Un acto de barbarie

*

La opinión de la Maestra…

Ana Isabel Martínez 

Diversas opiniones y emociones han surgido en torno al caso de los jóvenes calcinados en el Centro de Cumplimiento. Aún parece escena de una película. ¿Qué opina usted? Esta es mi respuesta:

 

No es que se pretenda que a los detenidos en las cárceles los atiendan como a huéspedes en un hotel. Es simple y llanamente que, si somos capaces de sentir satisfacción o si, presenciamos con indolencia la terrorífica escena de seres humanos quemándose vivos, gritando desesperados, buscando con ansias una salida sin encontrarla, rogando por auxilio… sencillamente, nos estamos comportando como desalmados, canallas, brutos, bestias. Entonces, ¿con que moral juzgamos los actos delictivos? Según las circunstancias, ¿podríamos también comportarnos como asesinos poniendo como excusa nuestra comodidad o necesidades?

 

Si es así, entonces como sociedad, legalicemos la pena de muerte y reunámonos en la Plaza 5 de Mayo o en el Parque de Santa Ana, y disfrutemos al ver a los sentenciados patalear cuando son ahorcados o al observarlos saltar y gritar al quemarse vivos como en el tiempo de la Inquisición.

Realmente, el repudio a este acto no es por ellos, es por la parte humana que No hemos perdido quienes fuimos bien criados y no estamos envenenados aún, por la violencia.

 

Una cosa es que yo quiera que quien mató vilmente a mi inocente hija sea enjuiciado y cumpla la máxima pena por ese crimen, y otra cosa es que quiera que lo quemen vivo ante mis ojos y complacerme escuchándolo gritar y quejarse hasta morir. Eso es no tener corazón y gracias a Dios, muchos, aún lo tenemos. De momento por el dolor y la rabia, quería como golpearlo pero, a menos que hubiera perdido el juicio, no me atrevería a asesinarlo con mis manos.

 

Por otro lado, en cuanto a las madres de los detenidos que reclaman los derechos de sus hijos, lastimosamente, están del lado equivocado y su actitud refleja el por qué sus hijos tienen conductas delictivas. No les enseñan responsabilidad ni a enfrentar las consecuencias de sus actos ni a ganarse la vida honradamente.

 

Ellas deberían ser las primeras en castigar a sus hijos y en hacerles ver que lo que reciben en custodia: mal trato, malos olores, mala comida, golpizas, falta de atención médica… se lo buscaron y por lo tanto, tienen que enfrentarlo.

 

¡Pero, no! Se sacrifican por ellos, llevándoles arroz con pollo, mantas, cigarrillos. Y para colmo, protestan porque sus hijos están “sufriendo” malas condiciones.   Señoras, lo malo que hay en la cárcel debe ser su primer escarmiento para que aprendan de sus malos actos y no vuelvan a delinquir. ¡Entrenemos nuestra conciencia y aprendamos a educar a nuestros hijos!

*
<>Artículo publicado el 31  de enero de 2011    en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.