de julio de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.