La opinión de…..
Fernando Aramburu Porras
Seguramente muchos habitantes de nuestro país no han notado la destrucción sistemática y apocalíptica que sufre la provincia de Darién. Ya no queda suficiente bosque ni para despedirnos de lo que otrora fuera el pulmón de Panamá.
Por allá por los años 60 vi unas fotografías aéreas del istmo de Panamá tomadas por los estadounidenses después de la Primera Guerra Mundial, entre las que había algunas de Darién, por supuesto. Explicaba el artículo ilustrado que el 80% de la superficie de la República de Panamá estaba cubierta de bosques tropicales y que en los años 70 esa proporción estaría invertida, si seguíamos con la deforestación al ritmo de aquel entonces.
Me parece que, igual que con la predicción de la desaparición de los glaciares, se equivocaron. Todo se fue en humo y tucas comerciables. Solo queda rastrojo con algunos enormes árboles en el suelo, quemados y plantados en su tumba ya que posiblemente daban dificultad para sacar por su tamaño.
Nuestros campesinos radicados en Darién talan, queman y siembran monocultivos de subsistencia. Al hacerlo depredan los suelos que al cabo de un año no sirven ni para ganadería.
Las montañas que pude ver camino a El Cacao, entrando por Aguas Frías, estaban todas taladas y en plena quema. Una enorme columna de humo se levantaba camino al océano Pacífico llevándose lo poco que dejó la tala. Un problema consecuente de la depredación de bosques es la inevitable sequía, evidente en los caudales de los ríos y la tierra. Me decía un campesino: “es que no ha llovido” a lo que respondí: “y no creo que vuelva a llover” y para mis adentros pensaba: “más vale que no llueva porque bastarían unas cuantas gotas de agua para convertir esas montañas en torrentes de lodo”.
En el camino nos encontramos tractores cargando tablones aserrados o sea que recursos para meter aserraderos montaña adentro ¡sí hay! ¿De quién serán esos aserraderos? ¿Tendrán el visto bueno de los gobiernos de turno? Así como utilizan recursos para la extracción de madera, ¿los habrá para darle una alternativa honrosa a esos campesinos empobrecidos?
Este efecto de tala, quema, siembra y ganadería se va multiplicando, pues al final del ciclo el colono se muda a otro lado. Lo malo es que las tierras ya se acabaron. Desde El Cacao hasta donde se alcanzaba a ver había humo y quema. Cuando bajábamos en la tardecita se podían ver los fuegos que subían por las laderas de las montañas arrasando todo a su paso. Se escuchaban los cantos quejosos de las aves protestando por la falta de árboles donde posarse, ni hablar de la subsistencia de la flora y fauna que se queda sin hábitat.
Es hora de que los gobiernos se ocupen debidamente de esta provincia pues, además de esta destrucción sistemática, hay problemas en las poblaciones. Por ejemplo, en Metetí hay agua solo unas horas a la semana, no existen tuberías para aguas servidas, la planta procesadora que ya tiene tres gobiernos de estar esperando para inaugurarse, los ríos están contaminados (habrá que averiguar el nivel de contaminación del lago Bayano), hay basura por todos lados y se nota una desolación incontenible. Y no olvidemos que les azotan los narcos y la delincuencia juvenil.
No soy experto en ninguna de las faltas que menciono, soy un panameño preocupado porque mientras en la capital hacemos vigilia por unos cuantos árboles, en Darién lo destruyen todo, no hay interés, creen, al igual que con el calentamiento global, que es un fenómeno pasajero, que se va a ir solito y, sobre todo, que no nos va a afectar a nosotros. Sin embargo, la naturaleza nos pasará la factura. Ya se sabe por estudios que quienes nos vamos a extinguir somos nosotros. El mundo se recuperará si la raza humana desaparece.
Es evidente la necesidad de hacer algo al respecto, hay tanto que hacer, panameños a la carga, el tiempo se acaba… ¡Adiós, Darién!
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Este artículo se publicó el 22 de abril de 2010 en el diario La Prensa, a quienes damos, lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.
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