¿Dónde está la oposición?

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La opinión de…

Rafael Gerardo Pérez 

Mientras que el pasar de los meses deja entrever que se avecinan días negros para la nación a manos de la dictadura Martinelli…

 

Mientras familias enteras son desalojadas en Soná a orden del excelentísimo presidente, en un acto autoritario y extralimitado…

Mientras que la línea entre los poderes del estado desaparece poco a poco, y el Ejecutivo asume una faceta totalitaria que no le corresponde…

Mientras se reprime al pueblo ya cansado de todo, con mano de hierro y perdigones, dejando una estela de mártires atrás…

Mientras se da asilo a delincuentes extranjeros, rompiendo todos los protocolos diplomáticos que les sea posible…

Mientras la dictadura Martinelli se apodera del control total del estado, la pregunta es clara ¿Dónde está el PRD?

Pero que se puede esperar de un partido político que cuando estuvo en el poder, fue casi tan malo como el gobierno actual, un partido que sufre de la mayor falta de estabilidad en su historia, en donde sus diputados, alcaldes, y representantes son tentados “por el lado oscuro”, saltando a donde más les convenga.

Es común ver a los dirigentes pronunciarse contra del gobierno, en la televisión o en discursos de campaña anticipados, pero el PRD seguirá siendo una fuerza de oposición casi nula hasta el día en que los miles de miembros de este colectivo se den cuenta que ellos son la verdadera fórmula de oposición.

Los panameños que pertenecen al PRD y también los independientes tienen una misión clara: observar, fiscalizar y denunciar los actos de corrupción que los gobernantes actuales cometen flagrantemente, este grupo de panameños representan una fuerza incontenible de oposición, que no puede ni debe estar en silencio.

Ni el CEN, ni los dirigentes, ni los dinosaurios del PRD, representan una oposición digna de hacerle frente al actual gobierno, la verdadera oposición está en manos de las masas PRD, que al parecer están latentes y sumidas en el desconcierto y la conformidad.

Estamos ante un gobierno que no respeta las leyes ni la constitución, que destituye y remplaza funcionarios como le plazca, en donde se liberan narcotraficantes, y no se respeta la libertad de expresión, pero lo peor es el deseo de perpetuarse en el poder, y ante una nula oposición la dictadura Martinelli lograra todos sus objetivos.

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<>Artículo publicado el 2  de enero de 2011    en el diario El Panamá América,   a quienes damos,  lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.

Los reyes de turno…

La opinión de…

Rafael Gerardo Pérez

¡La democracia! motor de la ideología política de las masas de América y el mundo, perfecto sistema montado en un escenario mediático y engañoso, donde las promesas no se cumplen, pero sí se olvidan.    Defendida a capa y espada por unos y pisoteada cruelmente por otros, es el eje de un espectáculo sin sentido del que todos somos espectadores, partícipes y víctimas.

Una mancuerna monárquica que cambia de rey cada cinco años, en donde los aristócratas de turno viven como verdaderos reyes a costilla del pueblo, mientras que los que no están en el trono esperan pacientemente su oportunidad.

La democracia es un tipo de monarquía totalitaria que usa como armas la mediatización social y la sugestión de masas, en un grotesco espectáculo, en donde el país se divide en dos bandos para apoyar y defender a muerte al sucesor al trono que le parezca como –algunos dirían– “menos peor”, el pueblo ahora se transforma en un impávido testigo del absurdo festín de votos, ganadores y perdedores, el cual lleva al trono al nuevo monarca de la nación.

La campaña comienza y cada bando se arma de un arsenal de publicidad engañosa y promesas vacías que desafían el poder de cualquier gobernante, y así empieza la batalla de encuestas y promesas, de sobornos y difamaciones, donde el ganador se decide por el costo de las campañas radiales y televisivas o quien más ídolos populares, cantantes y actores tenga de su lado, o bien el que mejor baile o cante.

Los candidatos a rey o reina intentan, con ahínco, hacer creer a sus futuros súbditos que no son ricos y poderosos, sino todo lo contrario: pobres, sencillos y humildes, hasta el punto en que la ciudadanía lo termina creyendo.

Y cuando esta batalla termina y es elegido el nuevo rey de la república, el bando ganador derrocha todo el dinero que le quedó, después de la costosa campaña, en rimbombantes celebraciones, con la esperanza de que es un nuevo comienzo, que el verdadero cambio ha comenzado, y pronto todo este dinero se les ha de reembolsar con intereses.

Es así como este ciclo se repite cada período electoral, una y otra vez, y aunque el ganador no haya cumplido las expectativas del pueblo en el período pasado, es elegido otra vez ya que los votantes no poseen memoria a largo plazo y no recuerdan más allá, de su actual gobernante y monarca, al que repudian con todas sus fuerzas, pero que para la próxima campaña electoral volverá a ser elegido.

 

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<> Este artículo se publicó el  18  de diciembre de 2010  en el diario La Prensa, a quienes damos,  lo mismo que al autor, todo el crédito que les corresponde.