El testamento final de Wilson Lucom

«.. –hablan de 50 millones– a una fundación cuyo propósito era “alimentar a niños con necesidades en Panamá”.  La opinión de…

R. M. Koster

Wilson Lucom, diplomático e inversionista norteamericano, se radicó en Panamá en 1991 después de ganar una batalla contra el cáncer. Era muy rico, pero había nacido pobre y sus gustos eran sencillos. Prefería el interior a la capital. Compró una finca en Antón, y con Chinchorro Carles y otras amistades coclesanas llegó a conocer rincones como Toabré y La Pintada. Como he visto pasar a menudo con paisanos míos, parecía tener más aprecio por Panamá que muchos panameños.

Lucom se casó dos veces, pero nunca tuvo hijos propios. Le preocupaba la falta de oportunidades para los jóvenes del campo, y el juega vivo de la política criolla. Se preocupaba por Panamá.

Cuando murió, en junio de 2006, a los 88 años, dejó un condominio y un cuarto de millón anual a su viuda, sumas menores a varios otros, y el grueso de su fortuna –hablan de 50 millones– a una fundación cuyo propósito era “alimentar a niños con necesidades en Panamá”. Era el legado más grande para una obra de caridad en la historia del país.

El legado iba a salvar muchas vidas. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), “Panamá es uno de los dos países de América Central que han experimentado en los últimos años un aumento en la desnutrición crónica de los menores de cinco años”.   En 2007, la Asociación Nacional Pro Nutrición Infantil estimaba que en la comarca Ngäbe Buglé dos niños morían de desnutrición cada tres días.

Lucom habla en el testamento de habilitar a las escuelas de lugares necesitados para dar almuerzos a los alumnos. Así era que el legado iba también a ayudar a la economía interiorana.

Iba a mejorar las vidas de todos los que vivimos en el istmo, y de muchos no nacidos todavía. Por el legado de Lucom, íbamos a tener más ciudadanos responsables entre nosotros y menos delincuentes. Iba a corregir un poco la injusticia económica a la cual el presidente Martinelli se refirió en su campaña cuando dijo que, “Panamá es el tercer país con la peor distribución de riqueza en el mundo”. Más importante aún, iba a dar esperanza y reducir ira.

La Corte de Sucesión aceptó el testamento de Lucom el 5 de julio de 2006, declarando que la fundación era el heredero principal.   Poco tiempo después, la viuda de Lucom presentó un incidente para anular el testamento y para que ella fuera nombrada heredera universal –es decir, única– de Wilson Lucom.     El 4 de mayo de 2007, el Tribunal Superior de Panamá confirmó la validez del testamento de Lucom.   La viuda apeló e interpuso un recurso formal de casación.  El caso fue a la Corte Suprema.

La Corte falló el 6 de agosto.   Señaló en el fallo que Lucom, en su testamento, se refirió a quien hoy es su viuda como su “amada esposa”.   Estas palabras, decidió la Corte, indican “que aún después de la muerte del causante [es decir, Lucom], éste se preocupara por el bienestar y la posición socioeconómica de quien al momento de su muerte tenía la condición de cónyuge, situación que no puede inferirse pueda tener una fundación”.  Por esto, la Corte declaró a la viuda heredera universal.

Al morir Wilson Lucom, la República de Panamá tenía casi 103 años de existencia.    Aunque dure otros 103 siglos, no tendrá en su tierra a nadie tan bobo de tratar de dar su fortuna a los pobres.

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Este artículo se publicó el 19 de agosto de 2010  en el diario La Prensa,  a quienes damos, lo mismo que al autor,  todo el crédito que les corresponde.