Sin sesos no hay paraíso

La opinión de….

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Ana Raquel Chanis


Ha llegado la hora de reconocer que, paralelamente a la educación tal como se ofrece en Panamá, urge la necesidad de enseñar a nuestros estudiantes a constituirse en personas, antes de afrontar el mundo laboral.   Es necesario inculcar a los que se forman que los sesos son para pensar y actuar en consecuencia; que hagan de los rasgos de la personalidad el modo correcto de expresarse, conducirse y presentarse; y que sepan que la tolerancia y la decencia son condiciones imponderables que determinarán sus posibilidades y logros.

“La mujer de César no solo debe ser honesta sino que tiene que parecerlo”, la famosa frase pronunciada por Julio César con motivo de la infidelidad conyugal es evidencia histórica de que la imagen pública, además de ser lo que objetivamente corresponde a la realidad, es también lo que se transmite o lo que se aparenta.   Una buena parte de nuestros estudiantes alcanza niveles técnicos satisfactorios, sin embargo, la gran masa carece del activo indispensable para el logro de sus metas, el mensaje que envían de sí mismos al mundo que les rodea, como personas, es mediocre.

Lejos de la etiqueta, el protocolo, la estética o cualquier respetable camino hacia el mejoramiento personal, apunto hacia la fórmula que debe llevarse a todo establecimiento educacional, indistintamente de edades o posibilidades económicas.

Hagamos de la formación de los panameños un todo que conduzca a la prudencia, el decoro, a la tolerancia y a la decencia; que contribuya a fomentar la práctica cotidiana de hábitos conductuales como el saludo cortés, la correcta comunicación verbal (oral y escrita), el esmero en la presentación personal y el elocuente lenguaje corporal, entre otros.

El reconocimiento y aprendizaje de estos atributos debe ponerse al alcance de nuestra gente con la misma importancia que damos a la enseñanza del álgebra, la química o la geografía. ¿Qué valor tiene en el mercado laboral una buena secretaria, si su actitud es hostil o displicente, su lenguaje inapropiado y su rostro de disgusto?

Luego de reflexionar sobre el tema, no me atemoriza afirmar que la mayoría de lo que instruyen en los colegios y universidades carece de valor frente al modo realista de lograr un empleo (y luego conservarlo) y, lo que es peor, la imposibilidad de competir con la oferta laboral de profesionales de otras nacionalidades presentes en Panamá, gracias a este mundo globalizado.

Aunque hoy parece imponerse la cultura del ladrillo y el cemento, la imagen de nuestro país también está en manos de la percepción, la identidad y la reputación que se conozca de nuestra gente.

Convencida por experiencia de que nuestros nacionales están ávidos de aprender aquello que, además, les resulta beneficioso para su vida personal, apuesto por una revolución positiva en la educación, si el asunto es tomado en cuenta. Hagamos algo al respecto, pronto.

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Este artículo se publicó  el  30 de marzo de 2010 en el Diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que a la  autora, todo el crédito que les corresponde.