Al maestro con cariño

La opinión de…

 

Julio Ross Anguizola

Crecí al lado de maestros, escuchando el coro del himno al maestro, mi madre, mi tía y el 90% de sus amistades era maestros en escuelas públicas; con orgullo pertenecían al Magisterio Panameño Unido. Eran otros tiempos, estudié en escuelas públicas, mis compañeros y amigos de infancia y juventud fueron hijos de maestros, empresarios, zapateros, agricultores, comerciantes, todos íbamos a las mismas escuelas. Había colegios privados, pero la educación era igual, competíamos académicamente en deportes, oratoria, etc. Los estudiantes iban y venían de la escuela pública a la privada y viceversa.

¿Cómo y cuándo perdimos todo esto? En vez de ir hacia adelante, hemos echado para atrás como el cangrejo. En una conferencia reciente presenté mi propuesta para rescatar la educación, la que aquí comparto: Objetivo: elevar el nivel educativo, esto significa ofrecer una educación integral de calidad y la infraestructura en que se apoya.

He propuesto seleccionar un grupo de escuelas públicas para establecer un plan piloto de administración, que luego de probar su éxito deberá extenderse a un porcentaje importante de las escuelas y colegios públicos del país. Veámoslo con un ejemplo:

1. Seleccionamos 20 escuelas primarias y secundarias.

2. Realizamos una licitación pública para otorgar concesión para la administración de cada escuela.

3. El concesionario sería responsable de administrar la escuela en todas sus fases y recibiría por este servicio un pago del gobierno por cada estudiante matriculado.

4. El pago por estudiante se calcularía con base al promedio de lo que cobran las escuelas privadas del corregimiento en que esté ubicado. Ejemplo: la escuela A tiene 300 estudiantes y en los colegios privados del corregimiento se paga en promedio $100, el Ministerio pagaría entonces $30 mil por mes, con este dinero los concesionarios pagarían la operación, salarios de maestros y profesores y obtendrían ganancias. Otra alternativa a estudiar sería analizar el costo de estudiante en el sistema público.

5. El Concesionario recibiría las instalaciones en condiciones de operar y de allí en adelante sería su responsabilidad.

6. El Ministerio de Educación supervisaría las escuelas como lo hace con las instituciones privadas.

7. Cada concesionario sería libre de administrar la institución de acuerdo a su mejor criterio para lograr el objetivo identificado en este proyecto.

8. Una vez demostrado el éxito de este modelo, el Ministerio de Educación se convertiría en una institución supervisora, como la labor que realiza la Superintendencia de Banca con los bancos. No encuentro justificación por la que un ministro sea responsable de hojas de zinc, bancas y hasta de tiza en los colegios.

9. Un ministro, difícilmente, entenderá y valorará lo que sienten miles de educadores que durante años han sido mal pagados y muchas veces irrespetados y que han vivido toda su vida empeñados y endeudados, porque el dinero no les alcanza. El coro del himno al maestro –con el que inició este artículo– habla de un ser libre, cuya abnegación lo hace ir más allá del deber, sin embargo, tantas cosas han cambiado –y no para bien–, que han afectado aún más la vida y autoestima del maestro, y lo han acorralado en un cerco económico que lo ha obligado en ocasiones a priorizar su propio bienestar.

10. Debemos devolver a los ciudadanos la posibilidad de contar con la excelente educación pública que muchos recibimos y además devolverle al maestro la dignidad y respetabilidad de que gozó ayer.

 

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<> Este artículo se publicó el  4  de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.