¿Arar en el desierto o en tierra buena?

La opinión de…..

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Raúl Orillac Arango


Al emitir una opinión sobre los publicitados abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes católicos se corre el riesgo de que sea interpretada como una justificación de esos delitos y pecados. No es esta mi intención, ya que un solo abuso por parte de un clérigo es absolutamente inaceptable, como tampoco es mi deseo entrar en una polémica estéril. Hay muchísimas personas que leen con avidez, y hasta con cierto grado de satisfacción, lo que con excesiva prominencia y mal disimulada malicia se publica en ciertos medios.  Solamente pretendo sugerirles que busquen la verdad en fuentes de información más autorizadas, más objetivas y más equilibradas, ¡que las hay muchas!

Verificar la información es siempre un deber ineludible del periodismo, particularmente cuando se refiere a instituciones como la Iglesia católica, sus obispos y de manera especial al Papa.   El tratamiento sensacionalista y sesgado que muchos (y “renombrados”) medios de comunicación social han dado a este tema da a entender que la frecuencia de casos de pedofilia es mucho mayor entre católicos que entre miembros de otras denominaciones religiosas.

Sin embargo, los expertos señalan que no existen datos que respalden esa afirmación y no se ha llevado a cabo ningún estudio formal para comparar la incidencia de abusos sexuales entre miembros de distintos grupos religiosos (Newsweek, 8 abril 2010). Es más, en Estados Unidos solamente la Iglesia católica ha encomendado a expertos imparciales –John Jay College of Criminal Justice, City University of New York– rigurosas investigaciones sobre este tema y ha divulgado los resultados. Puede ver el estudio en: http://www.usccb.org/nrb/johnjaystudy/index.htm.

En artículo publicado el 1 de abril se pregunta el Dr. Joaquín Navarro-Valls “¿Cuántos estados han investigado con seriedad y tomado medidas explícitas contra abusos de pedofilia entre sus ciudadanos o en las instituciones publicas de educación, deporte o recreación? ¿Cuántas denominaciones religiosas se han mostrado dispuestas a investigar, asumir públicamente y perseguir explícitamente el problema?”. (http://ncregistder.com/blog/navarro-valls_on_the_abuse_crisis/).

La consigna parece ser: atacar a la Iglesia vendiendo la idea de que “es un refugio de pederastas”, y desprestigiar al Papa sugiriendo que ha fallado al “encubrir los abusos cometidos”. Estas aseveraciones han sido ampliamente desmentidas por los hechos. Los dos últimos Papas se han manifestado claramente en innumerables ocasiones desde hace varios años. Solo algunos ejemplos: En su discurso a los cardenales norteamericanos, en 2002, señalaba el papa Juan Pablo II: “Como a vosotros, también a mí me ha dolido profundamente que algunos sacerdotes y religiosos, cuya vocación es ayudar a las personas a vivir una vida santa a los ojos de Dios, hayan causado tanto sufrimiento y escándalo a los jóvenes”…

“Desde todos los puntos de vista, el abuso que ha causado esta crisis es inmoral y, con razón, la sociedad lo considera un crimen; es también un pecado horrible a los ojos de Dios. A las víctimas y a sus familias, dondequiera que se encuentren, les expreso mi profundo sentimiento de solidaridad y mi preocupación”…“ Los abusos de menores son un síntoma grave de una crisis que no sólo afecta a la Iglesia, sino también a la sociedad entera”… “La Iglesia, tratando el problema de esos abusos con claridad y determinación, ayudará a la sociedad a comprender y  afrontar la crisis en su seno”. (http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2002/april/documents/hf_jp-ii_spe_20020423_usa-cardinals_sp.html).

En la primavera del año 2005, cuando se acercaba la hora de la muerte de Juan Pablo II, le correspondió al entonces cardenal Joseph Ratzinger presidir el vía crucis del Viernes Santo en el Coliseo romano. Dijo en esa ocasión: “¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia! Incluso entre quienes, en el sacerdocio, deberían pertenecer completamente a Jesús. ¡Cuánta soberbia! ¡Cuánta autosuficiencia!”.

Durante su visita ad limina a Roma en 2006, el papa Benedicto XVI exhortó a los obispos irlandeses a “establecer la verdad de lo sucedido en el pasado, a tomar todas las medidas necesarias para evitar que se repita otra vez, a garantizar que los principios de justicia sean plenamente respetados y, sobre todo, a curar a las víctimas y a todos aquellos que están afectados por estos crímenes atroces” (http://www.vatican.va/resources/resources_adlimina-irish-bishops-oct2006_sp.html).

Puedo ofrecer muchas otras referencias, especialmente la reciente Carta Pastoral de S.S. Benedicto XVI a los Católicos de Irlanda. Pero dejaremos esto para otra ocasión.

En estos tiempos podemos dejarnos llevar por noticias malintencionadas y fijar nuestra atención en aquellos sacerdotes que fallaron, que no estuvieron a la altura de sus deberes, que –como Judas– traicionaron al Señor. Han hecho mucho daño… ¡han arado en el desierto! O, podemos concentrarnos en los que han permanecido fieles a su vocación, a los que se desviven por imitar a Cristo y servir al prójimo. Estos siembran en tierra buena y la abonan con su sacrificio permanente y callado… ¡cosechan el ciento por uno!

Por unos y otros debemos orar, implorando para todos la fortaleza del Espíritu Santo.

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Este artículo se publicó el  18  de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.